COLABORACIÓN DOCENTE DENTRO DEL AULA Y FUERA DEL AULA
Séneca ya decía que “enseñar es aprender”.
Las investigaciones establecen que la colaboración entre docentes es una condición esencial para impulsar procesos de innovación y mejora en los centros educativos (Vescio, Ross y Adams, 2008).
Las diversas publicaciones consultadas sobre la colaboración docente presentan resultados de carácter cualitativo, es decir, no son de carácter estrictamente científico pues no aportan datos empíricos de las investigaciones realizadas.
Por lo tanto, el presente artículo se centra en desarrollar una metodología de colaboración docente a doble nivel: por un lado, la que se dará dentro del aula (también denominada docencia compartida) con alumnos que trabajan en equipos de trabajo (con aprendizaje activo, participativo y reflexivo) y por otro lado una metodología que permita a los docentes, estando fuera del aula, colaborar más allá de la simple coordinación docente con una metodología versátil y eficaz.
Si fuera del aula el docente puede y debe colaborar para una mejora del aprendizaje en sentido de interaccionar, compartir y aprender mutuamente para revertir este beneficio al alumnado, también es posible la colaboración docente, a través de una metodología de docencia compartida, lo que, de acuerdo a la propuesta planteada, supondría que dos docentes trabajasen conjuntamente en la misma aula, llevando cometidos complementarios o idénticos, promoviendo interacciones de aprendizaje así como participación e integración del alumnado.
En cuanto a la colaboración docente dentro del aula, si “la calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes” (McKinsey y Company 2007), la única manera de mejorar los resultados de los alumnos es mejorar el proceso de enseñanza.
No obstante, las estadísticas al respecto son demoledoras. Según el informe TALIS 2013 (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2014) un 70% de los profesores españoles no ha participado nunca en observar la clase que dan otros compañeros o bien enseñar conjuntamente con otros profesores en la misma clase, muy por encima de la media del 48% de la OCDE. Según este informe en los centros con mayor grado de colaboración entre profesores hay también niveles más altos de resultados académicos.
La colaboración dentro del aula supondría gestionar mejor la clase aplicando las metodologías de hoy a las necesidades del alumnado actual y posibilitando la atención a la diversidad cultural y la inclusión de todo el alumnado. Las clases de docencia compartida permitirían convertir el aula en un taller multifuncional que se adaptaría en todo momento a los requerimientos reales de los alumnos. Si estuviesen presentes dos docentes en el aula podrían promover y facilitar el aprendizaje colaborativo aumentando las posibilidades del aprendizaje del alumno, si se compara con su aprendizaje individual, ya que se establecerían técnicas de andamiaje (Hibler 2010).
Pero que haya dos profesores a la vez en el aula no supondrá que entre ellos haya trabajo colaborativo, sino que debe haber comunicación y confianza mutua, además tanto el profesorado como el alumnado deberían entender esta colaboración como ayuda al aprendizaje y a la enseñanza. La docencia compartida daría a los partícipes un ambiente enriquecedor, por la diversidad y número del profesorado implicado, así como por las múltiples interacciones que se producen. Pero no es menos cierto que la organización del trabajo para los docentes sería más compleja y ahí sería imprescindible además de la voluntad de los docentes, el papel del equipo directivo que debe apoyar e incentivar el espíritu colaborativo incluso de toda la comunidad educativa.
En la colaboración docente fuera del aula sería primordial identificar los aspectos que desde el inicio definirán la colaboración docente. Según las investigaciones consultadas la confianza que se obtendría con la puesta en común de dicha colaboración aumenta el compromiso de los docentes.
Senge (2002) reconocía en la resolución de problemas un gran potencial de aprendizaje para los miembros de una organización, en tanto que mejora su adaptabilidad al entorno y genera un marco de discusión creativa cuyos frutos terminan incorporándose a la cultura institucional. Si se compartiesen los problemas y los éxitos, los docentes se sentirían menos aislados y, por ende, más seguros y apoyados. En este sentido, no hay duda de que la colaboración, incluso en su estado inicial compartiendo decisiones, estaría relacionada con los resultados escolares positivos.
Será el equipo directivo del centro el que facilitaría el acceso a los recursos que impulsan el aprendizaje docente, como, por ejemplo, garantizando la constancia de las reuniones del profesorado en un ambiente de respeto mutuo, confianza y compromiso, incentivando la estabilidad laboral de los docentes. Asimismo, el profesorado debería formarse, pero también los equipos de dirección deberían recibir mayor formación para poder dirigir grupos de trabajo, claustros y comunidades educativas.
Parece existir consenso en la importancia de la colaboración, pero no es fácil desarrollarla entre docentes, y, además, que los profesores trabajen de forma colectiva no siempre supone intercambios decisivos y claros sobre las intenciones de la educación o las demandas de aprendizaje.
