Mercurio: el enemigo invisible

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Entre las principales dolencias que padecemos los docentes se encuentran el estrés, la depresión o la ansiedad, todas ellas psicológicas, y desgraciadamente, invisibles para muchas de las personas que nos rodean. Sin embargo, el hecho de ser invisibles no debería implicar un desprecio o subestimación del problema. Este mismo razonamiento podría aplicarse al caso de ciertos riesgos para salud existentes en las aulas, como es el caso del mercurio contenido en las lámparas fluorescentes compactas, llamadas comúnmente, bombillas de bajo consumo y tubos fluorescentes.

El presente artículo tiene como objetivo concienciar, informar y dar algunas respuestas al invisible problema del mercurio. La inexistencia de un protocolo de actuación en caso de rotura accidental de una de estas lámparas, es a día de hoy, una asignatura pendiente en muchos de nuestros centros educativos.

El problema de estas lámparas, muy extendidas en nuestros centros educativos, radica en la existencia de mercurio en estado gaseoso en su interior, metal pesado tóxico al ser inhalado, especialmente dañino en el caso de los niños. Sin embargo, a este riesgo para la salud estamos expuestos todos (alumnos, trabajadores de la limpieza, profesores,…). Es por ello, que el residuo de estas lámparas es considerado como residuo peligroso (de acuerdo a la Orden MAM/304/2002, en el Anejo 2, lista Europea de Residuos de conformidad con la Directiva 91/689/CEE, sobre residuos peligrosos).

A nivel estatal, la asociación que reúne a las principales empresas de iluminación con el objetivo de desarrollar un sistema de recogida y tratamiento de residuos de lámparas y luminarias (AMBILAMP), y que ha diseñado los contenedores que se ubican en algunos de nuestros centros educativos para la recogida de estos residuos, nos avisa en su documento «Precaución en la manipulación de residuos» que «es necesario tener presente la existencia de determinados riesgos para el ser humano, que se podrían producir al romperse accidentalmente la lámpara».

Puede consultarse en: http://www.ambilamp.es/el_reciclaje/documentacion

En otro de sus documentos, llamado «Manipulación de residuos», establece incluso un protocolo de actuación en caso de rotura de una lámpara y marca unas acciones a tener en cuenta.

A nivel europeo, el Comité Científico de los Riesgos Sanitarios y Medioambientales (Scientific Committee on Health and Environmental Risks, SCHER, en inglés) es uno de los tres comités científicos no alimentarios e independientes que asesoran a la Comisión Europea sobre seguridad de los consumidores, salud pública y medioambiente. La Comisión Europea lo puso en marcha en 2004 con el fin de disponer de asesoramiento científico sobre salud y riesgos medioambientales.

Dicho Comité emite dictámenes sobre riesgos para la salud y el medio ambiente en relación con los contaminantes en el medio ambiente y otros factores biológicos y físicos o condiciones físicas cambiantes que puedan tener un impacto negativo en la salud y el medio ambiente (por ejemplo, en relación con la calidad del aire, el agua, los residuos y los suelos).

La Comisión Europea solicitó al SCHER que evaluara, entre otros asuntos, los posibles riesgos para la salud de los consumidores derivados de las emisiones de mercurio producidas por la rotura accidental de lámparas fluorescentes compactas (CFL, siglas del inglés «compact fluorescent lamp»). Al hacerlo, se le pidió que tomara en cuenta los riesgos para algunos grupos vulnerables de la población, tales como los niños y las embarazadas.

Así, el 18 de mayo de 2010,  SCHER emitió un Dictamen donde opinaba que en el caso de los adultos es poco probable que la rotura de una lámpara fluorescente compacta CFL ocasionara un riesgo para la salud. Sin embargo, uno de los estudios en los que se apoya para emitir esta opinión (Maine compact fluorescent lamp study, 2008), afirma en sus conclusiones que:

«Higher mercury concentrations were recorded immediately after breaking a lamp, after vacuuming when a source remains in the carpet, and at varying times after the breakage and cleanup of certain lamp types (called “spiking” in this report). It is unclear what health effect these shorter term higher spikes in mercury concentrations might have. »

Las concentraciones más altas de mercurio se registraron inmediatamente después de romper una lámpara, después de pasar la aspiradora cuando una fuente permanece en la alfombra, y en diferentes momentos después de la rotura y limpieza de ciertos tipos de lámparas. No está claro qué efecto sobre la salud podrían tener estos picos más altos y de corta duración de las concentraciones de mercurio.

