A) EL PERFIL DOCENTE
Antes de profundizar en la relevancia de la Literatura en la sociedad y en la educación, se debe definir cuál sería el perfil docente ideal de las asignaturas relacionadas con el área de conocimientos filológicos. En este sentido, las propuestas son infinitas ya que casi la totalidad de los trabajos vinculados a la Educación Literaria ofrecen un perfil docente ideal. Una de ellas es la planteada por Encabo Fernández et all (2017, 16-17). Estos ofrecen una visión que se adapta a la sensibilidad actual y a las necesidades del alumnado: sin duda alguna, le dan especial relevancia a la combinación de técnicas tradicionales (clases magistrales) con otras más modernas (implicación de las nuevas tecnológicas en el papel educativo). Asimismo, el profesor debe reunir una serie de características estrechamente vinculadas entre sí. Por un lado, es propio del buen docente el estar en constante relación con los nuevos contenidos y líneas de investigación de las áreas que imparte. Quizás, esto no sea especialmente relevante en el nivel de la Educación Secundaria puesto que los contenidos vienen delimitados por el Ministerio de Educación y Cultura. Ahora bien, es obligación de todo buen profesional conocer los derroteros por los que discurre su área de conocimiento y estar al tanto de las nuevas visiones planteadas por la crítica. Por otro lado, a pesar de que en este trabajo estamos profundizando en el campo literario, no se debe olvidar que este mantiene una estrecha y casi indisoluble relación con el campo lingüístico (exceptuando la asignatura de Literatura Universal). En este sentido, es esencial que el docente revise las innovaciones lingüísticas existentes entre los alumnos del nivel en el que imparte sus clases. No hay que olvidar que, como planteó Gutiérrez Ordoñez, “la lengua es un ser vivo” que está en constante cambio y evolución. Así pues, el prestar atención a estas variaciones será un factor clave a la hora de distinguir entre un profesor adaptado a los tiempos modernos y otro que no lo está.
Por último, las cualidades intrínsecas a un profesor ideal, bajo nuestro punto de vista, serían dos: la vocación y el dominio del arte orador. La primera de ellas, aunque tendría que ser intrínseca a todos los docentes de cualquier asignatura, no lo es. Hay profesionales de la educación que carecen de espíritu vocacional. Esto, en muchas ocasiones, deriva en un desinterés, ya no solo hacia la materia a impartir, sino hacia los propios alumnos. En lo que respecta a la oratoria, resulta fundamental la capacidad de ser un buen comunicador para así captar la atención de los estudiantes y fomentar su trabajo por y para la asignatura y los temas que la integran.
En definitiva, el perfil ideal propuesto se ajustaría a los siguientes rasgos: un interés especial por actualizar los conocimientos adquiridos durante los años de formación (innovaciones tanto literarias, como lingüísticas), el dominio del arte de la oratoria y, sobre todo, un espíritu vocacional extraordinario que le lleve a transmitir con pasión e interés los conocimientos relativos a la asignatura asignada durante el curso. Por supuesto, hoy en día, es imprescindible conocer y dominar las herramientas que las nuevas tecnologías han aportado al ámbito educativo.
