Se puede definir el autismo como un síndrome que se encuentra dentro de los llamados trastornos generalizados del desarrollo o espectro autista. Estos se caracterizan por la presencia de algunas alteraciones que afectan a la persona desde el punto de vista afectivo, cognitivo y emocional.
Aunque cada niño es diferente dentro del continuum que forman estos trastornos, sí se puede indicar que estar personas suelen presentar algunas de las siguientes cuatro características:
1) Se pueden observar problemas de déficit de atención, rabietas, problemas de interrelación, aversión hacia el contacto físico o presentan dificultades en lo que se denomina «teoría de la mente». Esta consiste en ciertas complicaciones ante el reconocimiento de las emociones propias y de los demás.
2) Es patente un deterioro en las relaciones sociales, de comunicación y en el lenguaje verbal.
3) Presentan dificultades que les complican entender cómo funciona el mundo que les rodea. A su vez, pueden observarse dificultades en las habilidades intelectuales que precisen del pensamiento simbólico o abstracto. Sin embargo, las actividades manipulativas, espacio visuales y de memoria inmediata las realizan con mejores resultados.
4) Pueden mostrar determinados movimientos y actitudes estereotipadas o rígidas en su comportamiento así como en su forma de hablar. Necesitan rutinas claras y conocer todo lo que suponga un cambio en la planificación ordinaria de las clases.
Las necesidades educativas especiales que necesita este tipo de alumnado son:
-a) Estimular la autonomía y la capacidad de resolver los problemas cotidianos.
– b) Incrementar las habilidades sociales para desarrollar la interacción social.
– c) Mejorar las estrategias para poder comunicarse.
– d) Potenciar las habilidades cognitivas: juego simbólico, atención, percepción, memoria, imitación,…
Para poder abordar dichas necesidades se tendrá que realizar una adaptación curricular basada en cinco aspectos esenciales:
1) Partir siempre del nivel curricular del alumno y de sus intereses.
2) Aprovechar sus centros de interés para darle a conocer nuevos contenidos.
3) Enseñarles habilidades funcionales que les ayuden a no estar limitados para poder comunicarse con sus compañeros de edad y nivel.
4) Contextualizar los aprendizajes en la vida diaria aprovechando diferentes vías y canales de acceso.
5) Estructurar sistemáticamente los aprendizajes de forma globalizada aprovechando los temas que les interesen mediante estímulos que le hagan al alumno reaccionar y aprender de forma diferente a como está acostumbrado a hacerlo.
Dentro de las recomendaciones para mejorar el ámbito comunicativo y lingüístico se indican:
– El objetivo de estimular la comunicación no debe entenderse únicamente a nivel verbal sino también no verbal. Para esto, se llevarán a cabo ejercicios de entonación, gestos, indicaciones, signos, dibujos, uso de recursos específicos como los pictogramas, adaptaciones físicas del centro educativo a través de paneles visuales para ayudar a orientar al alumno,…
– Hay que contextualizar el aprendizaje que se realiza en el aula llevándolo a la práctica.
Como orientaciones para la intervención en el desarrollo social, se pueden indicar las siguientes:
– Los alumnos deben comprender las situaciones sociales en las que se ven envueltos.
– Hay que enseñarles a realizar las actividades dividiendo estas en subactividades más sencillas trabajando con ayuda del pequeño grupo o en parejas (donde se sienten más cómodos) aprovechando la figura de un compañero-tutor.
A su vez, junto con los contenidos curriculares ordinarios habría que trabajar valores como la autoestima, el desenvolvimiento social, la toma de decisiones, la relajación cuando se produzcan situaciones de estrés, la resolución de conflictos, el tener iniciativa y el control de las emociones y de su cuerpo.
José Antonio Carmona Gómez