Desarrollo de la autonomía o el sentido de iniciativa y espíritu emprendedor a través del deporte colectivo

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La actividad física, en sus diversas manifestaciones, se ha venido usando a lo largo de los años, desde diferentes ámbitos, para mejorar el aspecto físico de las personas y para mejorar su estado de salud.

Es indudable, y así lo demuestran numerosos estudios e investigaciones, que una práctica correcta y equilibrada de actividades físico-deportivas puede llegar a generar beneficios a nivel personal desde el punto de vista de la salud, lo que con llevará una mejora evidente en la calidad de vida de la persona.

Así, podemos afirmar que la práctica de una actividad física regular:

  • Aumenta la esperanza y la calidad de vida.
  • Disminuye el riesgo de sufrir enfermedades.
  • Facilita el abandono de hábitos nocivos: alcohol, tabaco, drogas.
  • Mejora el estado físico y, como consecuencia, la imagen que uno tiene de sí mismo.
  • Estimula la actividad del sistema inmunitario, disminuyendo el riesgo de infecciones.
  • Proporciona un sueño más reconfortante.
  • Provoca buen humor y optimismo.
  • Permite resistir con mayor facilidad al dolor.
  • Facilita las relaciones con los demás y con el entorno.
  • Disminuye el gasto económico individual y colectivo en asistencia sanitaria.

Por no hablar de los beneficios desde el punto de vista fisiológico:

  • Aumento del consumo máximo de oxígeno, gasto cardíaco-volumen sistólico.
  • Reducción de la frecuencia cardíaca a un consumo de oxígeno dado.
  • Mayor eficacia del músculo cardíaco.
  • Vascularización miocárdica mejorada.
  • Tendencias favorables en la incidencia de la mortalidad cardíaca.
  • Aumento de la capilarización del músculo esquelético.
  • Incremento de la actividad de las enzimas aeróbicas del músculo esquelético.
  • Disminución de la producción de lactato a un porcentaje dado del consumo máximo de oxígeno.
  • Mejora de la capacidad de utilización de los ácidos grasos libres durante el ejercicio. Ahorro de glucógeno.
  • Mejora de la resistencia durante el ejercicio.
  • Aumento del metabolismo, lo cual resulta beneficioso desde el punto de vista nutricional.
  • Contrarresta la obesidad.
  • Mejora la estructura y función de ligamentos y articulaciones.
  • Aumenta la fuerza muscular.
  • Incrementa la liberación de endorfinas.
  • Amplifica las ramificaciones de la fibra muscular.
  • Mejora la tolerancia al calor, aumentando la sudoración.
  • Contrarresta la osteoporosis.
  • Puede normalizar la tolerancia a la glucosa.

Por todo ello y, porque nos ha tocado vivir en una sociedad en la que impera el sedentarismo y la total falta de actividad física, rodeados como estamos de tantas comodidades… Y, como agentes que intervenimos en la promoción de la salud de nuestros alumnos, todos los maestros y, más específicamente, desde el área de la Educación Física, exponemos las tres grandes razones por las que nuestros jóvenes deben practicar actividad física en estas edades y participar asiduamente en las clases de Educación Física y en el deporte escolar: contribuye a su crecimiento y desarrollo equilibrado, los beneficios del ejercicio físico son para toda la vida y, con su práctica regular, tendremos menor riesgo de padecer todo tipo de accidentes y enfermedades relacionados con la salud.

No quiero pecar de oportunista y quedarme en la mera exposición de las bondades de la actividad físico-deportiva, tema tremendamente manido. En este artículo se pretende analizar el desarrollo de la competencia del “Sentido de iniciativa y espíritu emprendedor” de los alumnos de la etapa de Educación Primaria respecto a su conducta específica en la práctica del deporte colectivo, permitiéndoles una participación activa en el proceso de enseñanza-aprendizaje a través de juegos predeportivos o de iniciación deportiva.

Para ayudar a la comprensión de las bases de esta propuesta, se expone un cuadro en el que se puede observar la alta relación entre el significado de las competencias educativas y su utilidad en el campo de las actividades físico-deportivas en cuanto a la percepción, la decisión y la toma de decisiones personales y colectivas en las acciones del juego y/o en la vida real:

Así y, haciéndonos eco del apartado legislativo y curricular que trata de la contribución de cualquier área del currículo escolar al desarrollo de las competencias clave, nosotros nos centraremos en el “Sentido de iniciativa y espíritu emprendedor”.

