La transición de primaria a secundaria es más que una simple promoción y cambio de centro educativo, constituye un momento decisivo en la trayectoria escolar y vital de los alumnos. Se trata de un rito antropológico de paso que condicionará la posterior trayectoria académica y personal de los adolescentes y será la antesala de otros tránsitos en su vida futura, siendo a la vez un momento deseado y temido por los alumnos y sus familias, en tanto que los cambios y rupturas siempre son estresantes, pero suponen oportunidades de maduración y crecimiento personal.
En este proceso confluyen una serie de elementos que conviene analizar para poder implementar factores de éxito a la transición entre primaria y secundaria, entendiendo como este éxito la titulación en la Educación Secundaria Obligatoria y la inserción social en el grupo de iguales.
De una parte, el cambio del colegio al instituto supone un cambio profundo en cuanto a la cultura escolar imperante. En los colegios se tiene un trato cercano y personal con los maestros, mientras que en los institutos este trato es más distante, fruto de las escasas horas de convivencia entre profesores y alumnos que se tienen en secundaria. Por otro lado, el conjunto de normas que se atienden en los colegios es más claro y sencillo, y la obediencia a este reglamento se realiza a los maestros directamente, que pasan mucho tiempo con los alumnos. En cuanto a la secundaria, las normas están ahí, pero la gestión de su cumplimiento no es tan directa y la figura de autoridad del tutor está poco presente. Como otro factor a tener en cuenta, se encuentra el propio currículo de un nivel y otro. Mientras que en primaria imperan la consolidación de hábitos y rutinas, en secundaria se produce una fragmentación del currículo, con la especialización y profundización de las materias. Comienza a ser más relevante el contenido de tipo abstracto, las técnicas de estudio y la autosuficiencia para gestionar el tiempo por parte de los alumnos.
Estas diferencias en la cultura y organización de los centros escolares suelen producir en los alumnos un descenso en sus calificaciones cuando llegan a secundaria. Algunos de ellos se sobreponen y vuelven a su senda, pero muchos otros sucumben y se produce una paulatina desligadura o desenganche de los estudios, que termina suponiendo un fracaso y abandono escolar, quedando en los discursos de los docentes una sensación de inevitabilidad de este desenlace, cuando probablemente el origen del problema estuvo en una transición poco respetuosa y paulatina. Es precisamente en los alumnos más vulnerables en los que el cambio de primaria a secundaria ejerce un papel de ajuste selectivo encubierto, siendo elementos como la extracción socio-económica o la pertenencia a etnias minoritarias factores que predisponen significativamente al fracaso y abandono escolar.
De otra parte, este salto académico coincide también con una nueva etapa en su evolución: la pubertad y la adolescencia. Los alumnos entran en un proceso de búsqueda de la propia identidad en base a la ruptura con lo anterior, exigen mayor independencia y tienen nuevos intereses, lo cual hace que las familias vivan este momento con desorientación. Surgen también problemas de adaptación derivados de su nuevo status dentro del centro escolar: pasan de ser los mayores del colegio a los pequeños del instituto. En este sentido, los centros de secundaria suelen ser más grandes y diversos que los centros de primaria, lo que promueve esa sensación de anonimato y libertad que al principio temen, pero después disfrutan los alumnos en este etapa.
Hay que tener en cuenta la influencia que tienen otros actores en esta transición, pues determinan la percepción y el éxito de este proceso. De un lado, las familias y el entorno más amplio de los alumnos son una fuente de ideas previas sobre este tránsito, y también de acompañamiento y refuerzo. De otro lado, las figuras de los tutores, tanto de 6º de primaria como de 1º de ESO, constituyen un pilar de este proceso que los equipos directivos habrán de cuidar con esmero. Los tutores de primaria atesoran una cantidad ingente de información sobre los alumnos que es crucial rentabilizar, transmitiéndola con detalle y de manera práctica a los tutores de secundaria. Los orientadores son clave en el proceso de acompañamiento, siguiendo y detectando aquellos alumnos con especiales vulnerabilidades, bien sea por necesidades educativas especiales, bien sea por pertenencia a grupos en riesgo de exclusión.
Y por último, cabe destacar a los docentes. Se produce una fricción o desconfianza entre los maestros y los profesores de secundaria, consecuencia del desconocimiento mutuo y de ideas arcaicas sobre el carácter que tienen las etapas educativas. Los maestros se sienten en ocasiones cuestionados o examinados por los profesores, que aceptan a regañadientes su implicación en el proceso de transición: el carácter de la Educación Secundaria cambió radicalmente con la LOGSE, cuando la educación se hizo obligatoria hasta los 16 años y por tanto se perdió el carácter estrictamente propedéutico y elitista que tenía la enseñanza en los institutos hasta entonces. Algunos profesores de secundaria tienen un poso desde entonces de que se les ha convertido en una guardería y se resisten a adaptarse a las nuevas necesidades de la Educación Secundaria. Pero más allá de la nostalgia de algunos, cada vez menos, también hay una flagrante falta de formación pedagógica en la secundaria, de reconocimiento de la figura del tutor y de auténtico afán de coordinación.