B) LA CONCEPCIÓN SOCIAL DE LAS HUMANIDADES EN LA ACTUALIDAD
El status de las Humanidades está rozando mínimos históricos. Molina Barea (2014) plantea la misma idea pero de un modo metafórico utilizando la expresión, “se encuentran en peligro de extinción”. Durante su brillante estudio, explica que estas ciencias no gozan en la actualidad de casi ningún privilegio y, para más inri, tampoco son las enseñanzas predilectas de un sistema educativo que desde sus niveles más básicos dota a las ciencias experimentales de un status superior a estas que nos ocupan. Para ella, este grave problema viene “justificado” por un predominante fin utilitarista de la sociedad actual: solo interesa aquello que tiene un propósito rentable, es decir, aquello que genera un beneficio económico. Nuestros tiempos están “deshumanizados” y quizás esta sea una causa de ello: estamos perdiendo ciertas habilidades que solo el conocimiento humanístico puede aportar, y que abarcan múltiples ámbitos (la crítica constructivista, el pensamiento alternativo, la creatividad, la invención, etc.), igualmente requeridos para el progreso de las ciencias técnicas. Los principios que siguen las empresas para contratar a un obrero pasan por su formación y por su creatividad; ahora bien, las leyes educativas actuales están desprestigiando constantemente todas estas ciencias que aportan dichas habilidades, lo que genera una compleja paradoja solo solucionable con una recuperación de las Humanidades en el ámbito académico. A su vez, la misma autora incide en que los estudios de esta rama del conocimiento, generan en el alumno una serie de habilidades que ella denomina “habilidades humanísticas” y que se pueden sintetizar en tres puntos básicos:
En primer lugar, las Humanidades sustentadas en el lenguaje, facilitan las herramientas necesarias para la comprensión y apuntalan el intelecto haciéndolo capaz de aprender argumentos, seguir planteamientos y construir procesos de conocimiento. Así pues, estas ciencias trabajan en diversos niveles: uno está relacionado con la adquisición de conocimientos; otro, con los procesos de comprensión necesarios para asumir estos saberes y, por último, un tercero vinculado a los mecanismos de construcción mental a los que estos dan pie. En definitiva, las humanidades sientan tanto las bases para el aprendizaje en su fase más elemental, como para el desarrollo del entendimiento y el pensamiento.
Además de cimentar la estructura cognoscitiva, también procuran que germine el pensamiento autónomo, es decir, la reflexión sobre los conocimientos adquiridos. Es aquí donde entran en juego el sentido crítico, la creatividad y la capacidad de involucrarse en problemáticas de diversa índole para construirse una opinión propia de los mismos y tratar de proponer alternativas o desarrollar ideas: esto es lo que se conoce como el fomento del espíritu crítico.
Por último, importa señalar la vertiente ética: esta sería imposible de adquirir de otro modo y es directamente aplicable al mundo profesional y a la vida en general. Las Humanidades ayudan a guiar la actitud de cualquier persona que se acerca a ellas además de fomentar el autoconocimiento de uno mismo, decidir su camino profesional o investigador y ayudar a concluir sus metas satisfactoriamente. Ahora bien, ha de tenerse en cuenta que estas ciencias jamás deben de oponerse a la cultura técnica imperante en nuestros días; más bien, ambas deben ir de la mano porque se complementan a la perfección 1La bibliografía sobre este tema ha ido multiplicándose durante los últimos años debido, en gran medida, al desprestigio que esta rama de conocimiento ha sufrido en las leyes educativas: Ordine (2013) o Talens (2009) dan debida cuenta de esta polémica haciéndonos reflexionar, sobre todo el primero, de la importancia que tiene la riqueza de espíritu en la formación de las personas..
Si nos centramos en la ciencia humanística que nos interesa (la Literatura), se puede decir que esta es especialmente rica en la transmisión de esos valores éticos para un funcionamiento correcto de la sociedad: bajo nuestro punto de vista este arte, a través de las historias contadas en cualquiera de los géneros existentes, da cuenta con mayor precisión que otros (sobre todo en las historias protagonizadas por personajes humanos) de los conflictos vitales a los que, en algunas ocasiones y casi con total seguridad, tendremos que hacer frente: un desengaño amoroso, un conflicto paterno-filial o la disyuntiva entre si ayudar a una persona necesitada aún a riesgo de perjudicarnos o no. Por lo tanto, si somos lectores habituales, habremos adquirido durante el ejercicio de este hábito dos elementos: uno, referido a la observación de las decisiones tomadas por “otros” que nos ayudan a emitir juicios de valor sobre si han sido adecuadas o no; el otro, a la adquisición de estas posibles soluciones puestas en práctica durante la resolución de distintos conflictos. En definitiva, la Literatura es una fuente muy rica de valores ético-sociales 2El valor formativo de la Literatura es apasionante, pero, lamentablemente, el objetivo del presente estudio no es indagar en exceso sobre esta cuestión. La mayoría de los textos sobre estas ideas son recientes. Dos de los más destacados son: Compagnon (2012) y Todorov (2009), ahora bien, para adquirirlos se requiere de un proceso aplicable a todas las artes denominado proceso de decodificación.
