Cada vez que paseo por el centro de mi ciudad, cuando subo a un autobús, cuando voy a mi centro de trabajo, o incluso en la sala de espera de la consulta del médico…no puedo ver caras, tan sólo rostros ocultos por la parte posterior de un dispositivo móvil. Para algunos, un ensimismamiento que les hacer estar ajenos al paso de peatones, a la parada de bus que les corresponde, o incluso a los conocimientos que -algún día- les proporcionarán una titulación o una opción laboral. Esta sensación potencialmente adictiva puede llegar a “distraer” a adolescentes y a otros ya no tanto, ese lustre continuado de la pantalla con la yema de su dedo, esa banalidad repetitiva del re-envío masivo de archivos audio, video chistosos y chateos vacuos puede incapacitar gradualmente para, potencialmente, ejercer otros hábitos socialmente más creativos.
Como un gran fogonazo global, así ha irrumpido la tecnología de las “comunicaciones” en nuestras vidas en los últimos años, y como tal estamos absolutamente deslumbrados. Es impresionante la cantidad de tareas y aplicaciones que puede ofrecer un simple teléfono móvil : desde una agenda con decenas de tipos diferentes de recordatorios, pasando por juegos y otras opciones de entretenimiento, navegación por la red,y un largo etcetera. Un simple smartphone es a la vez, videoconsola, tiene acceso a Internet, a las redes sociales y aplicaciones de chat…demasiado atractivo para un adolescente.
Cada vez que imparto clases en mi centro de trabajo, noto un cierto nerviosismo entre un porcentaje cada vez más relevante del alumnado. Echan mano al bolsillo o a sus mochilas para ojear sus móviles a pesar de que está prohibido por el ROF del centro, ¿me ha vibrado? ¿me habrán mandado un whatsapp?
Alumnos que se despistan con mucha facilidad, tienen dificultades en la comprensión de textos simples, enunciados de actividades,etc.
En 2012, una investigación llevada a cabo por el Centro Internacional para Medios de Comunicación y Asuntos Públicos (ICMPA), perteneciente a la Universidad de Maryland, USA, pedían a 1000 alumnos que no usaran sus dispositivos tecnológicos (móviles, I-pads,…) durante un día…muchas de las respuestas de dichos alumnos fueron bastante elocuentes :
–No sabía que hacer conmigo mismo (Reino Unido)
–Era realmente dificil que mi mente le dijera a mi cuerpo que no entrara en Internet para comprobar mi Facebook, mi correo o el Whatsapp (USA)
Según la Dra. Susan Greenfield, profesora de Farmacología de la Universidad de Oxford y directora de la Royal Institution, “las dificultades de muchos niños y adolescentes para concentrarse y comunicarse están ligadas al excesivo tiempo que pasan conectados”, y yo añadiría que no sólo el abuso sino tambien al uso inadecuado que se hacen de las TIC (teléfonos móviles, I-pads,…).
Decidí realizar mi propia investigación -en mi último centro de de trabajo I.E.S. Beatriz Galindo La Latina en Motril (Granada)– sobre una muestra de 100 alumnos/as de secundaria y bachillerato entre 12 y 18 años a los que se les hizo una encuesta sobre el uso que hacen de sus móviles, y que resumimos en las siguientes gráficas y comentarios:
Dando un margen de error del +/- 2%, podemos decir que casi el 100% de dichos adolescentes tienen un smartphone con conexión a Internet. Más de un 85% lo usan practicamente a diario: casi el 40% lo usan 2-3 horas, casi el 30% lo hacen 4-6 horas, e incluso casi un 15% lo utiliza ¡¡una media de 7 o más horas diarias!!, es decir, casi un 50% hace un abuso evidente de sus móviles.
Casi el 60% de estos adolescentes tienen conciencia de que hacen uso abusivo de sus móviles, y más de un 20% admiten que les resta tiempo para otras actividades que les gustaría hacer, y casi el 80% admite que no hace un uso racional del móvil. El abuso puede generar adicción: despues de horas usando sus dispositivos móviles a lo largo del día y la semana, no pueden -mejor dicho- no saben como parar, como desconectarse para realizar otras cosas que les gustan. Tambien reconocen que hacen un uso totalmente inadecuado en determinados contextos como, por ejemplo, en el aula o en comidas familiares, casi un 60% de la muestra reconoce hacerlo. Y que el tipo de uso que habitualmente realizan son las aplicaciones de chat (tipo Whatsapp) -casi el 65% de la muestra-, sin apenas realizar un uso más didáctico, formativo o creativo.
Es evidente que muchos de estos adolescentes no tienen apenas limitaciones en el uso de sus móviles -por lo menos, a nivel parental-, pero que sí demandan, ya que un 50% reconoce que debería haber ciertas restricciones en su uso.
Podemos concluir que hay ciertas líneas educativas en las que padres, profesores e instituciones deberíamos trabajar para orientar a nuestros adolescentes para un mejor uso de sus smartphones -pudiendo ser extensible al uso de otras TICs-, y que se pueden resumir en la siguiente premisa :
Prevenir el abuso y orientar en el uso
- A nivel parental, se deben de poner límites al tiempo que pasan sus hijos utilizando sus móviles, y tratar de supervisar el tipo de uso que hacen de ellos.
- A nivel escolar (desde la educación primaria hasta la ESO y bachillerato) podemos hacer mayor hincapié en aspectos formativos tales como el uso adecuado al contexto, usos alternativos complementarios a las tareas de clase o casa -en mi caso, lo utilizamos como diccionario de inglés, y tambien como aplicación de vocabulario-, y otros tipos de usos adecuados a las materias que impartimos.
A nivel institucional, desde los distintos estratos de la administración, organizaciones, fundaciones y otras entidades, ya sean relacionadas con la tecnología, consumo u otros sectores afines, que contribuyan a informar a padres, adolescentes y usuarios, en general, sobre el uso adecuado de dispositivos móviles.
José Luis Riquelme Aguilera.
Profesor de Inglés. Dip. en Biblioteconomía y Documentación.
I.E.S. Los Cahorros. Monachil (Granada).
El Smart phone se ha convertido en una herramienta obligatorio en la vida de todos – la sociedad se mueve por medio de su teléfono inteligente, la industria consumista nos seducen y logran su cometido consumiendo redes sociales, internet, comprando en línea, leyendo … si bien la información está a tu “finger print” – me pone a pensar en las relaciones de familia, amigos y humanas.
Ahora somos la extensión de nuestros teléfonos, somos el teléfono que tenemos y podemos hacer lo que nuestros aparatejos pueden hacer.
Sería bueno no retroceder a la época de los abuelos, pero si no darle tanta importancia a la tecnología y recuperar la humanidad.