La muerte, aunque es un hecho natural y un requisito que da sentido a nuestra propia existencia, suele ser un tema “tabú” en las aulas. Tradicionalmente, en efecto, este hecho se reduce a ámbitos familiares, religiosos, culturales, etc. y con frecuencia tratado como un punto y final al dolor (Cortina y De la Herrán, 2007). Sin embargo, creemos que debe tratarse este tema en el ámbito escolar. Siguiendo a los autores citados, reconocemos a la muerte, como una función vital del ser vivo, que el egocentrismo impide tratarla con normalidad. Las ausencias están en nuestra existencia. Forma parte de nuestro entorno, de nuestra cultura, conforma gran parte de la temática principal de numerosas novelas, juegos, obras teatrales, etc.
La fobia que la comunidad educativa siente a la hora de desarrollar este tema en el ámbito escolar ha merecido una reflexión, porque los niños conviven con ella, por ser como hemos expuesto, un hecho natural que debe ser tratado también con normalidad. Muchos niños y niñas experimentan muy de cerca el fallecimiento de un ser querido y creemos que en la escuela deberían encontrar alivio a su dolor. A través de la literatura infantil, creemos que el niño puede encontrar ese consuelo, pues la lectura produce goce, placer y proporciona respuestas a sus inquietudes y necesidades más intimas. Nuestro trabajo, intenta llamar la atención de la necesidad de proporcionar historias a los niños de primaria, que les permitan reflexionar y comprender que es lo que nos sucede en la última etapa de nuestro desarrollo. Nos gustaría que el tratamiento de la muerte a través de las obras seleccionadas, beneficiaran al niño en el sentido de retirar sus miedos a lo desconocido.
Los objetivos de la Educación literaria en la etapa de Primaria pretenden que el niño encuentre en la lectura una fuente de placer y enriquecimiento personal. El currículo subraya la importancia del uso y disfrute de los textos literarios, por su diversa temática y complejidad.
Los niños leen y escuchan historias donde está presente la muerte ¿sabemos lo que sienten? Creemos que a través de la literatura podemos intentar ayudarles a no temerla y proporcionarles alivio a su dolor cuando llega el fin de un ser querido.
La Pedagogía de la muerte
Para Planchard (en Romero, 2017), la pedagogía es “la ciencia y el arte de la educación.” Durkheim (1976) define la educación como una acción ejecutada por la sociedad, generación tras generación, que tiene como objetivo, formar a los futuros ciudadanos, a través del trabajo de físico, intelectual y moral (en Romero, 2017).
Romero (2017) determina que la pedagogía debe dar respuesta a las necesidades del alumnado, a los estilos de aprendizaje, al contexto educativo, a las propuestas curriculares del aula y en general, a responder los grandes interrogantes de la sociedad y del hombre, como la cuestión que nos planteamos en este articulo.
A continuación, nos centramos en el término pedagogía de la muerte, que parte de las aclaraciones anteriores. Esta metodología busca, como determina Ernesto Colomo (2016), normalizar la muerte, un proceso que todos, por el simple hecho de ser seres vivos y existir, padeceremos. La finitud siempre ha sido considerada como un tema tabú, puesto que siempre se ha relacionado con elementos escabrosos. Por ello, la educación que reciben nuestros alumnos suele ser superficial, marcada por el tribalismo de la sociedad, pues pretende educar para la vida excluyendo la muerte.
No valorar la muerte es sinónimo de no valorar la vida, puesto que no podemos comprender que nuestra vida, como todo recorrido, finaliza en este punto, al que definimos como “muerte”. Aceptar este hecho, nos permite valorar más nuestra actitud y disposición frente a la vida, siendo más responsables y conscientes de lo importarte que es vivirla plenamente.
De la Herrán y Cortina (2007), a partir de un texto, establecen que, a lo largo de todo nuestro camino, podemos encontrarnos con diferentes situaciones, a las que definen como fenómenos. Estos son los siguientes:
- Nuestra propia mortalidad. Como ya hemos citado anteriormente, todos conocemos en mayor o menor grado nuestro destino.
- La persistente aparición de la muerte en todos los ámbitos de nuestra vida. En la escuela, la naturaleza, el ocio, etc.
- La continua presencia de aquellos que ya han perecido “nadie muere, si permanece en nuestro recuerdo”. La tradición occidental, se encuentra claramente sesgada por el Cristianismo, considerada por López Quintás (2005, p. 2) raíz de nuestra cultura. Fallecer, para los cristianos, es sinónimo de elevar el alma, hasta alcanzar la unión con Dios.
- La necesidad de la muerte para la supervivencia del ser humano. La muerte es un eslabón más dentro de nuestro proceso evolutivo.
- La indiferencia ante la muerte, síntoma de una falta de asimilación de la misma.
De la Herrán y Cortina (2007) continúan argumentando que estos fenómenos, dependiendo del nivel educativo en el que nos situemos, pueden estar marcados por dos tratamientos: el simbólico o el referido a una realidad concreta. En el primero de los casos se trata de algo imaginario, intangible que habitualmente se traduce en una respuesta espontánea. Nos referimos a los niveles educativos comprendidos entre la etapa de infantil y los primeros años de primaria. No es hasta edades más avanzadas, cuando desarrollamos el segundo de los casos, empleando un material más adulto, caracterizado por el misterio y lo incomprensible, escondiendo la realidad con falacias artificiosas, que nos impiden comprender la muerte con naturalidad.
