El aula hospitalaria y la atención domiciliaria: dos grandes desconocidas.

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Cuando hablamos de atención a la diversidad del alumnado en nuestros centros educativos, nos vienen a la mente diferentes elementos interrelacionados: la cooperación entre los centros y la administración; profesorado y alumnado; familias; así como la creación de redes de apoyo y aprendizaje compartido entre todos los que intervienen directa o indirectamente con él (servicios sanitarios, instituciones…); etc. Tal y como aparece reflejado en la legislación actual.

Así, podemos decir que se trata de un principio fundamental que ha de regir la enseñanza básica, y que integrará a todo el alumnado. Un alumnado con características y necesidades diferentes, con intereses de diversa índole y que se encuentran formando parte del sistema educativo obligatorio español.

De esta manera, las Administraciones educativas han de establecer las medidas de atención a la diversidad que favorezca una organización flexible adaptada a la situación: adaptaciones del currículo, integración de materias en ámbitos, agrupamientos flexibles… Pero ¿y si el discente debe ausentarse porque se encuentra realizando un tratamiento que le impide asistir regularmente a clase, pero no lo suficientemente largo como para que deba permanecer ingresado en el hospital?

Como algunos docentes conocen, las aulas hospitalarias se encuentran dentro de los hospitales como un aula más, en donde un alumnado de larga, media o corta hospitalización recibe una atención educativa en coordinación con su centro de origen, con el fin de continuar su curso escolar.

En cuanto a su origen, se puede decir que en España ha sido relativamente reciente, puesto que las primeras aulas hospitalarias tienen su origen en los años cincuenta, vinculada a la orden hospitalaria de San Juan de Dios. Sin embargo, no será hasta la epidemia de poliomielitis que afectaba a la población infantil en 1965 cuando se abran diferentes aulas por la geografía española.

Esta iniciativa continuó en 1974, cuando se pone en funcionamiento una Sección Pedagógica que trata de atender las necesidades educativas de los niños y niñas, así como de adultos ingresados que trataban de continuar un seguimiento escolar, según el programa de su centro de origen.

Sin embargo, no será hasta el 18 de mayo de 1998 cuando se logre firmar un convenio entre el Ministerio de Educación y Cultura, el Ministerio de Sanidad y Consumo y el Instituto Nacional de la Salud[1], en el que se establecían las bases para una atención del alumnado que debía permanecer en el centro hospitalario.

Pero no se trata de algo aislado, puesto que, tal y como menciona María Fernández HawrylaK (2000)[2], en el siglo XIX, grandes pedagogos como Montessory o Decroly, abordaron esta grandiosa labor desde una perspectiva multi e interdisciplinar.

Así, se trataba de proporcionar al enfermo o enferma una atención no sólo médica si no educativa que mejorara su vida. Es decir, tal y como define Debesse (1986), a través de una “Pedagogía Curativa”, siendo la Pedagogía hospitalaria (aquella que se lleva a cabo dentro del aula hospitalaria), “pedagogía en tanto que constituye el conjunto de aquellos medios puestos en acción para llevar a cabo educación y es hospitalaria en tanto que se realiza y lleva a cabo dentro del contexto hospitalario” (citado por Lizasoáin y Polaino- Lorente, 1996:15).

Sin embargo, debemos de señalar que, al igual que las aulas hospitalarias existen otros profesionales que, formando parte de la especialidad de Ed. Primaria, con carácter itinerante, realizan programas educativos con el objetivo de lograr una incorporación progresiva del discente (Valle y Villanejo, 1993).

Estamos hablando de los docentes de atención domiciliaria. Estos, entre los que en este curso escolar me encuentro y que recorremos diariamente varios domicilios (en nuestro coche particular, a lo largo de varios ayuntamientos dentro de una provincia y haciendo malabarismos para equilibrar tu vida personal con la laboral), debemos de realizar nuestra atención siguiendo los principios ya marcados, pero necesarios mencionar de nuevo:

  • Atención a la diversidad.
  • Coordinar y colaborar con todos los profesionales que intervienen en el proceso educativo.
  • Lograr mantener el vínculo social y afectivo del alumnado (además de su ámbito familiar) con su comunidad educativa: amigos/as, compañeros/as…
  • Empleo de las nuevas tecnologías para el desarrollo de metodologías innovadoras que facilite su regreso al aula.