C) El PROCESO DE DECODIFICACIÓN Y LA RELEVANCIA DEL DIÁLOGO ESTABLECIDO ENTRE LA LITERATURA Y OTRAS DISCIPLINAS
Para Fuentes-Lavaut y Fuentes-González (2013) una de las funciones principales del arte y de la literatura es la de incidir moralmente en el individuo que los consume. Por lo tanto, a la hora de educar a los alumnos en el ámbito artístico se debe insistir, principalmente, en dos aspectos ligados al proceso de decodificación: en primer lugar, su capacidad para percibir las producciones artísticas como un conjunto de técnicas y, en segundo lugar, su habilidad para llegar más allá de la mera decodificación de la obra, es decir, el poder de descifrar qué nos ha querido decir el autor con dicha manifestación. Estos críticos inciden, entre otras muchas, en la figura de M. Kagan como creador de esta concepción ético-artística: para él la mayoría de las producciones están configuradas bajo un sistema de signos que incluyen, no solo las técnicas empleadas por el creador, sino una serie de valores o creencias que el autor ha querido camuflar bajo esas herramientas de la creación. En otras palabras, a través de la decodificación completa del elemento observado, el receptor puede descubrir, en cierto modo, unos elementos éticos que puede incorporar o no a su ideario político-social. Así pues, el arte de la decodificación adquiere un matiz psicológico y espiritual. En definitiva, para estos autores el arte y la literatura son formas de conciencia social: constituyen la representación de ideas o concepciones existentes en una sociedad, codificadas a través de palabras o imágenes artísticas. Esta teoría de interpretación del arte se puede aplicar al resto de las disciplinas, ya sean artísticas o no: la filosofía, a través de un manejo extraordinario de la palabra, consigue transmitir ideas sobre todos los aspectos de la existencia humana. Estas son muchas veces válidas en la actualidad, aunque hay otras que se ajustan a un determinado periodo concreto: por ejemplo, no podemos aceptar determinadas interpretaciones de la mujer de los filósofos medievales, pues era una época misógina.
En el ámbito educativo, recientemente, se ha planteado la idea de la “transversalidad” 3Alrededor de la noción de transversalidad gira una gran cantidad de bibliografía procedente, sobre todo, de los países latinoamericanos donde parece que esta concepción se encuentra más asentada. Por ejemplo: Henríquez de Villalta y Reyes de Romero (2007) explican a la perfección todas las cuestiones relativas a este concepto y su vinculación con la educación en valores.. Según Silvia Rendón (2007) este término plantea la siguiente cuestión: “[…] es un concepto que surge con la idea de ‘atravesar el currículo’ desde una dimensión transdisciplinar que cruza a todos los componentes del mismo, acentuando la dimensión procedimental, actitudinal y axiológica del componente educativo.” Por lo tanto, la literatura, la filosofía, la historia y, en definitiva, el resto de disciplinas humanísticas, transmiten una serie de valores a los receptores de dichos conocimientos que, en la mayoría de las ocasiones, coinciden en su totalidad porque los valores éticos se adscriben muy bien a distintas épocas (recuérdese la concepción de la mujer que acabamos de mencionar). Para que se comprenda mejora esta idea, vamos a plantear dos propuestas recientes:
Una de ellas es la sugerida por González Delgado y González Delgado (2014). Proponen una actividad en la que enlazan la asignatura de Historia de México con el Taller de Lectura. A través de esta unión pretenden enriquecer la formación social del alumnado. Para ello, recurren a la lectura de un cuento de Manuel Mújica Láinez4Escritor, crítico de arte y periodista argentino que desarrolló su vida y obra durante el siglo pasado., El ilustre amor. En el texto los educandos encontrarán elementos de la vida cotidiana propios del periodo virreinal y caracterizarán a los personajes literarios que reflejan correctamente la sociedad de esta época de la historia mexicana. Gracias a esto, adquirirán unos valores de equidad de género, respeto y convivencia y, además, podrán conocer, a través del relato, cómo era la sociedad del mencionado periodo histórico.