Según la Orden ECD/686/2014, de 23 de abril, por la que se establece el currículo de la Educación Primaria para el ámbito de gestión del Ministerio de Educación, Cultura y deporte y se regula su implantación, así como la evaluación y determinados aspectos organizativos de la etapa, se adopta la denominación de las competencias clave definidas por la Unión Europea. Se considera que «las competencias clave son aquellas que todas las personas precisan para su realización y desarrollo personal, así como para la ciudadanía activa, la inclusión social y el empleo». Se identifican siete competencias clave esenciales para el bienestar de las sociedades europeas, el crecimiento económico y la innovación, y se describen los conocimientos, las capacidades y las actitudes esenciales vinculadas a cada una de ellas: Comunicación lingüística, Competencia matemática y competencias básicas en ciencia y tecnología, Competencia digital, Aprender a aprender, Competencias sociales y cívicas, Sentido de iniciativa y espíritu emprendedor, Conciencia y expresiones culturales.

Además, según la Orden ECD/65/2015, de 21 de enero, por la que se describen las relaciones entre las competencias, los contenidos y los criterios de evaluación de la educación primaria, la educación secundaria obligatoria y el bachillerato, la competencia “sentido de iniciativa y espíritu emprendedor” implica la capacidad de transformar las ideas en actos. Ello significa adquirir conciencia de la situación a intervenir o resolver, y saber elegir, planificar y gestionar los conocimientos, destrezas o habilidades y actitudes necesarios con criterio propio, con el fin de alcanzar el objetivo previsto.

Esta competencia está presente en los ámbitos personal, social, escolar y laboral en los que se desenvuelven las personas, permitiéndoles el desarrollo de sus actividades y el aprovechamiento de nuevas oportunidades. Constituye igualmente el cimiento de otras capacidades y conocimientos más específicos, e incluye la conciencia de los valores éticos relacionados.

La adquisición de esta competencia es determinante en la formación de futuros ciudadanos emprendedores, contribuyendo así a la cultura del emprendimiento. En este sentido, su formación debe incluir conocimientos y destrezas relacionados con las oportunidades de carrera y el mundo del trabajo, la educación económica y financiera o el conocimiento de la organización y los procesos empresariales, así como el desarrollo de actitudes que conlleven un cambio de mentalidad que favorezca la iniciativa emprendedora, la capacidad de pensar de forma creativa, de gestionar el riesgo y de manejar la incertidumbre. Estas habilidades resultan muy importantes para favorecer el nacimiento de emprendedores sociales, así como de futuros empresarios.

Entre los conocimientos que requiere esta competencia se incluye la capacidad de reconocer las oportunidades existentes para las actividades personales, profesionales y comerciales. También incluye aspectos de mayor amplitud que proporcionan el contexto en el que las personas viven y trabajan, tales como la comprensión de las líneas generales que rigen el funcionamiento de las sociedades y las organizaciones sindicales y empresariales, así como las económicas y financieras; la organización y los procesos empresariales; el diseño y la implementación de un plan (la gestión de recursos humanos y/o financieros); así como la postura ética de las organizaciones y el conocimiento de cómo éstas pueden ser un impulso positivo, por ejemplo, mediante el comercio justo y las empresas sociales.

Asimismo, esta competencia requiere de las siguientes destrezas o habilidades esenciales: capacidad de análisis; capacidades de planificación, organización, gestión y toma de decisiones; capacidad de adaptación al cambio y resolución de problemas; comunicación, presentación, representación y negociación efectivas; habilidad para trabajar, tanto individualmente como dentro de un equipo; participación, capacidad de liderazgo y delegación; pensamiento crítico y sentido de la responsabilidad; autoconfianza, evaluación y auto-evaluación, ya que es esencial determinar los puntos fuertes y débiles de uno mismo y de un proyecto, así como evaluar y asumir riesgos cuando esté justificado (manejo de la incertidumbre y asunción y gestión del riesgo).

