¿El maestro de ayer está preparado para la educación de hoy?

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Con este artículo, pretendo hacerme esta pregunta “en voz alta”, compartirla con toda la comunidad docente, reflexionar brevemente sobre dicha cuestión y, sobre todo, tratar de dar una respuesta a la misma.

El cambio de paradigma educativo lleva implícito la necesidad de actualizar los roles de todos los agentes que intervienen en la educación. Tradicionalmente, el foco está puesto en el rol del docente y el alumno, pero igual de importante es definir el papel de las familias y otros agentes sociales que empiezan a tomar gran protagonismo por la apertura y expansión del proceso formativo. Empiezan a surgir lugares de aprendizaje donde antes no los había y la acción de aprender ya no se produce exclusivamente en la institución educativa.

Pero, además, si ponemos nuestra atención en los centros educativos y en la forma de cómo replantear la forma de hacer las cosas para mejorar la situación tan cambiante en el ámbito educativo, hoy en día tenemos disponibles herramientas para crear una verdadera revolución metodológica y aplicar nuevos principios, metodologías didácticas más activas o interactivas y recursos novedosos, como: trabajo a través de rutinas de pensamiento, aprendizaje basado en problemas o en el pensamiento, aprendizaje cooperativo, pensamiento de diseño, pensamiento visual, ABP (aprendizaje basado en proyectos), Flipped Classroom (clases invertidas), talleres, juegos de rol, utilización en el aula de la gamificación, …, por no hablar de la enorme variedad de recursos tecnológicos de los que ya disponemos, como: realidad aumentada y virtual, redes sociales, infinidad de aplicaciones, etc.

Fuente: https://ignacioferreras-educacionfisica.blogspot.com.es/p/colegio.html

            No debemos olvidar que nuestro sistema educativo, centrado en la enseñanza de nuestros jóvenes, que se mueven en una sociedad caracterizada por la inmediatez de los cambios y en continua evolución, no puede esperar a que los políticos de turno se decidan de una vez por todas por un esencial pacto educativo y una legislación efectiva acorde con los tiempos que vivimos. Y, mientras estos siguen inmóviles, ocupados con polémicas burocráticas como: el uso de terminología más o menos rimbombante (propuesta curricular, competencias clave, estándares de aprendizaje, …) que a pie de aula se llevan desarrollando desde siempre (permítanme denominar esta situación como “mismo perro con diferente collar”), deberes sí o no, el MIR educativo, constantes cambios en las oposiciones de acceso al cuerpo (eso si hay suerte y no las congelan), etc. Olvidan que la enseñanza no se detiene, continúa avanzando y, obviamente, evolucionando, viéndose superados por todos estos cambios. ¡Es fundamental reaccionar!

Ni que decir tiene que la profesión docente es una tarea compleja, que requiere de gran cualificación para poder afrontar con éxito el proceso de enseñanza. Esta intrincada labor únicamente puede realizarse con una adecuada profesionalización, que se presupone en el docente: la investigación, la experimentación y la mejora continua de los procesos de enseñanza correspondiente, donde será fundamental la actualización y la mejora continua a lo largo de su vida profesional. La creación de hábitos de reflexión y, sobre todo, una concienciación por parte del docente de su papel activo, indagador e implicado dentro del entramado social, mediante una búsqueda constante de la mejora, son imprescindibles para el desarrollo de la profesión de la docencia. Para que el sistema educativo se enriquezca con profesionales de este tipo será necesaria una completa y adecuada formación, tanto inicial como permanente (a lo largo de toda su actividad laboral), además del pertinente y periódico reciclaje.

Ante esta nueva realidad, últimas tendencias y manifestaciones educativas, nuestra actitud como docentes no puede ser otra que la de:

  • Promover el diálogo en nuestras aulas.
  • Evitar manipular la opinión de los alumnos para imponer nuestro propio punto de vista.
  • Fomentar un ambiente de confianza, dejando que cada estudiante exprese su opinión y que sea escuchado de forma respetuosa entre el resto de los alumnos. Que vea que su opinión es importante. Dar suficiente tiempo a la actividad para que todos puedan expresarse.
  • Constatar que todos están entendiendo las conclusiones a las que se está llegando, y estimular a aquellos que les cuesta más opinar o entender.
  • Recoger la información o conclusiones sacadas para ver los distintos puntos de vista. Es importante que el pensamiento de unos pocos, no se vea influido por el hecho de que otros presten más o menos atención al hecho o información.
  • Si hay disparidad de opiniones, ¡perfecto! Analizar cada una de ellas para observar qué puntos son débiles y cuáles tienen argumentaciones de peso, ayudando así a que cada uno forje su pensamiento crítico.

Así y, dando respuesta a la pregunta inicial que da título a este artículo, creo que, al igual que el maestro de ayer está preparado para la educación de hoy, no dudo que también el maestro de hoy está preparado para la educación de mañana. La preparación, cualificación y profesionalidad del docente no vienen dadas por su edad, años de servicio o experiencia vital, sino por su formación, motivación y ansias de continua mejora.

La educación es un reto continuo que se debe ir superando día a día. Para ello y, si queremos ser eficaces, profesionales y metódicos en nuestra profesión, es fundamental el conocimiento profundo del grupo-clase y de sus componentes que debe ir consiguiendo el maestro día tras día. Para ello, éste debe buscar los recursos que le acerquen a ese descubrimiento. Su interés en la observación, su especial capacidad de análisis de los sucesos de la clase, puede convertir cada sesión en un verdadero lugar de interacción positivo, donde un colectivo de personas buscan aprender recíprocamente y, para ello, la actitud del docente no puede ser otra que la de un profesional accesible, de criterios amplios, abierto, flexible, motivador, sugestivo, dialogante, debiendo convertirse en participante y, sobre todo, investigador de la práctica. Sólo con estas expectativas, el maestro podrá saber el nivel real del grupo, su interés o desinterés por lo que se hace, sus aspiraciones y necesidades. Ser creativo, proponer actividades de refuerzo allí donde se precisen, repetir tareas o actividades satisfactorias, ampliar y mejorar la ejecución de otras, … y, en definitiva, consolidar en la acción docente una coherencia interna que sólo la puede dar el trabajo riguroso y el atinado manejo de la ingente cantidad de datos que se mueven alrededor del siempre complicado mundo de la educación.

Finalmente y, parafraseando al bibliotecario estadounidense del siglo XIX John Cotton Dana, ésta debería ser la seña de identidad de todo buen docente que se precie: “¡Si te atreves a enseñar, no dejes de aprender!”

            Referencias bibliográficas:

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