Con todos estos ingredientes interactuando en este importante momento, se hace necesario un plan de transición que sea eficaz en el éxito de este proceso, que ponga al alumno en el centro de atención y garantice la continuidad del derecho a la educación obligatoria, siguiendo los principios de gradación y coherencia del sistema educativo, y no dejando al capricho de las circunstancias este delicado proceso de adaptación. Están bien descritas una serie de actuaciones que constituyen factores que contribuyen a este éxito, a saber:
- La visión del proceso completo de transición ha de ampliarse a todo un arco temporal que abarca, al menos, los cursos completos de 6º de primaria y de 1º de ESO, y los actores implicados en el proceso han de ser los alumnos, los tutores y docentes de estos alumnos, los orientadores, los equipos directivos y los padres.
- La coordinación efectiva entre los centros educativos que imparten enseñanzas consecutivas, dejando de lado la preocupación por la autojustificación o la competencia, y realizando un traspaso efectivo y pormenorizado de información práctica de los alumnos y sus familias mediante un documento estandarizado de transición. Hay que evitar que se pierda el valioso conocimiento acumulado durante 6 o más años por parte del profesorado de la primera etapa obligatoria.
- Las metodologías, los contenidos, los objetivos, y en definitiva las programaciones de 6º de primaria y de 1º de ESO habrían de ser similares, un puente entre ambos mundos. Los profesores de unas y otras etapas han de observar el principio de continuidad del sistema educativo, admitiendo que algo del nivel básico habría de pasar al nivel intermedio, para atenuar el choque del tránsito y favorecer la reorientación de los estudios.
- La convivencia entre los equipos docentes de 6º de primaria y 1º de ESO se revela la herramienta más eficaz de conocimiento mutuo, de intercambio de ideas y experiencias y de concreción de acuerdos firmes que atenúen la discontinuidad. El fomento de seminarios conjuntos, la revisión de la literatura e investigación disponibles sobre este fenómeno, así como la legislación que lo regula, siempre resultarán una buena base para limar las asperezas que históricamente hubo.
- Las convivencias entre los alumnos de uno y otro nivel, en ambientes distendidos que promuevan el intercambio de experiencias, constituyen una fuente de información de primera mano para los alumnos de parte de sus compañeros, sus iguales, que les ayudará a rebajar la ansiedad o el miedo al paso.
- Las medidas de acogida a las familias, con jornadas de puertas abiertas que trasciendan la simple exhibición del plan de estudios, sino que muestren a un equipo realmente implicado y cercano, preocupado por sus necesidades; esto contribuirá a crear un clima de confianza entre las familias y los centros educativos.
Como conclusión, el proceso de transición entre primaria y secundaria es un momento crítico en la trayectoria académica y vital de los alumnos, que deberemos cuidar con esmero. Los cambios y las rupturas son estresantes, pero ofrecen oportunidades de cambio y maduración, y nuestro deber como docentes es acompañar a los alumnos en este proceso y ayudarles a aprovechar las oportunidades que les ofrece y minimizar el impacto de las discontinuidades.
Referencias
ASENSIO, D. (2007) “La transición de primaria a secundaria como elemento de calidad” en Innovación y Experiencias Educativas, 36.
ÁVILA FRANCÉS, M., SÁNCHEZ PÉREZ, M. C. y BUENO BAQUERO, A. (2022) Factores que facilitan y dificultan la transición de educación primaria a secundaria. Revista de investigación Educativa, 40(1), 147-164.
GIMENO, J. (1996) La transición a educación secundaria. Madrid, Morata.
MONARCA, H., RAPPOPORT REDONDO, S. y SANDOVAL MENA, M. (2013) La configuración de los procesos de inclusión y exclusión educativa. Una lectura desde la transición entre Educación Primaria y Educación Secundaria. Revista de Investigación en Educación, nº 11(3), 192-206.
SEBASTIÁN FABUEL, V. (2015) Una reflexión sobre las transiciones educativas. De primaria a secundaria, ¿traspaso o acompañamiento? Edetania. Estudios y Propuestas Socioeducativos, 48, 159-183.
Figura 1 propiedad de https://pixabay.com/es/photos/cruce-paso-de-cebra-transici%C3%B3n-4860035/
Figura 2 propiedad de https://pixabay.com/es/photos/las-manos-piezas-de-rompecabezas-20333/
Ana María Ferrández Rodríguez