En el día a día de nuestras aulas, cada docente sabe que enseñar no es solo transmitir conocimientos: es acompañar. Y en ese acompañamiento, la convivencia cobra un papel esencial. No hablamos únicamente de evitar conflictos, sino de construir un entorno donde cada estudiante se sienta visto, valorado y seguro. En este escenario, la educación emocional se presenta como una aliada imprescindible.
Este artículo nace de la experiencia cotidiana en las aulas y de la convicción de que es posible e incluso necesario educar desde la emoción. Partiendo de un marco teórico, exploramos qué entendemos por convivencia positiva, cuáles son las competencias emocionales básicas y cómo puede el profesorado convertirse en un referente emocional para su grupo. A partir de ahí, proponemos estrategias concretas aplicables en el aula, en la tutoría y desde la experiencia que ya marcan la diferencia.
Se reflexiona sobre las prácticas reales y adaptadas al día a día docente, como una rueda de emociones o la gestión de un momento de conflicto con escucha activa. También abordamos los retos que esto supone: la falta de tiempo, la formación insuficiente, la presión del currículo. Pero sobre todo, queremos reflexionar que sí se puede educar para convivir (mejor) en el aula. Que hay caminos. Y que merece la pena recorrerlos.
La adolescencia es una fase crucial caracterizada por cambios físicos, emocionales y sociales la cual presenta desafíos intensos que pueden afectar el desarrollo y la adaptación de los jóvenes. La educación emocional será en esta etapa una herramienta vital ya que proporciona las habilidades necesarias para comprender y gestionar estas emociones, estableciendo las bases para la salud mental positiva y habilidades sociales efectivas. Este artículo destaca los cambios físicos y emocionales en la adolescencia, así como los desafíos en la identidad, autoestima y relaciones interpersonales. La educación emocional, enfocada en el desarrollo de habilidades emocionales, se vincula directamente al bienestar psicológico, reduciendo el estrés, la ansiedad y la depresión. Los beneficios incluyen una mejora en la toma de decisiones y la resolución de conflictos. La implementación exitosa de programas de educación emocional requiere estrategias efectivas, como actividades prácticas y colaborativas, así como su incorporación formal en el currículo escolar con capacitación docente y evaluación constante, proporcionando a los adolescentes las herramientas necesarias para afrontar esta etapa de la vida llena de cambios y descubrimientos.
Desde hace varias décadas la educación emocional ha ido abriéndose paso en las escuelas poco a poco. Hoy en día es fácil encontrar centros educativos en los que la educación emocional está muy presente en su proyecto educativo de centro así como docentes que buscan un hueco en su apretada agenda para introducir la educación emocional en el día a día de las aulas.
Este artículo tiene como objetivo recordar la importancia de las emociones en la educación en un momento sin precedentes en la historia de la educación. Actualmente, cuando vivimos con las emociones a flor de piel tras haber vivido meses muy intensos, es importante recordar la importancia de saberlas reconocer, tratar, expresar y gestionar adecuadamente.
Es cierto que hemos perdido varios meses lectivos y en las aulas tendemos a “recuperar el tiempo perdido”, pero a través de este artículo hago un llamamiento para parar y sentarnos a hablar de emociones, tan importantes para el desarrollo integral del individuo.
Este artículo pretende mostrar la importancia de realizar acciones en la escuela para el desarrollo de la competencia emocional en los alumnos y alumnas, llevándolas a cabo no solo en el aula ordinaria sino también en el aula de audición y lenguaje. Se parte de la idea de que trabajando las emociones en pro del desarrollo de la competencia emocional, los niños y niñas que presentan dislalias serán más estables emocionalmente, más seguros de sí mismos, y desarrollarán habilidades de comunicación y expresión que facilitarán el logro de los objetivos de articulación. También se considera que la dramatización como estrategia educativa puede ayudar a ello.
Las personas somos seres sociales y necesitamos de los demás para crecer y desarrollarnos. Es aquí donde la inteligencia emocional y, más concretamente, la educación emocionalmente inteligente juega un papel importantísimo en el desarrollo de los niños y adolescentes. Entender términos como habilidades sociales, asertividad y competencia social es de gran importancia si queremos formar alumnos emocionalmente competentes y crear un buen ambiente educativo. En este sentido, ser profesores y educadores emocionalmente inteligentes es vital.
En toda convivencia, tal y como afirma Sastre Vilarrasa y Moreno Marimon (2002, Pág.15), hay momentos apacibles y momentos conflictivos. Entendemos que el conflicto es una parte natural para el… Leer más »
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