Brecha de género en la elección de estudios de Formación Profesional.

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1. Análisis de datos

Hace años que la FP ha dejado de ser la gran denostada de los estudios no universitarios postobligatorios. Sin temor a equivocarnos, podríamos afirmar que la Formación Profesional está de moda, hecho que puede corroborarse no solo si analizamos el creciente incremento de matrículas en los últimos años, sino también a través del propio mercado laboral, que cada vez oferta un mayor número de puestos asociados a titulaciones de técnico y técnico superior.

Según datos del Ministerio de Educación y Formación Profesional, un total de 974.445 alumnos cursaron estudios de FP el pasado año académico 2020-2021 (datos avance), lo que ha supuesto un notable incremento con respecto al curso 2019-2020, cuando se contabilizaron 891.505 matrículas. A nivel nacional, de estas 974.445 matrículas, 538.091 (55,2%) eran de hombres, y 436.354 (44,8%), mujeres. La primera conclusión a la que podríamos llegar, solo analizando este primer dato, es que hay cierta infrarrepresentación de las mujeres con respecto a los hombres, si bien las diferencias no parecen demasiado abultadas. Sin embargo, si desagregamos los datos por niveles, y también según el Ministerio de Educación y Formación Profesional, se aprecian diferencias más significativas. Así, hay infrarrepresentación de las mujeres (29,7%) en las matrículas en Ciclos Formativos de Formación Profesional Básica, 42,1% en Grado Medio presencial, 44,0% en cursos de especialización de Grado Medio, 45,1% en Grado Superior presencial y un 16,1% en cursos de especialización de Grado Superior; no obstante, las mujeres aglutinan un mayor número de matrículas en los estudios a distancia (62,6% en Grado Medio y 60,5% en Grado Superior), lo que podría interpretarse en clave de género como que muchas mujeres compatibilizarían estos estudios de FP con obligaciones de tipo familiar o laboral.

Estos datos difieren con cierta significatividad según las comunidades autónomas, aunque se aprecian rasgos comunes. Así, por ejemplo, en la Comunidad Autónoma de Canarias, el alumnado que cursaba estudios de Formación Profesional en el curso 2020-2021 ascendía a un total de 43.020. De ellos, 21.133 (49,1%) eran mujeres, y 21.887 (50,9%), hombres. Si analizamos los datos por niveles, es en los Ciclos Formativos de Grado Superior donde existía un mayor número de alumnas que de alumnos (12.556 frente a 10.825, es decir, un 53,7% del total), mientras en el resto de niveles existe cierta descompensación a favor de los varones: 2.328 (71,7%) frente a 917 (28,3%) en los Ciclos Formativos de Formación Profesional Básica, 8.455 (52,9%) frente a 7.518 (47,1%) en los Ciclos Formativos de Grado Medio y 279 (66,3%) frente a 142 (33,7%) en los Programas de Formación Profesional Adaptada.

Más allá de estos datos, que hemos considerado en un primer análisis de forma agregada, es en las matrículas por familias profesionales donde se aprecian diferencias muy significativas, y es precisamente ahí donde la brecha de género se hace más patente. Al comienzo de este artículo hacíamos mención al creciente número de ofertas de empleo en las que se requerían titulaciones de FP. Siendo esta afirmación cierta, cabría introducir un matiz, y es el que no todos los perfiles asociados a titulaciones profesionales han crecido en igual proporción. Así, en el  mercado laboral se requieren cada vez más perfiles profesionales técnicos en trabajos manuales y tecnológicos, y es ahí donde las mujeres están en clara desventaja porque se trata de estudios que demandan mucho menos que los hombres. Hablamos especialmente de familias profesionales como Informática y Comunicaciones, Transporte y Mantenimiento de Vehículos, Electricidad y Electrónica, Fabricación Mecánica o Instalación y Mantenimiento, entre otras, donde la infrarrepresentación de las mujeres con respecto a los hombres es muy patente. Según el estudio del Ministerio de Educación y Formación Profesional Igualdad en Cifras MEFP (2021), en los Ciclos Formativos de Grado Superior de la familia profesional de Transporte y Mantenimiento de Vehículos, el 97,5% de las matrículas eran de hombres, como también lo eran el 96,7% de las matrículas de Instalación y Mantenimiento. Estos datos muestran una segregación aún mayor que en los estudios universitarios, donde existe sin duda también una gran descompensación, pero no tan acusada (12,2% de mujeres en el Grado de Informática y 28,4% en los Grados de Ingeniería, Industria y Construcción, por ejemplo). Tan solo en las familias profesionales de Química e Industrias Alimentarias hay una pequeña mayor representación femenina que masculina. Las consecuencias no son menores, por cuanto la brecha de género que existe en la FP afecta a la calidad de vida de las mujeres españolas, ya que la elección condiciona en el futuro peores salarios y menos posibilidades de encontrar empleo que las mujeres que apuestan por estudios de los considerados STEM.