Finalmente, requiere el desarrollo de actitudes y valores como: la predisposición a actuar de una forma creadora e imaginativa; el autoconocimiento y la autoestima; la autonomía o independencia, el interés y esfuerzo y el espíritu emprendedor. Se caracteriza por la iniciativa, la pro-actividad y la innovación, tanto en la vida privada y social como en la profesional. También está relacionada con la motivación y la determinación a la hora de cumplir los objetivos, ya sean personales o establecidos en común con otros, incluido el ámbito laboral.

Así pues y, a modo de síntesis, para el adecuado desarrollo de esta competencia resulta necesario abordar:

–   La capacidad creadora y de innovación: creatividad e imaginación; autoconocimiento y autoestima; autonomía e independencia; interés y esfuerzo; espíritu emprendedor; iniciativa e innovación.

–   La capacidad pro-activa para gestionar proyectos: capacidad de análisis; planificación, organización, gestión y toma de decisiones; resolución de problemas; habilidad para trabajar tanto individualmente como de manera colaborativa dentro de un equipo; sentido de la responsabilidad; evaluación y auto-evaluación.

–   La capacidad de asunción y gestión de riesgos y manejo de la incertidumbre: comprensión y asunción de riesgos; capacidad para gestionar el riesgo y manejar la incertidumbre.

–   Las cualidades de liderazgo y trabajo individual y en equipo: capacidad de liderazgo y delegación; capacidad para trabajar individualmente y en equipo; capacidad de representación y negociación.

–   Sentido crítico y de la responsabilidad: sentido y pensamiento crítico; sentido de la responsabilidad.

Por otro lado, el deporte se ha constituido como uno de los que puede ser denominado contenido universal en los currículos de la Educación Física de muy diferentes países y, sin duda, como la manifestación cultural del movimiento humano que puede ser calificada de hegemónica.

En este sentido, los profesionales de Educación Física debemos darnos cuenta de la necesidad de no dar la espalda a este hecho y comprender que, en nuestra formación, también es necesario reservar un espacio a las actividades deportivas, tanto para enriquecer nuestra actuación en el aula, como para conseguir que, fuera del horario lectivo, la vinculación con la práctica deportiva continúe en el tiempo.

Así, se pretende analizar el desarrollo del “sentido de la iniciativa y espíritu emprendedor” de los alumnos que participan en cualquier deporte colectivo como actividad escolar o extraescolar.

Cualquier alumno que alcance cierta autonomía en sus comportamientos y en sus razonamientos conseguirá un mayor grado de libertad en sus actuaciones cotidianas. La práctica de un deporte es una actividad que ofrece múltiples posibilidades al respecto, debido a que, su carácter fundamentalmente procedimental, permite planteamientos didácticos y estrategias prácticas mucho más abiertos que cualquier área curricular escolar.

Con esta competencia se pretende que el alumnado, por un lado, tome decisiones con criterio y desarrolle la opción elegida asumiendo las consecuencias, adquiera habilidades personales como la autonomía, creatividad, autoestima, autocrítica, iniciativa, el control emocional y, por otro lado, sepa aprender de los errores.

Cuando nos enfrentamos a cualquier situación de enseñanza-aprendizaje, aparece un aspecto ya propuesto por Sánchez Bañuelos (1986), basado en los trabajos de Welford (1969) y Marteniuk (1976), que denomina criterio de complejidad del aprendizaje para lo cual se extraen los mecanismos que intervienen en dicha complejidad y que son: perceptivo, de decisión y de ejecución.

El mecanismo perceptivo está referido a cuestiones tales como las relativas a la detección de los estímulos, comparación de las informaciones recibidas con las almacenadas, la selección de informaciones, o la propia anticipación. Mientras que el mecanismo de toma de decisiones supone la comparación, transformación de la información, selección del plan de acción y del programa motor adecuado, así como la determinación del esfuerzo necesario. Por último, el mecanismo de ejecución actúa sobre unidades musculares provocando la realización del gesto adecuado, es decir, este mecanismo es el responsable de la organización de la respuesta.

Debemos señalar que la competencia del “sentido de la iniciativa y espíritu emprendedor” está íntimamente relacionada con el factor decisional del individuo, siendo ahí donde deberá incidir nuestra intervención. Emplazaremos a nuestro alumnado a tomar decisiones con progresiva autonomía en situaciones en las que debe manifestar autosuperación, perseverancia y actitud positiva. Además, daremos protagonismo al alumnado en aspectos de organización individual y colectiva de las actividades físicas, deportivas y expresivas.

