Posibles utilidades de la danza para el desarrollo de la comunicación y la expresión en el ámbito educativo.

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La danza como transmisora de valores

La danza nace y se hace desde el pueblo, constituyendo el folklore, que ha sobrevivido y evolucionado perteneciendo a la sociedad. También la denominada “Danza Culta”; aquella que se ha codificado y academizado, puede ser utilizada como una herramienta de transmisión de valores en el contexto de un centro educativo.

De esta forma, el sentido de la danza trasciende la finalidad tradicional como instrumento para el desarrollo de las capacidades técnicas y artísticas, objetivo alcanzable solo para una minoría de maravillosos artistas. Se pretende acercar esta apasionante disciplina a todos aquellos que no se encuentran en este pequeño porcentaje, para que puedan comprender la danza, disfrutar de ella de una forma más profunda y beneficiarse de todos los valores que ésta puede ofrecer.

Por tanto, debido a que la danza siempre ha acompañado al hombre, llegando a considerarse la primera de las artes (Peterson, 1977), parece una buena opción utilizarla como vehículo de transmisión de los valores y destrezas inherentes a la condición humana.

La danza puede contribuir al equilibrio mental y físico de los alumn@s, muchas veces alterado por las tensiones, exigencias y ritmo de vida acelerados que en muchos casos restan armonía a los niños y jóvenes, influyendo negativamente en su bienestar. Si la danza se utiliza con este enfoque, puede ayudar a compensar estos efectos.

Desde el punto de vista físico, la danza utiliza el cuerpo como principal instrumento y es a través del él como podemos aprender a conocernos y a cuidar de nosotros mismos. Transmitir este conocimiento al alumn@ facilitará que éste adquiera hábitos saludables y respeto por su propio cuerpo y el de los compañeros, aceptando y valorando las diferencias de los distintos miembros del grupo.

Si consideramos el plano ético, el aprendizaje de cualquier estilo de danza lleva asociado una disciplina de trabajo personal, así como unas experiencias en grupo que requieren grandes dosis de respeto, comprensión, tolerancia, compañerismo, solidaridad y esfuerzo compartido. El desarrollo de estos aspectos dependerá del enfoque y planteamiento de las actividades por parte del profesor, ya que no tendrá nada que ver con una clase de técnica de danza específica para la formación de bailarines.

Podemos encontrar propuestas de educación a través de las artes escénicas, como la reflejada en el artículo de Gómez (2005), por asimilarse a las aportaciones que la danza podría realizar en Enseñanza Secundaria, así como un proyecto realizado por el grupo GRADE (2004), sobre la resolución de conflictos mediante el juego dramático.

La comunicación y la expresión de las emociones son dos aspectos fundamentales en el desarrollo de la persona y de sus relaciones con los otros. Según Ros (2002) no debemos confundir comunicación y expresión, aunque guarden una estrecha relación, ya que, según esta autora, “la expresión es materia prima de la comunicación” y “no existe comunicación sin expresión”.

La danza y la comunicación no verbal

A lo largo de la historia, comunicación y expresión han sido estudiados, unas veces por separado y otras como un todo indisoluble, en el que el primer concepto implica necesariamente al otro.

La danza, al no involucrar la palabra, se sirve de la comunicación no verbal, la más fiable y primitiva de todas (Corballis, 2010). Según él, los leguajes de signos están más cerca del mundo real que los no gestuales.

La sistematización y significación del lenguaje gestual se recogen ya en los escritos de Cicerón (106-43 a.C.) con el que la oratoria y por tanto la Retórica llegan a su punto de mayor esplendor en Roma y quedan fijadas las normas que van a seguir con posterioridad. La gesticulación y el uso de la expresión del rostro, las manos y el cuerpo en general tienen que servir para reforzar lo que el orador está diciendo, y se suelen adecuar algunos gestos determinados al tono de voz y las distintas partes del discurso. Un fallo en la gesticulación, bien por exageración, incoherencia, un gesto ambiguo o malinterpretado puede estropear el discurso. La semiótica aristotélica, reconstruida por Fülleborn (1797) en un manual constituye la mejor guía hasta Lavater y Goethe.

Durante el siglo XX, tras los estudios de Krestschmer (1925) y Sheldom (1940), en las décadas de los 50 y 60 podemos destacar los siguientes estudios: Ray Birdwhistelll (1952) introduce el término “Kinesia” al referirse al estudio de los movimientos corporales y gestuales, además de buscar una estructura para el lenguaje corporal. También destaca Edwar Hall (1959) acuña el término “Proxémica”, referida al conjunto de comportamientos no verbales relacionados con la utilización y estructuración del espacio inmediato de la persona.

