Resumen
“Solo dejan de equivocarse los que no hacen nada”.
Jean Pierre Astolfi, (2000)
La finalidad de este artículo es poder trasmitir que el error puede ser asimilado como método de enseñanza, y descubrir la fortaleza constructiva, creativa y didáctica del mismo, frente a la permanencia de la pedagogía tradicional. Por esta razón, es de interés abordar el tema del error, teniendo en cuenta la trascendencia que se le da en la práctica y lo significativo que es en la enseñanza.
Introducción
Existen Muchas inquietudes que surgen diariamente en la labor docente y entre ellas está el error y las numerosas preguntas que nos hacemos en torno al mismo: ¿qué estoy haciendo mal para que repitan siempre los mismos errores?, ¿Estoy Corrigiendo bien?, ¿Qué tengo que corregir?, ¿Cuándo?, ¿Cómo se sienten los alumnos ante mis correcciones?, ¿Qué tengo que hacer para que no repitan los mismos errores?, etc. Estas y otras muchas preguntas nos asaltan frecuentemente en nuestra práctica docente. Por ello, sería conveniente reflexionar cómo debemos actuar antes los errores que cometen nuestros alumnos y buscar posibles herramientas que nos ayuden a actuar cuando los alumnos en su proceso de adquisición cometen errores y valorar cómo podemos evitar que esos errores vuelvan a repetirse.
En épocas pasadas el error ha sido considerado como “algo negativo o malo” que denota la ineptitud de parte de los alumnos, haciendo que, el hecho de equivocarse sea visto por éstos como un tabú. En cambio, en la actualidad, gracias a la neuroeducación, se ha demostrado que el error es fundamental para que los niños puedan aprender. La ciencia constituye una fuente inagotable de suministro de pruebas que está en continua evolución. A diferencia de lo que se creía años atrás, en la actualidad sabemos que nuestro cerebro está cambiando continuamente, tanto a nivel funcional como estructural. Esta gran plasticidad nos permite aprender durante toda la vida tanto de los aciertos como de los errores. Por ello, se hace perentorio cambiar los antiguos y obsoletos paradigmas, hacia la necesidad de considerar el error como una puerta más del aprendizaje.
¿Qué entendemos por error?
El Diccionariode la Real Academia de la Lengua Española (DRAE) establece que el error es “acción desacertada o equivocada”. (http://dle.rae.es/?id=G47B9qL).
Wikipediaseñala que el error, en filosofía,“es la equivocación en un acto, escrito otrabajo. En general, se denomina error atodo juicio o valoración que contraviene el criterio que se reconoce comoválido, en el campo al que se refiere el juicio”. (https://es.wikipedia.org/wiki/Error).
Según las definiciones anteriores podemos entender el error como la idea, opinión o expresión que una persona considera correcta pero que en realidad es falsa o desacertada. El error es una constante en todo proceso de enseñanza-aprendizaje, pero es innegable que la didáctica tradicional lo consideraba algo punitivo y en esencia no bien visto. Hoy día prevalece una didáctica operatoria o constructivista donde el estudiante ocupa el lugar privilegiado en la enseñanza-aprendizaje; el error es ponderado porque se considera que el equivocarse es una oportunidad para el aprendizaje.
¿Cómo vemos el error desde una consideración pedagógica?
Existen varias consideraciones en función de la corriente pedagógica. La pedagogía del éxito adoptará una postura negativa frente al error como un aspecto defectuoso e inadaptado, que habremos de eliminar. La pedagogía del éxito nos ha podido llevar a la creencia de que no es posible otra pedagogía diferente y que la clave de una buena pedagogía estriba en asegurar el éxito del alumno mediante la evitación del error.
Desde una perspectiva constructiva, el error es un desajuste entre lo esperado y lo obtenido. Hace referencia a criterio, norma o valor; pero en otros tiempos se castigaba duramente al sujeto que no lograba los aprendizajes previstos, sin analizar sus causas. Esa práctica carece de sentido educativo en la actualidad, ya que el error es una herramienta más de su proceso de aprendizaje.
La pedagogía del error, por su parte, valorará lo que ya se tiene conseguido y analizará, a través del error, lo que falta mejorar. Cuando hablamos de una pedagogía del error no estamos defendiendo, como es natural, su provocación. El error no posee un valor educativo por sí mismo, como tampoco lo tienen la competición o la disciplina planteadas como metas. Utilizadas como estrategia, sin embargo, resultan positivas, siempre que no se cometan excesos.