En este estudio, se midieron las concentraciones de mercurio a la altura de cinco pies (zona de respiración adulta) y una altura de un pie (zona de respiración de un niño pequeño) por encima del suelo de la sala de estudio. Se ensayaron inicialmente 6 escenarios con lámparas fluorescentes compactas CFL de 60 watios, aunque posteriormente se plantearon escenarios adicionales con diferentes tipos de lámparas de mayor potencia, otras condiciones de ventilación y métodos diferentes de limpieza de los restos. El hallazgo más notable del estudio fue ver cuán variables pueden ser los resultados según el tipo de lámpara, el nivel de ventilación y el método de limpieza.

La concentración de mercurio en el aire de la sala de estudio a menudo excedió la Guía de Aire Ambiente de Maine (MAAG) de 300 nanogramos por metro cúbico (ng/m3) durante un período de tiempo, con episodios cortos de más de 25.000 ng/m3, a veces más de 50.000 ng/m3, y posiblemente más de 100.000 ng/m3 por la rotura de una única lámpara fluorescente compacta. Un corto período de ventilación pudo, en la mayoría de los casos, reducir significativamente las concentraciones de mercurio en el aire después de la rotura.

Para el Escenario 1, una CFL equivalente de 60 vatios «Brand A» se rompió a fondo con un martillo y se dejó en la habitación con la ventana cerrada y la puerta cerrada. Para el Escenario 1, Prueba 5 (S1T5), el mercurio alcanzó un máximo de 962 ng / m3 a la altura de cinco pies y alcanzó un máximo de 34.954 ng / m3 a la altura de un pie.

(Maine compact fluorescent lamp study, 2008)

Los datos del estudio también demuestran, como ya se ha dicho, un nivel significativo de variabilidad en las concentraciones, destacando para algunas CFL concentraciones promedio tras una hora casi tres veces la MAAG de 300 (ng/m3).

En este estudio se revela la preocupación por los resultados obtenidos en las concentraciones de mercurio a la altura de un pie (la zona de respiración de un niño pequeño). Se afirma en dicho estudio (pág.26) que a la altura de un pie (30,48 cm) es especialmente preocupante, ya que los bebés y los niños tienden a gastar una buena cantidad de tiempo en contacto cercano o proximidad a superficies de suelos. En dicho informe se manifiesta que hay problemas de salud en el nivel de 300 ng/m3 incluso cuando hay exposiciones a corto plazo. Este valor de concentración de Hg es el valor de referencia de la EPA (Agencia de Protección Ambiental de EEUU) llamado «reference concentration (RfC)» (éste coincide con el de la MAAG), que está diseñado para proteger contra la exposición crónica.

Debido a esta preocupación, en las conclusiones del estudio, entre otros, se sugiere que los propietarios de viviendas consideren no utilizar lámparas fluorescentes en situaciones donde podrían romperse fácilmente: en dormitorios usados ​​por bebés, niños pequeños o mujeres embarazadas.

En relación al riesgo para la salud de los niños, el dictamen del SCHER afirma que en comparación con los adultos, los niños tienden a estar más expuestos que los adultos al mercurio liberado, pues los niños aspiran más aire en relación a su tamaño y son más activos físicamente, por lo que inhalarían cantidades relativamente mayores de vapor. Como afirma el dictamen:

«Therefore, mercury vapours, if present in indoor air, may be delivered to children at higher internal doses than to adults (Miller et al. 2002) ».

Además, la cantidad de mercurio en el aire no es la única consideración importante. En el caso de los niños pequeños, que se llevan a la boca sus dedos y diferentes objetos, es particularmente relevante considerar el mercurio derramado que se ha condensado en forma de gotitas adheridas al polvo o sobre diferentes superficies (suelo, mobiliario, etc.), especialmente si la clase no ha sido aireada o limpiada a fondo.

En relación a este mercurio que podría ser ingerido por los niños vía oral, el Comité Científico de los Riesgos Sanitarios y Medioambientales admite que no tiene datos para emitir una valoración:

«Regarding risk for children, possible exposures from oral intake of dust and hand-to-mouth contact cannot be evaluated due to lack of scientific data; therefore, no conclusions on potential risk are possible. »

Dicho Comité Científico de los Riesgos Sanitarios y Medioambientales mantiene las mismas dudas casi dos años después, en un nuevo Dictamen fechado el 22 de marzo de 2012, afirmando que:

«Therefore, an assessment of indirect exposure due to dust consumption or hand-to-mouth contact in children is highly uncertain.»