En las décadas de los 60-80 continuaron los trabajos sobre el tema: se amplían los estudios en el campo de la proxémica y Kendon, Scheflen y Duncan (1975) examinaron más a fondo la estructura y organización del movimiento corporal y la postura.

Después de la década de los 80 la mayoría de las investigaciones en comunicación no verbal se dedicaron a identificar la manera en que las señales no verbales interactúan para alcanzar los objetivos de la comunicación.

Actualmente, ante la demanda de la sociedad, gran parte de los estudios sobre comunicación gestual se están orientando hacia la aplicación en el ámbito laboral, donde este aspecto de la comunicación, tan poco trabajado en las primeras etapas de la educación, se revela como una abundante y fiable fuente de comunicación sobre las personas; de hecho, encontramos numerosos cursos de formación sobre comunicación no verbal orientados al ámbito laboral.

Utilidades educativas de la comunicación gestual

Para comprender las utilidades educativas de la comunicación gestual, debemos antes plantear los conceptos de expresión, conocimiento y control corporal. Montesinos (2004) nos propone una reflexión al respecto:

“Si conseguimos que una persona se permita una expresión-comunicación más sincera, que se permita expresar adecuadamente sus sentimientos y deseos. SI posibilitamos que una persona mejore sus sistemas de escucha, de atender y valorar al otro, recibiendo y entendiendo sus mensajes, no solo verbales, sino también los no verbales provenientes del paralenguaje y el lenguaje no verbal, estaremos mejorando los sistemas de comunicación de esa persona. En definitiva, estaremos dándole la posibilidad de construirse una personalidad más flexible, comunicativa, integrada socialmente y asertiva.”

La expresión a través del cuerpo es la primera manifestación del ser humano en el mundo. Es educable y se convierte en la alternativa que se le ofrece para que alcance una más plena y significativa manifestación de sí mismo, de su expresión (Martínez, 2004).

La expresividad del ser humano es algo tan inherente a su realidad que llega “hasta el punto de que cuando la boca calla la palabra, habla el cuerpo por todos sus poros” (Cencillo, 1973). Tan cierto es, que Ortega y Gasset (1966) en uno de sus ensayos se pregunta si cuando vemos el cuerpo de un hombre vemos un cuerpo o un hombre.

Esto es debido a que la expresión por medio del cuerpo forma parte del componente no verbal de la comunicación. Según Birdwhistell en Knapp (1980) la importancia de la comunicación no verbal sería innegable si sólo se tuviera en cuenta su cantidad. Además, el comportamiento no verbal puede reforzar, contradecir, sustituir, complementar o regular el comportamiento verbal. Se afirma que cuando recibimos mensajes contradictorios en los niveles verbal y no verbal, haremos mejor en confiar en el mensaje no verbal (Tabor, 1970).

Podemos deducir que las utilidades educativas de la educación del cuerpo se derivan de los usos primarios del comportamiento no verbal:

  • Expresar emociones.
  • Transmitir actitudes interpersonales.
  • Presentar a otros la propia personalidad.
  • Acompañar el habla con el fin de administrar las intervenciones, la retroalimentación, la atención, etc. (Argyle, 1975)

Podemos considerar que una correcta interpretación y comprensión de las señales no verbales nos prepara para las comunicaciones transculturales, entre clases distintas, grupos de diferentes edades o diferentes grupos étnicos dentro de nuestra cultura. Situaciones cotidianas, como el formarse impresiones acerca de la gente, mantener una entrevista de trabajo, comprender un anuncio publicitario o la relación audiencia/locutor en una conferencia pública, son todas situaciones cargadas de conductas no verbales. Por tanto, si educamos en el comportamiento no verbal, estaremos preparando a las personas para desenvolverse con naturalidad en estas situaciones.

Conocimiento corporal

La pregunta de Ortega y Gasset aún sigue siendo un interrogante en nuestros días, ya que la influencia de los medios de comunicación en la percepción del espacio y de las relaciones con el otro implica modificaciones en la relación del niño con el otro y consigo mismo. Tratan de que vivamos el cuerpo desde unos cánones de belleza y salud socialmente dominantes. El fácil acceso a los medios por parte de niños y jóvenes supone un continuo bombardeo de estímulos en ese sentido.