¿Cómo debemos actuar ante los errores que cometen los alumnos?
A lo largo de los años se han elaborado muchas propuestas teóricas sobre el tratamiento del error en la enseñanza. Son muchas las preguntas con las que se encuentra un profesor a la hora de abordar la enseñanza y entre ellas destaca sobre todo cómo corregir los errores de la manera más eficaz y apropiada y también existe la preocupación entre ellos sobre cómo mostrar el error como un recurso útil que facilita el aprendizaje de los alumnos. Es por tanto una tarea importante para los profesores, mostrar el error como algo fundamental del proceso de enseñanza y aprendizaje y con el que vamos a encontrarnos en muchas de nuestras clases.
Hoy en día predomina una pedagogía constructivista donde el alumno ocupa una parte fundamental en el proceso de enseñanza-aprendizaje, en la cual se observa que al equivocarse se logra corregir el entendimiento del conocimiento y por ende el aprendizaje sería más significativo. Existen diversas estrategias que los docentes podemos implementar en la práctica, para hacer del error un instrumento de ventaja y no de fracaso en el proceso de aprendizaje del alumno:
La actitud ante el error
Debemos diferenciar entre la actitud del alumno y la actitud del profesor. En referencia a la actitud del alumno depende en mayor o en menor medida de la disposición que se tenga a aprender y sobre todo nosotros como profesores tendremos que evitar que sea visto como un fracaso dentro del proceso de adquisición. Por ello, se debería intentar conseguir, aunque a veces sea una tarea difícil, que los alumnos vean el error como algo positivo y que les va a servir para aprender. Si desde un principio hablamos con nuestros alumnos sobre el error y les mostramos que forma parte del proceso, creo que tendremos mucho ganado.
En referencia a la actitud que debe mantener el profesor ante los errores que cometen los alumnos en clase, deberíamos de mantener una actitud calmada y de naturalidad hacia el error como elemento más del proceso de enseñanza-aprendizaje, para conseguir que nuestros alumnos pierdan el miedo a equivocarse y a cometer errores. Neus Sanmartí, (2000) en “El error en el proceso de enseñanza”, sugiere estimular la expresión del error mediante un clima de aula no amenazador, donde no exista ese sumergimiento al fallo, que toda cultura castiga por haberlo cometido. A cambio, exhorta a brindar la oportunidad a quien aprende, para que pueda participar con libertad, donde sienta que sus ideas son escuchadas, donde pueda desarrollar capacidades, que propendan por la superación de estos obstáculos.
Por eso entender el error como una oportunidad de aprendizaje requiere una actitud positiva que sea percibida por el estudiante, una actitud en la cual el alumno no se sienta intimidado, sino que, por el contrario, motive al alumno a expresarse. Es conveniente elogiar siempre no solo los progresos, sino también sus intentos honestos debido al importante papel que juega la autoestima.
Conseguir que un estudiante sienta deseos de compartir lo que está aprendiendo es fundamental para reforzar sus aprendizajes y, de ser necesario, corregir aquello en lo que se equivoca. Dicen los expertos que interesarnos con apertura y paciencia en los alumnos que se equivocan y preguntarles cómo y por qué han llegado a esas conclusiones, es una puerta abierta no solo para mejorar, sino también para desencadenar procesos metacognitivos de gran importancia en el desarrollo de las habilidades de aprendizaje de nuestros estudiantes. Darles confianza en que ellos son capaces y tener verdaderamente altas expectativas de su aprendizaje, es un gran impulso a la hora de definir la calidad de lo que enseñamos y de lo que aprenden. De hecho, si a lo largo de varias experiencias nos percatamos que persiste un determinado error (conceptual, metodológico, procedimental, etc.), es señal inequívoca que somos nosotros quienes debemos hacer algo al respecto.
