El papel del error en el aprendizaje de idiomas

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A lo largo de la historia, en los diversos métodos y teorías para el aprendizaje de lenguas, el error ha jugado diferentes papeles. Siendo severamente penalizado en el siglo XVII hasta considerarse un signo de no aprendizaje durante el siglo XX. Berlitz, en su método directo, nos hablaba de la autocorrección de errores, donde el propio estudiante era el encargado de monitorizar y supervisar su aprendizaje. Más tarde, en Estados Unidos se desarrolló el método audio-oral, siendo la corrección de errores uno de sus principios. Tras recibir un estímulo, si la respuesta era correcta, los estudiantes eran recompensados y se formaba el hábito. Por el contrario, si el estudiante producía una respuesta incorrecta, los errores debían corregirse y, de esta forma,  se suprimían. Finalmente, con los métodos comunicativos y el cambio de enfoque de “enseñanza” a “aprendizaje”, se empezó a considerar que era esencial cometer errores para aprender.

La hipótesis del input y la hipótesis del output

Si indagamos un poco más en la historia del aprendizaje de idiomas, nos encontramos dos hipótesis básicas, la hipótesis del input y la hipótesis del output. Por una parte, la hipótesis del input, desarrollada por Stephen Krashen, mantiene que la cantidad de lenguaje que el estudiante recibe es un pilar básico para su adquisición. Este lenguaje debía estar por encima del nivel del alumno para que se convirtiera en comprensible, es decir, para que pudiera ser internalizado por el estudiante. Por otra parte, Merrill Swain fue un poco más lejos, destacando que la exposición del idioma era importante, pero para que la adquisición tuviera lugar, la producción de este era esencial. Es aquí donde proveemos a los estudiantes con oportunidades de usar la lengua y, por tanto, la posibilidad de cometer errores y poder ofrecer retroalimentación.

Tipos de errores

En el aprendizaje de lenguas encontramos dos tipos de errores, los errores interlingüísticos y los errores del desarrollo. Los primeros reflejan la lengua madre del estudiante, y se deben a la “transferencia negativa” o “interferencia” de la primera lengua en la segunda. Un ejemplo de error interlingüístico sería mantener el orden de “sujeto + verbo” en una oración interrogativa. Por interferencia del español, se mantiene la estructura en inglés en lugar de hacer la inversión de verbo auxiliar y sujeto. Por el contrario, los errores del desarrollo son los que se deben al desarrollo del propio aprendizaje. En este caso, aplicar el sufijo “–er” en inglés al verbo “cook” para formar el sustantivo referente a “actividad y/o trabajo” sería un error de desarrollo.

Análisis de errores

Una vez que el alumno comete un error, debemos analizarlo y decidir cómo y cuándo corregirlo. En cuanto a la comunicación oral, corregirlo en el momento conlleva el riesgo de que el alumno se sienta “atacado” y, por tanto, no quiera volver a intentar usar el idioma. Debemos elegir la técnica apropiada y no “abalanzarnos” sobre el estudiante para evitar que se sienta avergonzado. También podríamos optar por una corrección retrasada, donde aprovecharíamos el final de una sección, práctica o actividad para hacer una revisión general de los errores, por ejemplo, en la pizarra.

En lo relativo a la comunicación escrita, una buena práctica consistiría en guardar un registro de los errores escritos. El profesor, tras cada tarea, proporcionaría retroalimentación al estudiante, haciendo observaciones sobre los aspectos positivos y ofreciéndole mejoras. El alumno sería el encargado de elaborar una lista de sus propios errores y, de esta forma, podría revisarlos siempre que quisiera y, así, evitar su fosilización.

Sin embargo, no todos los errores deben ser corregidos. Hay veces en que es más importante que el alumno continúe con la producción del idioma, siendo la corrección de errores contraproducente, ya que interrumpe la comunicación. Además, deberemos tener en cuenta la personalidad individual de nuestros estudiantes para decidir la técnica de corrección que más les puede ayudar. Como medida general, establecer objetivos claros y criterios de valoración y evaluación ayudarán al alumno a sacar el máximo provecho de su producción.

Como conclusión, la hipótesis de Swain nos ofrece las ventajas de proveer al estudiante con oportunidades de usar la lengua, ganar fluidez, hacerlo consciente de las brechas del aprendizaje y, así, poder ofrecerle retroalimentación. De esta forma, los errores funcionan como una guía en el proceso de aprendizaje y se convierten en algo deseable y esencial para el profesor permitiéndole ver lo que está ocurriendo en su cabeza y comprobar si la adquisición tiene lugar. Finalmente, incentivar un ambiente en clase donde los errores sean vistos como una contribución positiva y animar a los alumnos a correr riesgos debe ser uno de nuestros principales cimientos.

Bibliografía

  • Baugh, A. and T. Cable. (1993) A History of the English Language. London: Prentice-Hall Editions.
  • Richards, J. and T. Rodgers. (1992) Approaches and Methods in Language Teaching. Cambridge: Cambridge University Press.
  • Sánchez, A. (2009) La Enseñanza de Idiomas en los Últimos Cien Años. Métodos y Enfoques. Madrid: SGEL.
  • VanPatten, B. (2003) Making Communicative Language Teaching Happen. New York: MacGraw-Hill

 

Beatriz Martínez Val

 

 

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