Por lo tanto, una valoración de la exposición indirecta debida al consumo de polvo o del contacto de mano a boca en los niños es altamente incierta.

Entre las conclusiones de este nuevo Dictamen, se recoge que ventilar la sala inmediatamente después de la rotura de una lámpara fluorescente compacta, pedir a las mujeres embarazadas y niños pequeños que salgan de la sala, y recoger los restos de la lámpara en contenedores apropiados, reduce significadamente los picos y las concentraciones medias de Hg de una hora y, así se evita, la exposición de grupos de población potencialmente sensibles al pico de concentraciones de Hg.

Por todo ello, el Comité Científico de los Riesgos Sanitarios y Medioambientales (SCHER) recomienda proporcionar a los clientes instrucciones específicas para la eliminación de los restos de mercurio después de la rotura de una CFL e información para proteger a los niños.

En mi opinión, se hace por tanto necesario informar a la comunidad educativa de los riesgos existentes y cómo actuar en caso de rotura accidental de una lámpara fluorescente compacta, es decir, establecer un protocolo de actuación que minimice los riesgos. Para garantizar el éxito de dicho protocolo, será especialmente importante facilitar instrucciones precisas al personal de limpieza de los centros educativos.

A continuación, se propone un posible protocolo de actuación en caso de accidente con una CFL.

Protocolo: Rotura de Lámpara fluorescente compacta CFL:

  1. Sacar a los alumnos del aula lo más rápido posible inmediatamente después de la rotura accidental de la lámpara y trasladarlos a otra aula libre durante el resto de la jornada.
  2. Ventilar muy bien el aula inmediatamente después de la rotura abriendo las ventanas (se cerrará la puerta) y durante al menos quince minutos para rebajar la concentración de vapor de mercurio. Durante este tiempo, nadie accederá al aula.
  3. Apague el aire acondicionado, calefacción o ventiladores si es que se encuentran encendidos.
  4. Tras 15 minutos desde la rotura de la lámpara, proceder a limpiar los restos:
  5. Usar mascarilla y guantes de látex anti-corte para evitar el contacto con el mercurio.
  6. Para recoger el vidrio utilizar un cartón rígido en forma de pala en lugar de una escoba (dispersaría los restos de mercurio). Con la ayuda de una banda adhesiva (cinta adhesiva gruesa) recoger con precaución los trozos pequeños de vidrio y el polvo restantes. Emplear toallitas húmedas desechables para limpiar a fondo todas las superficies impregnadas por el polvo de mercurio (mercurio adherido a paredes, suelo y mobiliario de la clase).
  7. No utilizar aspiradora en ningún caso, porque el mercurio queda en la bolsa de la misma y se va evaporando paulatinamente, favoreciendo con ello la difusión de los vapores de mercurio por todo el recinto.
  8. Utilizar un contenedor hermético (recipiente de vidrio/plástico o doble bolsa de plástico bien sellada) donde se colocarán los restos de cristal, el polvo y el material de limpieza: los guantes, la mascarilla y los paños húmedos utilizados para recoger los restos de cristal y polvo de mercurio. En el caso de existir suelo con moqueta, estudiar la posibilidad de sustituirla por otra nueva.
  9. Tras la recogida, trasladar los restos, lo antes posible, a un punto limpio. Si no fuese posible, guardar los restos sellados al aire libre.
  10. Dejar ventilando el aula durante varias horas, al menos unas 5 horas.
  11. Si la ropa, calzado o cualquier otro material blando estuvo en contacto directo con el vidrio roto o el mercurio contenido en el polvo del interior del tubo o lámpara de luz, éstos deben ser desechados en el mismo recipiente hermético. No debe lavarse ninguna de las prendas.

Bibliografía y webgrafía

  • Orden MAM/304/2002, de 8 de febrero, por la que se publican las operaciones de valorización y eliminación de residuos y lista europea de residuos.
  • ME-EPA, 2008. Maine compact fluorescent lamp study. Maine Department of Environmental Protection.
  • SCHER (Scientific Committee on Health and Environmental Risks), Opinion on Mercury in Certain Energy-saving Light Bulbs, 18 May 2010.
  • SCHER (Scientific Committee on Health and Environmental Risks), Opinion on Mercury in Certain Energy-saving Light Bulbs – Exposure of Children, 22 March 2012.
  • http://www.ambilamp.es/el_reciclaje/documentacion

 

JAIME APARICI CRUZ

 

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