Utilidad de las herramientas metacognitivas
El error es algo fundamental y normal que ocurre dentro del proceso de enseñanza y aprendizaje. Tenemos que verlo como algo positivo y así se lo tenemos que mostrar a nuestros alumnos desde el primer día de clase. Los errores son a veces pistas que se nos dan para indicarnos por dónde va el alumno en su proceso de aprendizaje y nos indican el camino que tenemos que seguir para ayudar al alumno a erradicar sus dificultades. Consideremos entonces al error como una herramienta didáctica y dinámica con la que aceleramos el proceso de aprendizaje de los alumnos e intentemos desmitificarlo. Hagamos que nuestros alumnos sean los protagonistas del proceso y favorezcamos la autonomía de su aprendizaje. Ellos son los protagonistas; nosotros somos sólo sus guías, sus compañeros en este largo camino y no olvidemos premiar sus logros. De esta forma les ayudaremos a descubrir sus propios errores, entregándoles herramientas metacognitivas útiles a su edad y su estado de desarrollo. Con el error, el estudiante se da cuenta que ante el aprendizaje no puede ni debe adquirir actitudes superficiales, y por lo tanto, ofrece una coyuntura para la autocrítica y para inferir la necesidad de aprender de los errores y fracasos: cuando un estudiante se equivoca, se le hace ver su error y se le invita a corregirlo. Es innegable que con ello aumenta su capacidad de curiosidad e iniciativa para observar, indagar y rectificar. En este sentido Víctor García Hoz, en el “Sistema de la obra bien hecha”, afirma que cuando el estudiante hace mal las cosas, es oportunidad para educarlo.
La metodología utilizada
La metodología que usamos en el aula incide directamente en el tipo de errores que cometen nuestros alumnos, y, más aún, qué hacemos con esos errores puede marcar la diferencia entre un aprendizaje significativo y una decepción. En efecto, todos los días debemos reflexionar respecto de nuestras prácticas y métodos y cómo ellos provocan, inhiben, aumentan o disminuyen la posibilidad de que nuestros alumnos cometan errores. Analizando nuestra forma de enseñar, en relación con los estilos de aprendizaje de nuestros niños es una clave para determinar si nuestras explicaciones son suficientemente claras, si somos verdaderamente motivadores en el aula, si nos mostramos autoritarios, intransigentes o intimidantes con ellos cuando se equivocan o, peor aún, si somos francamente descalificadores.
Cada grupo-curso y cada alumno es distinto, tiene sus propios estilos y ritmos; por lo tanto, debemos estar atentos y variar las guías de trabajo, los ejemplos y las actividades que se expongan en clase, diferentes tiempos para distintos ritmos de aprendizaje, innovar y motivar.
La importancia de los materiales utilizados
Otro aspecto clave que influye en los errores que comenten los alumnos son los materiales que utilizamos. Es conveniente revisar el material y valorar si se encuentra actualizado, si es interesante, no confuso, sin ambigüedades, si es atractivo y motivante. Este último aspecto es clave, ya que en muchas aulas existen materiales muy antiguos y obsoletos, no precisamente en contenidos, sino en imágenes en blanco y negro y presentaciones que conllevan a error, por ejemplo: letras y tipografías antiguas que conllevan a confundir la I con la L, y el alumno puede percibirlo como un error en su lectura. Si evitamos este tipo de materiales, evitaremos esos errores en los alumnos.
Evitar las correcciones en rojo
El error siempre ha estado asociado a las correcciones en color rojo, cuando el alumno se pone delante de un cuaderno que tienen marcados los errores en rojo, le produce desmotivación e incluso vergüenza ante sus compañeros. Es tiempo de acabar con el síndrome del marcador rojo, utilizado para resaltar lo malo; se debe dejar de lado la idea de que los errores en el proceso de enseñanza y aprendizaje son uno de los mayores problemas que afronta la educación, ya que se puede hacer del error una nueva manera de acceder al conocimiento. Por lo tanto, hay que evitar las correcciones en rojo y sustituirlas por correcciones del mismo color en el que haya escrito el alumno, lo puede corregir el profesor o el propio alumno, pero lo realmente importante es que el alumno tenga consciencia del error, porque esto sirve como punto de partida para enfocar el rumbo del proceso escolar.
¿Qué tenemos que corregir en clase?