Si nos centramos en los deportes, como contexto pedagógico que promueve la adquisición de competencias, cobrará especial relevancia el respeto a un conjunto de principios pedagógicos que remiten a (Pérez Gómez, 2007; citado por Blázquez y Bofill, 2009):

–   Propiciar, a través de los procesos de aprendizaje, la reconstrucción de los modelos mentales y de participación motriz del alumno.

–   Implicar al alumno en procesos de búsqueda, de indagación, de experimentación, de reflexión, de aplicación y de comunicación de los aprendizajes.

–   Presentar situaciones reales y actividades auténticas, que estén próximas a la vida cotidiana de los alumnos.

–   Flexibilizar la organización de las actividades para poder vincularlas al entorno social.

–   Aprender en situaciones de incertidumbre.

–   Crear entornos de aprendizaje centrados en el intercambio y en la vivencia en torno a la cultura deportiva.

–   Promover la metacognición, la toma de conciencia de los propios conocimientos.

–   Suscitar contextos cooperativos que hagan posible el diálogo, el intercambio, la escucha activa, el respeto a las diferencias, el enriquecimiento recíproco y la creación de un clima social constructivo.

–   Ofrecer un entorno de seguridad afectiva, en el que el alumno sienta que pueda explorar, integrar el error, replantearse, realimentar el proceso y volver a experimentar.

–    Abrir la puerta al desarrollo de procesos de evaluación formativa, que posibiliten el progreso de cada persona.

Consideramos que para mejorar esta competencia clave hay que trabajar desde un proyecto colectivo y, así, utilizaremos en nuestras sesiones una metodología lúdica, activa y participativa. Aunque, en ocasiones, necesitaremos la utilización del mando directo y el descubrimiento guiado en la enseñanza de técnicas concretas y específicas, predominará la resolución de problemas como principio metodológico de toda nuestra intervención (Mosston, 1985; Piéron, 1988; Sánchez Bañuelos, 1986 y Blández, 2000).

Así, como opciones metodológicas más significativas en el desarrollo que se persigue de la autonomía e iniciativa personal, señalamos los siguientes referentes:

  • Puesta en práctica de opciones metodológicas orientadas hacia la emancipación del alumno: enseñanza basada en problemas.
  • Puesta en práctica de alternativas metodológicas cooperativas.
  • Introducción del deporte colectivo desde la perspectiva de la enseñanza para la comprensión.
  • Implicación del alumno en procesos organizativos y de autogestión de la actividad física desde el modelo de educación deportiva.
  • Alternativas metodológicas ligadas a la educación en valores.

Por otro lado, la utilización de juegos se considera un paso metodológico imprescindible para el desarrollo de los diferentes niveles que se reflejan en el juego. Como proceso de enseñanza, la relación del niño: con el balón o cualquier otro implemento, con el compañero y entre ambos con los contrarios, marcan los tres puntos diferenciados del proceso metodológico en el que, sin duda, tienen mayor vivencia los argumentos de diversión, distracción y aproximación al juego que podemos definir como previo a la práctica del deporte colectivo.

Así, en ningún caso, este planteamiento interferirá a otros modelos educativos, sino que enriquecerá cualquier otro proceso que tenga relación con enseñanzas deportivas.

Referencias bibliográficas:

  • Ferreras Vidal, I. M. (2014): TFG: Desarrollo de la “Autonomía e Iniciativa Personal” a través del Balonmano mediante una intervención práctica en el CEIP Ntra. Sra. De La Candelaria. Universidad de Salamanca (Escuela Universitaria de Magisterio de Zamora). Repositorio Documental Gredos. Recuperado de  https://gredos.usal.es/jspui/bitstream/10366/125900/1/TG_FERRERAS%20VIDAL,%20Ignacio_Desarrollo%20de%20la%20autonom%C3%ADa.pdf
  • Sánchez Martín, A. y Del Villar, F. (2000): El análisis de la autonomía de los alumnos en E.F. como medio de formación y de reflexión del maestro especialista en Educación Física. En Contreras Jordán, O. R. (coord.). La formación inicial y permanente del profesor. Volumen II. Colección Estudios. Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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