Ignorar la dimensión corporal es poner barreras al crecimiento personal. Dentro de su estudio debemos aprender a expresar, a comunicar con el cuerpo; no debemos limitarnos a desarrollar las capacidades técnicas del mismo, sino a utilizar dichas destrezas como instrumento de expresión. El objetivo será conectar cuerpo con sensaciones y sentimientos para crear un flujo de comunicación coherente y positivo con uno mismo y con el entorno que contribuya a la consecución de bienestar.

Control corporal

Para llegar a la comprensión y el control de las habilidades básicas de expresión con el cuerpo, debemos llegar a definir el cuerpo a partir de la experiencia directa sobre él. El cuerpo no es solo una realidad biológica, sino personal, trascendente y expresiva; en palabras del médico y filósofo Merleu-Ponty (1975): “El primer objeto cultural, aquel por el que todos existen, es el cuerpo del otro como portador de un comportamiento”.

El control corporal se adquiere mediante la educación del cuerpo en una disciplina, una técnica al alcance de todos, siempre que el fin último sea la expresión. Nos expresamos a través de nuestro cuerpo. Según Martínez (2004) las mejores aproximaciones a la expresión corporal como pedagogía las encontramos en el mundo de la danza, ya que ésta “en su sentido más primitivo y original supone la expresión de profundos sentimientos a través del movimiento corporal

La danza, el gesto y la educación

Para Jean D´Udine (1918), el gesto es el mediador entre la emoción expresada y el fenómeno físico expresivo. El gesto ocupa un lugar central en la Expresión Corporal y está cargado de una gran significación. Según Ayalón (2004), la semiología del gesto comprende tres campos de estudio: la Kinesia, que estudia el discurso gestual en el seno de la vida social, la proxémica, estudia las relaciones actitudinales expresadas en la distribución espacial de personas, objetos y mobiliario; y la paralingüística, que se ocupa del conjunto de signos fonéticos que expresan actitudes.

EL movimiento del cuerpo o comportamiento cinético es lo que se denomina “Kinesia”, y comprende los gestos, los movimientos corporales (extremidades, manos, pies, piernas y cabeza. También las expresiones faciales, movimiento ocular (parpadeo, dirección y duración de la mirada y dilatación de la pupila) y también la postura. Todo ello se puede trabajar y desarrollar a través de diferentes propuestas de danza, no necesariamente académica, presentada como un conjunto de actividades de carácter lúdico.

En ellas debemos tener muy claro que algunas señales no verbales son muy específicas y otras más generales; unas tienen la intención de comunicar y otras son meramente expresivas. Algunas proporcionan información acerca de las emociones y otras dan a conocer rasgos de la personalidad o actitudes.

La educación en el Arte, por tanto, implicará una capacidad de comunicación, expresión y percepción de realidades y emociones más cercana al plano expresivo; por la que podrá ser de gran utilidad para solucionar problemas, transmitir valores, reconducir conductas y aprender a expresar sentimientos. Prueba de esto es su utilización en programas de resolución de conflictos (Andrade, 2004).

La danza educacional difiere de la danza escénica en su principal objetivo: la primera está enfocada a transmitir valores, conductas y habilidades que contribuyan al desarrollo de las personas; la segunda se centra en preparar técnica y expresivamente a los bailarines para desarrollar una profesión artística de calidad. De hecho, en ocasiones ambas dimensiones de la danza entran en conflicto debido a la gran exigencia física y mental (Maymó, 2009).

En la danza educacional se propone el movimiento como una relación entre las actitudes internas y las formas externas, permitiendo al individuo transformar sus símbolos de emociones en acciones, a través de patrones rítmicos interrelacionados con el ritmo universal (Nanni, 2002). Esta autora considera que las características esenciales del movimiento engloban:

  • Patrones motores
  • Acción Dramática
  • Pantomimas
  • Danzas

Por tanto, en cualquier propuesta deberemos tener en cuenta todos estos componentes. Se podría pensar que primero apareció la pantomima, o que quizá conjuntamente gesto y danza fueron la primera comunicación del hombre, precediendo al nacimiento del verbo, constituyéndose en danzas rítmicas.

Los elementos que tienen en común la expresión corporal y la danza son (Montesinos, 2004):

  • Técnicas corporales
  • Técnicas espaciales
  • Técnicas temporales
  • Las emociones

Según el estilo de danza o la intención puntual del maestro o coreógrafo, se ponderará de manera diferente cada uno de estos factores, pero ninguno se puede excluir si queremos construir un propuesta equilibrada e integral.

Será necesario un trabajo planificado y adecuado al nivel y las circunstancias del individuo sobre los elementos ya citados, para aportar numerosos beneficios de tipo específico sobre un área o capacidad concreta o de tipo general.

Bibliografía

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