Determinamos, por tanto, que en la madurez personal del individuo se localiza el verdadero descubrimiento de la muerte. Tratando la finitud con artificios y adornos innecesarios, tan solo logramos que se origine en nosotros un sentimiento de angustia existencial. La muerte es un contenido natural, que suele tratarse de forma aislada. Nunca sabremos cual es la mejor época para desarrollar estos temas con los niños, pero ya con dos o tres años comienzan a familiarizarse con el concepto a través de la simbolización.
Desde esta perspectiva, podemos determinar que la pedagogía de la muerte parte de una serie de propuestas metodológicas, ideas, capacidades y actitudes, que dotan al alumnado de una serie de mecanismos de nivel intelectual y afectivo que les permite comprender y dar sentido a su vida (Colomo, 2016).
La muerte está estrechamente vinculada, según Cortina y De la Herrán (2011), a la cultura. Por un lado, podemos destacar la cultura que nuestra familia nos transmite, la cual se convierte en uno de nuestros pilares fundamentales para nuestra futura formación. Quién no tiene a un familiar que no ha conocido, puesto que éste había fallecido años antes, al que quieres y respetas como si hubieras crecido a su lado. Por otro lado, nos encontramos con todos aquellos que, por su relevancia, marcaron un hito en su época, como Miguel de Cervantes, figura internacionalmente conocida.
El Duelo en los niños
El duelo es la respuesta que un individuo efectúa cuando un ser querido ha fallecido (Pichot, 1995) Pero este proceso no tiene porqué llevarse a cabo solo cuando un ser querido muere, diversas situaciones nos conducen al duelo.
A partir de un programa diseñado por La Universidad de Wisconsin (2009) determinamos que el duelo, en efecto, es una respuesta que el individuo produce ante una pérdida, alterando sus actuaciones o conductas, sentimientos y pensamientos, influyendo en su conducta diaria. La ausencia más conocida, suele relacionarse con la pérdida de un ser querido, pero también concierne a los divorcios, enfermedades, distanciamientos, desastres naturales e incluso pérdidas de trabajo u hogar, entre otros.
Worden (1997) estudia el duelo desde el apego. Para este autor, el duelo se produce como consecuencia del apego, el cual puede definirse, como el conjunto de lazos emocionales que los seres humanos establecemos con otras personas.
Los niños que desarrollan la sensación de apego poseen un rendimiento académico más positivo que los que carecen de él, amplían antes su vocabulario y además construyen su propio autoconcepto positivamente, logrando ser más empáticos y asertivos hacia el resto de individuos (Lafuente, J., 2000). Por ende, cuando alguno de los lazos afectivos se fractura, la respuesta suele generar ansiedad y desconcierto de manera automática e innata. Cuanto mayor es la conexión, expone Worden (1997), mayor es el dolor generado
Worden (1997) presenta en su obra «El tratamiento del duelo: Asesoramiento psicológico y terapia» un resumen de las manifestaciones más comunes experimentadas por los individuos que padecen el proceso del duelo. Para facilitar su estudio, las divide en cuatro bloques:
- Sentimientos
- Sensaciones físicas.
- Cogniciones.
- Conductas
El duelo, explica el autor, es un proceso, no un estado cuyo alivio se consigue a través de un proceso que conlleva superar cuatro etapas de “trabajo de duelo”, en términos freudianos. Estas etapas que exponemos en la tabla no tienen que desarrollarse, según Worden (1997), siguiendo un orden:
- Trabajar las emociones y el dolor acontecidos tras la pérdida.
- Aprender a vivir con la ausencia del ser querido.
- Recolocación emocional del ser querido perdido y continuidad de la vida.
- Aprender a vivir sin la presencia del ausente.
El duelo en los niños
Cualquier pérdida origina un vacío, que es sentido tanto por niños como por adultos. Para ayudarles a asumir este hecho, es necesario hacerles partícipes de todos los rituales, expresiones y cambios de conducta experimentados con el fin de superar y aceptar esa pérdida. Los adultos son siempre un modelo de conducta para los niños, por lo que, en este caso, también sus actuaciones se convierten en espejo de las futuras actuaciones que los niños realicen cuando experimenten situaciones semejantes.
En oposición, otros autores, aportan que la edad no es la determinante, sino que depende más de su madurez y nivel evolutivo. En la misma línea, Paul F. Wilczak (1990, p.48) determina que cuanto más pequeño es el niño mayor es el impacto que le produce la pérdida, pues aún está en proceso de comprender quién es él como persona.
Herrero (2009) busca desmontar la idea que la sociedad tiene, sobre el grado de consciencia que niños y ancianos tienen cuando sufren la pérdida de un ser querido. En su artículo analiza porqué se considera que los niños no deben participar en ningún acto que conmemore o recuerde la ausencia del ser perdido. Pues bien, la autora, defiende que para que un niño entienda la muerte, debe dominar algunos “subconceptos”. A partir de los siete años, podríamos decir, que los pequeños son capaces de comprender la realidad tal y como es, sin ningún elemento imaginario o fantasioso.