 2. Causas de la brecha de género

Una vez analizado todo esto, la pregunta que cabría hacernos es por qué, es decir, cuáles son las causas que hacen que, a pesar de que se trata de estudios con buenas perspectivas profesionales, siguen siendo poco demandados por las mujeres. ¿Qué sigue propiciando que en las titulaciones asociadas a las familias profesionales de Imagen Personal, Sanidad o Confección, las mujeres sean mayoría, mientras que en otras de las consideradas STEM tengan una representación tan baja? El principal motivo es que la elección de las familias profesionales ha estado y sigue estando claramente determinado por los estereotipos de género. Estudios como el informe Brecha de género: incidencia en la empleabilidad y propuestas para contrarrestarla (2018), del sindicato UGT, o ¿Por qué hay menos mujeres en ocupaciones manuales? (2020), de la profesora Margarita Torre (Universidad Carlos III de Madrid) así lo corroboran. En otras palabras, las mujeres desestiman la opción de estos estudios a pesar de ser muy demandados por el mercado laboral influenciadas por los estereotipos de género imperantes en la sociedad.

No es este, sin embargo, el único motivo. También las ocupaciones de las familias de los y las estudiantes, así como su nivel educativo, son determinantes. El Observatorio Social de La Caixa, en su estudio ¿Por qué hay menos mujeres en ocupaciones manuales? (2020) hace hincapié precisamente en este hecho. De modo que, aunque en las familias de clase alta o media-alta hay cierta disposición a romper con los estereotipos de género y animan a sus hijas a cursar estudios técnicos, en las de clase trabajadora no es así, perpetuándose estos estereotipos cuando se inclinan en mayor medida a sugerir estudios vinculados al cuidado de las personas o la imagen personal, generalmente peor pagados y tradicionalmente femeninos.

La desigualdad está, de igual modo, presente, en el tercero de los motivos, que se asocia al temor que tienen muchas mujeres a fracasar en estudios técnicos, tradicionalmente considerados más complejos. En este punto, el miedo a no dar la talla pesa enormemente en la decisión a desestimar la matrícula en los ciclos formativos de estas familias profesionales. Evidentemente, tanto hombres como mujeres pueden fracasar en estos u otros tipos de estudios, pero son precisamente las mujeres las que soportan en mayor medida este peso, por cuanto existe entre algunos sectores de la población el falso pensamiento de que estos estudios se les dan mejor a los hombres que a las mujeres.

3. Revertir la situación

La segunda cuestión que podríamos preguntarnos es, ¿Cómo revertir esta situación? ¿Podemos hacer algo para romper esta brecha de género asociada a la elección de los estudios de FP? La respuesta, sin duda, es afirmativa. En primer lugar, como profesionales de la educación, tenemos en nuestra mano la siempre deseable visibilización del buen número de mujeres que han alcanzado el éxito profesional y personal en profesiones técnicas. También las aulas son espacios idóneos para profundizar en la idea de que se deben elegir los estudios para los que sentimos vocación, olvidándonos de los roles tradicionales; es decir, estudiar lo que nos gusta, y no lo que a los demás les gustaría que estudiásemos. Tampoco es nada desdeñable el trabajo que, desde el Departamento de Orientación de los centros educativos, puede hacerse en este sentido. El Orientador Educativo puede tener, a mi juicio, un papel determinante a la hora de guiar al alumnado en este tipo de decisiones. El desarrollo de una orientación libre de estereotipos de género es fundamental, incluyendo el trabajo con las familias para romper estos estereotipos.

El papel de las Administraciones Públicas debe ser también fundamental. Es vital promover la participación de la mujer en los ámbitos científicos y tecnológicos. En este sentido se puede optar por la concesión de becas u otras formas de apoyo institucional a las alumnas que opten por estudios con infrarrepresentación femenina, o establecer incentivos económicos a las empresas que contraten a mujeres en profesiones con fuerte representación masculina. Acciones que habría que complementar con otras de sensibilización para que las personas encargadas de llevar a cabo el reclutamiento y selección del personal tuvieran en cuenta que es preciso revertir esta situación de desigualdad.

Referencias, bibliografía y webgrafía       

Héctor David Suárez Martín

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