Esta es sin duda una de las muchas preguntas que nos hacemos los docentes cuando nos enfrentamos al tema de la corrección y es sin duda una de las que más nos preocupa. ¿Es necesario corregir todo en clase? ¿Qué tenemos que corregir exactamente?. Ante estas preguntas, creo que hace falta tener claro que como profesores no debemos obsesionarnos con la corrección. No es necesario corregir absolutamente todo. No estamos evaluando a los alumnos, lo único que queremos es que aprendan y para eso corregimos. Así que evitemos en la medida de lo posible el querer corregir absolutamente todo en clase y seleccionemos lo que realmente es importante y necesario para el alumno. En resumen, lo que tenemos que hacer es corregir el error siempre que sea posible y necesario aunque, como se ha señalado anteriormente, no debemos excedernos en querer corregir todos los errores que aparecen en clase.
¿Quién debe corregir en clase?
Una de las cuestiones que inquieta a los docentes es saber quién debería asumir el papel principal en la corrección de los errores que cometen los alumnos. ¿Debemos ser nosotros los encargados de la corrección?, ¿pueden tomar los alumnos el papel principal y ser ellos los que se autocorrijan?. Muchas veces es el profesor el encargado de asumir este papel principal pero las pedagogías modernas promueven la iniciativa de los alumnos y fomentan la autonomía para que sean ellos mismos los que con la ayuda del profesor vayan corrigiendo y revisando todo lo aprendido. En los nuevos paradigmas se concibe al profesor como un “guía” que acompaña al alumno en su proceso de aprendizaje. Por lo tanto, no debemos perder la oportunidad de promover la autonomía, la autoevaluación y la autocorrección, para que los estudiantes adquieran conciencia de su trabajo.
Existen diferentes técnicas de corrección en las que el alumno tiene un papel importante y en las que su participación puede ser más activa. A continuación se enumeran algunos ejemplos de técnicas de corrección:
- Debemos tener muy claro que es muy importante que el alumno siempre revise el trabajo que ha realizado. Podemos entre todos establecer una especie de código que nos servirá para identificar los errores que han cometido en su trabajo de producción escrita. Una vez entregado el trabajo, el profesor marca los errores con los códigos establecidos para dar pistas al alumno de dónde puede haber fallado. Posteriormente el alumno revisa su trabajo y pasa a autocorregirse.
- Podemos hacer que ellos mismos se intercambien los trabajos escritos y que se corrijan entre ellos, de esta forma, se realiza una corrección cooperativa que beneficiará no sólo al alumno corregido, sino también al alumno que corrige.
- Ante la aparición del error el profesor puede decidir cómo va a corregirlo. Puede hacerlo indicando que hay un error pero sin decir cuál para que el alumno pueda autocorregirse. De esta manera el profesor puede usar la comunicación no verbal a través de un gesto, un movimiento de mano, un ruido, una palmada, un carraspeo, etc. para que el alumno se dé cuenta de que ha cometido un error y pueda autocorregirse. También el profesor puede recurrir a la comunicación verbal a través de preguntas, exclamaciones, ecos, etc.
Conclusiones
Para poder organizar o tener un cambio en la visión del error hay que reconocer a éste como orientador del proceso de enseñanza-aprendizaje, aunque sea difícil aceptar equivocarse, es y serán necesarios si tenemos en cuenta que a través de ellos es posible corregir y enmendar las falencias que se están teniendo en cualquier circunstancia de nuestras vidas. Por tal razón se concibe el error como base fundamental para el aprendizaje y la superación del alumno y el docente.
Bibliografía
- Blanco Picado, A.I. “El error en el proceso de aprendizaje”. Cuadernos Cervantes de la Lengua Española. 38, 12-22. www.cuadernoscervantes.com
- De la Torre, S. (2004). Aprender de los errores. Recuperado de: http://www.terras.edu.ar/biblioteca/31/31DE-LA-TORRE-saturnino-Cap3-Parte1-exito-error.pdf
- Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. http://dle.rae.es/?id=G47B9qL
- Fernández, S. (2012). “Los errores en el proceso de aprendizaje. Tratamiento y superación. XI”. En Actas del XI Encuentro Práctico de Profesores ELE, Barcelona.
- González Vargas, B. (2007). Educación y Pedablogía para el siglo XXI. Blog de análisis educativo y temas culturales. Recuperado de : http://www.educarueca.org/spip.php?article570
- Sanmartí, Neus (2000). “Diez Ideas Claves: Evaluar para Aprender”. España, Grao Editorial.
- Wikipedia (2018). Recuperado de: https://es.wikipedia.org/wiki/Error
Lorena Ramos Martín