Sin embargo, deberíamos desterrar la idea de que un único docente sería capaz de gestionar el aula con eficacia atendiendo las necesidades y la diversidad del alumnado. El docente es el responsable de lo que sucede en su aula y debería estar dispuesto a crear ambientes adecuados de aprendizaje, pero también debería aceptar, como parte de su profesionalidad, que debe aprender de otros y con otros docentes a lo largo de su vida. Habría que caminar hacia una cultura más colaborativa, que aumentase la autoestima del docente, que dejase atrás el individualismo que nada aporta a la sociedad actual.
Además, potenciar la colaboración docente en aras de obtener mejores resultados en los centros educativos podría conducirnos hacia la profesionalización y al reconocimiento del cuerpo docente en España, que tanto se necesita.
La Formación Profesional en su definición establece que “debe aportar al alumnado las habilidades y conocimientos necesarios que le permitan adaptarse a las modificaciones del campo laboral”. Simulación empresarial, es un módulo globalizador y dinámico que debe adaptarse al contexto socioeconómico actual, se torna más necesaria la colaboración docente profesional ya que permitirá que el aprendizaje sea continuo, sostenido, regular e íntegro para el alumnado.
Como docentes, nuestro objetivo es que el alumnado salga lo más preparado posible para enfrentarse a la demanda actual de profesionales por parte de las empresas o bien para emprender su propia aventura empresarial, para ello debería recibir la formación que requiera el currículo del módulo y con las menos carencias posibles en contenidos sustanciales anteriormente comentados. Considero que, en el contexto que nos ocupa, con un departamento didáctico cuyo profesorado, en general, ya colabora a varios niveles para mantener un clima del centro adecuado, dispuesto a aceptar nuevos retos y un equipo directivo resolutivo y dispuesto a ayudarle para ofrecer una docencia de calidad, deberán establecer estrategias que formando parte de la docencia invitarán a la colaboración docente y que poco a poco fuese parte del quehacer del día a día.
Al mismo tiempo, para favorecer la investigación y la innovación, los docentes podrán crear redes de profesores y el equipo directivo facilitar ventajas económicas, formativas o administrativas. Sería deseable que se diesen subculturas colaborativas en los diferentes equipos de profesores orientada desde la cultura del centro y potenciada por el equipo directivo.
El objetivo final es doble: que el alumno aprendiese al ver colaborar a los profesores y que también aprendiese de las interacciones con sus compañeros y con los docentes, así sería partícipe de su propio aprendizaje consiguiendo una mejora educativa que plasmaría en su desempeño profesional y por añadidura una mejora de la profesión docente.
En la actualidad no se puede afirmar que haya un método educativo que sea válido para todos los contextos y situaciones, por eso pensar que la colaboración docente es la solución a todos los contextos y situaciones puede que no sea adecuado, pero sí resultaría enriquecedor que los alumnos de simulación empresarial experimentasen una enseñanza-aprendizaje de este tipo.
Es cierto que la mayoría de los artículos consultados coinciden en la falta de resultados positivos a favor de la colaboración docente cuando se han comparado resultados entre alumnos que siguen una enseñanza tradicional y los que siguen un programa de enseñanza en colaboración (Miller 2004). Considero que no es el caso de este módulo con una metodología activa y participativa, que, de entrada, ya se da una débil colaboración en ciertos ámbitos con tímidos efectos de mejora en el aprendizaje del alumnado.
Podría darse el caso que los docentes aun colaborando a un nivel más avanzado de la simple coordinación no se consiguiera una mejora en el aprendizaje del alumnado y/o docente, por lo que es conveniente acudir a distintos tipos de colaboración docente y redefinir objetivos. Asimismo, la formación permanente del profesorado para este fin sería importante.
Si complejo es el concepto de colaboración, también lo serán las estrategias y procesos que nos permitirán llegar a ella, implementarla y que forme para de la rutina diaria de los docentes. Pero tengo el convencimiento que sería la mejor forma para que el alumnado obtuviese un aprendizaje global, comprensivo y efectivo como es lo pretendido, y siendo partícipe de su propio aprendizaje.
Por tanto, la formación inicial del profesorado debería incluir ámbitos de capacitación para la investigación educativa vinculada a la mejora y al desarrollo profesional, de los centros y del sistema educativo y con más motivo aun cuando está demostrado que la formación del profesorado es un factor clave en el proceso de cambio (McKinsey y Company, 2007).
Finalmente indicar que el mejor profesional es el que se cuestiona su trabajo e indaga con el fin de buscar las mejores opciones, es decir, se preocupará tanto del camino recorrido como el resultado obtenido. Y no deberá olvidar la investigación como herramienta que permite al profesorado enriquecerse e interactuar con otros docentes.
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