Se trata, como se puede observar, del desarrollo de múltiples facetas, en donde no sólo se le transmite al discente aquellos materiales o recursos que el profesorado del centro de origen le entregará para realizar de la forma más normalizada posible, sino que, al mismo tiempo, se desarrollan diferentes ámbitos, competencias clave o la inteligencia emocional, entre otros: Aprender a hacer, aprender a estar, aprender a ser…

Con un objetivo claro, que el discente se siga sintiendo parte del grupo al que pertenece dentro del centro escolar.

Sin embargo, no se trata de una labor sencilla, ya que el desconocimiento de numerosos compañeros de profesión lleva a veces a la confusión de tratarse de una “clase particular”, en donde se le enseña la materia a un discente sin ningún tipo de necesidad o dificultad. Pero, a veces aparece el dolor, la angustia, el desánimo… lo que provoca que el transcurso normal de la hora en la que se realiza la atención hospitalaria quede a un segundo plano, apareciendo la comunicación como elemento de expresión de sentimientos o forma de desahogo; realizándose en definitiva una labor pedagógica y psicológica muy importante.

No debemos de olvidar que se trata alumnado de diferentes edades, de distintos cursos académicos y necesidades; a quiénes se ha de atender, con suerte, durante unas pocas horas a la semana; en su domicilio y en contacto directo con la situación sociofamiliar del mismo.

Por lo que se habrá que adaptar su atención educativa a la situación del discente, a través de una metodología flexible y adaptada a cada uno; siendo muy relevante el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación que facilitan la interrelación entre familia-escuela como entre todos los docentes implicados.

Pero, entonces llegados a este punto, algunos se preguntarán ¿qué ocurre con la evaluación? Quizás el elemento más difícil tanto para el discente como para el profesorado, puesto que, en ambos casos recogidos en este documento, se mantiene la escolarización para los efectos de evaluación y promoción en los centros de origen; resultando importantísimo mantener una coordinación estrecha con la tutoría, con el departamento de orientación y con el profesorado del centro de referencia que orientará el programa educativo.

Finalmente, no debemos olvidar a la familia que se encuentra viviendo una situación excepcional que incluso, en ocasiones, la llega a desbordar; por lo que es importante el apoyo y las actitudes positivas para llevar lo mejor posible esta situación.

De esta manera, es importante la colaboración con el centro de origen, así como la valoración de los docentes que se encuentran atendiendo al enfermo/a; la implicación en los procesos educativos, colaborando para que el discente continúe realizando dentro de sus posibilidades, las actividades marcadas fuera del horario de clase, con el fin de mantener la normalidad y la continuidad.

Actualmente (y desde hace varios años), las Comunidades Autónomas tienen diferentes protocolos, legislación, mecanismos de actuación o herramientas que facilitan la labor de estos profesionales, que tienen un alumnado con unas necesidades especiales y con unas características propias. Pero cada día aprenden a mirar a la vida de manera diferente, como sus alumnos/as y sus respectivas familias les enseñan, aunque no siempre se encuentren tras las puertas de un colegio.

 

María Cristina Lage García- Armero

 


[1] RESOLUCIÓN de 3 de julio de 1998, de la Secretaría General Técnica, por la que se da publicidad al Convenio suscrito entre el Ministerio de Educación y Cultura, el Ministerio de Sanidad y Consumo y el Instituto Nacional de la Salud para la atención educativa a los niños hospitalizados. Recuperado de https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-1998-18120

[2] Fernández Hawrylac, M. (2000). La pedagogía hospitalaria y el pedagogo hospitalario.

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