La segunda propuesta viene de la mano de De la Garza C. (2005). Gracias a la relación existente entre los textos literarios y filosóficos, (alude a la inspiración que algunos filósofos importantes, en el transcurso de los siglos, han encontrado en la literatura) se puede acercar al alumno distintas formas de expresión creativa que transmiten modos de pensamiento: los alumnos toman un texto literario como un pre-texto para lograr una forma de expresión creativa que los diferencie del resto. Por ello, se puede utilizar este tipo de obras para generar reflexión filosófica. Así pues, la estructura de este tipo de textos genera un modelo funcional para el diálogo e integra a la comunidad, al mismo tiempo que fortalece el lazo social. En definitiva, las historias ayudan a los niños en su búsqueda del significado de su experiencia: la literatura nos transmite modelos de lo humano gracias a los que se puede conseguir dibujar una identidad propia y una comprensión más o menos completa del mundo que nos rodea.
En definitiva, todo proceso de decodificación requiere de una fase previa en la que se adquieren las herramientas necesarias para poder descifrar el objeto observado. Esta contiene una serie de valores éticos y sociales transmitidos por el autor para ser adquiridos por los receptores y que, a su vez, coinciden en su contenido con muchas de las disciplinas humanísticas. Es aquí donde podemos aprovechar la noción de transversalidad para establecer un diálogo de saberes que facilite la comprensión de dichos valores por el conjunto del alumnado.
Bibliografía
Compagnon, A. (2012). ¿Para qué sirve la Literatura? Barcelona: Acantilado.
De la Garza C., M. T. (2005). Filosofía y literatura en la formación del ser humano. AlterTexto, 3, nº6, 91-101.
Encabo Fernández, E.; Jerez Martínez, I.; López Valero, A. (2017). Didáctica de la lengua y la literatura en ESO, innovación e investigación. Madrid: Síntesis.
Fuentes-Lavaut, M. V.; Fuentes-González, H. C. (2013). El arte y la literatura en su rol social ¿tienen valor en la formación ético-estética? Santiago, 1, 110-123.
González Delgado, M.; González Delgado, L. M. (2014). Transversalidad para las humanidades. Aportes. Revista del colegio de ciencias y humanidades para Bachillerato, nº20 (enero-junio), 59-62.
Henríquez de Villalta; Reyes de Romero (2007). La tranversalidad: un reto para la Educación Primaria y Secundaria. Santo Domingo: Editorama.
Molina Barea, M. C. (2014). Sobre la necesidad de las humanidades en la formación académica. Revista de Fomento Social, 69, 313-317.
Ordine, N. (2013). La utilidad de lo inútil. Barcelona: Acantilado.
Rendón, S. (2007). Significados de la transversalidad en el currículum: un estudio de caso. Revista Iberoamericana de Educación, 2, nº43, 121-42.
Talens, J. (2009). El Robot Ilustrado y el futuro de las Humanidades. I/C- Revista Científica de Información y Comunicación, 6, 113-125.
Todorov, T. (2009). La Literatura en peligro. Barcelona: Galaxia Gutenberg.
Carlos Delgado (2015) Colegio Mayor Universitario Isabel de España [Fotografía]. Aula grande. Recuperado de https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Colegio_Mayor_Universitario_Isabel_de_Espa%C3%B1a_-_Aula_grande_-_02.jpg
Íñigo Grávalos Delgado.
[1] La bibliografía sobre este tema ha ido multiplicándose durante los últimos años debido, en gran medida, al desprestigio que esta rama de conocimiento ha sufrido en las leyes educativas: Ordine (2013) o Talens (2009) dan debida cuenta de esta polémica haciéndonos reflexionar, sobre todo el primero, de la importancia que tiene la riqueza de espíritu en la formación de las personas.
[2] El valor formativo de la Literatura es apasionante, pero, lamentablemente, el objetivo del presenteestudio no es indagar en exceso sobre esta cuestión. La mayoría de los textos sobre estas ideas son recientes. Dos de los más destacados son: Compagnon (2012) y Todorov (2009)
[3] Alrededor de la noción de transversalidad gira una gran cantidad de bibliografía procedente, sobre todo, de los países latinoamericanos donde parece que esta concepción se encuentra más asentada. Por ejemplo: Henríquez de Villalta y Reyes de Romero (2007) explican a la perfección todas las cuestiones relativas a este concepto y su vinculación con la educación en valores.
[4] Escritor, crítico de arte y periodista argentino que desarrolló su vida y obra durante el siglo pasado.