En el día a día de nuestras aulas, cada docente sabe que enseñar no es solo transmitir conocimientos: es acompañar. Y en ese acompañamiento, la convivencia cobra un papel esencial. No hablamos únicamente de evitar conflictos, sino de construir un entorno donde cada estudiante se sienta visto, valorado y seguro. En este escenario, la educación emocional se presenta como una aliada imprescindible.
Este artículo nace de la experiencia cotidiana en las aulas y de la convicción de que es posible e incluso necesario educar desde la emoción. Partiendo de un marco teórico, exploramos qué entendemos por convivencia positiva, cuáles son las competencias emocionales básicas y cómo puede el profesorado convertirse en un referente emocional para su grupo. A partir de ahí, proponemos estrategias concretas aplicables en el aula, en la tutoría y desde la experiencia que ya marcan la diferencia.
Se reflexiona sobre las prácticas reales y adaptadas al día a día docente, como una rueda de emociones o la gestión de un momento de conflicto con escucha activa. También abordamos los retos que esto supone: la falta de tiempo, la formación insuficiente, la presión del currículo. Pero sobre todo, queremos reflexionar que sí se puede educar para convivir (mejor) en el aula. Que hay caminos. Y que merece la pena recorrerlos.
Desde el nacimiento todos los seres humanos poseemos una capacidad de empatía, que está desarrollada en mayor o menor grado, y durante los primeros meses de vida, el niño comienza a descubrir las emociones de los demás, gracias al primer vínculo que establece con sus figuras de apego. Los padres y los maestros tienen una influencia determinante en el desarrollo de empatía del niño, ya que ésta evoluciona en función de la educación que recibe de la familia y de la escuela.
La empatía permite a los niños romper con el egocentrismo tan marcado en la infancia, y para que se produzca un buen desarrollo de la empatía se deben trabajar los siguientes aspectos: la sensibilidad, la capacidad de escucha, el pensamiento flexible, la tolerancia, las habilidades comunicativas, la bondad y el asertividad.
Actualmente no solo vivimos en sociedad, sino que vivimos en una sociedad cada vez más compleja y multicultural, esto conlleva la necesidad de inculcar ciertos valores para hacer posible una convivencia pacífica y respetuosa a nivel social, familiar y educativo. Por ello, es de gran importancia que los sistemas educativos se ocupen de transmitir ciertos valores al alumnado y dicha transmisión debe empezar desde la etapa de Educación Infantil. Utilizando las técnicas y medios adecuados, esta primera etapa puede resultar decisiva para el posterior desarrollo social del alumnado. En este artículo se presenta una base para la educación en valores en las primeras etapas a partir de la tolerancia y la empatía.
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