Se suele señalar las etapas de aceptación del duelo según la edad cronológica del niño:
- Entre los cinco y nueve años. El niño es capaz de asimilar que las personas fallecidas, no solo se ausentan de su vida, también son incapaces de moverse. La imaginación ejerce un papel fundamental en esta etapa, lo que provoca que los niños comparen la muerte, con un sueño profundo del que jamás la persona, va a despertar.
- Desde los nueve años en adelante, según Die Trill (en Ortego et al., s.f) los niños son capaces de comprender la muerte como algo universal, irreversible y permanente.
Ortego et al. (s.f) diferenció tres etapas distintas por las que el niño pasa y que le permiten adquirir el concepto de muerte. La primera consiste en identificar la muerte con un sueño o una marcha. La segunda se relaciona con los aspectos peyorativos de fallecer, considerándolo algo malo y negativo. Un castigo que reciben las personas con malos comportamientos. Y la tercera, en el momento en el que el niño comprende que la muerte es una realidad universal y que como seres vivos vamos a experimentar.
Herrero (2009) diferencia dos tipos de duelo, el que se desarrolla sin representar riesgo y el que presenta un índice elevado de riesgo, por lo tanto, altamente peligroso. Nos parece significativo lo que el comunicante señala en las fuentes consultadas. Un niño afronta el duelo según los adultos de su entorno. Lo que ellos hacen lo toman como referencia. Cualquier pérdida ocasiona involuntariamente un desequilibrio familiar, expresado a través de acciones físicas, cambios de comportamiento, prácticas espirituales, etc. Dependiendo de la forma en la que los adultos, los familiares más cercanos, administren sus sentimientos, el niño afrontará el duelo, y en mayor o menor medida aprenderá a superar futuras pérdidas.
Los niños como cualquier individuo necesitan ser escuchados e incluso arropados por profesionales como psicólogos que les asesoren, para que sean capaces de transmitir y expresar los sentimientos que experimentan.
Sabemos que todo proceso de duelo necesita de una adaptación a la vida, es decir, comenzar una nueva rutina sin la presencia de ese ser querido. El ser humano tiene la necesidad imperiosa de buscar las razones por las que ocurren las cosas. Para Worden (1997) este hecho se convierte en un desafío, que no solo el adulto quiere resolver, sino que los niños y los ancianos ansían participar. Las tareas o trabajos para superar el duelo, que señaladas anteriormente, han de ser trabajadas en el ámbito familiar.
Literatura infantil
Con el término “literatura infantil” (en lo sucesivo “LI”), queremos referirnos a ese conjunto de obras literarias y, por tanto, con carácter artístico, destinadas a un público infantil (Bortolussi, 1985). La llamada literatura “instrumentalizada”, denominada así por Cervera (1989), por tener un fin únicamente didáctico y prestar escaso tratamiento estético, no entra, en consecuencia, en nuestra consideración. En efecto, únicamente las muestras con valor estético, creadas para los niños o las que éstos aprecian de su gusto –la llamada por el autor “literatura ganada”- representan lo que entendemos por LI.
La LI proporciona una fuente inagotable de obras de distintos géneros que animan por sí mismas a leer y, a través de esta actividad, pueden utilizar el imaginario colectivo “para dar forma a sus sueños, encarrilar sus pulsaciones o adoptar diferentes perspectivas sobre la realidad” Colomer (2005, p.204). Asimismo, la LI, como conjunto de obras literarias destinadas al niño, tal y como lo entienden, entre otros autores, Bortolussi (1985) permite ampliar el diálogo entre el niño y la colectividad, pues le proporciona a éste conocimiento sobre cómo es el mundo o cómo desearía que fuese. Ciertamente, la LI cumple una función socializadora que deseamos subrayar, porque los textos literarios infantiles hablan y reflexionan sobre los humanos. Colomer (2005) lo expresa con claridad cuando se refiere a esta función de la literatura infantil:
“Al identificar las imágenes o las acciones de los personajes, los niños no aprenden únicamente a identificar lo que aparece representado, sino los valores que se atribuyen a todas esas cosas: qué se considera correcto o mal hecho, bello o asqueroso, normal o exótico, apropiado o fuera de lugar, etc.” (p.206)
Los autores que incorporan este tema a su obra lo tratan con la naturalidad propia de un hecho normal, con la intención de responder a los intereses y curiosidad ilimitada del niño. Algunos, sensibles a la importancia de las ilustraciones como complemento decorativo, informativo, explicativo o interpretativo del texto, han apoyado la palabra escrita con imágenes artísticas, incluso haciéndolas imprescindibles en los álbumes, por ejemplo, el álbum “El último canto” (2009), cuya portada aparece abajo con una imagen del premiado Miguel Ángel Díez. En el excelente blog sobre biblioteca escolar y literatura infantil con nombre “Biblioabrazo” encontramos ejemplos que lo confirman: El árbol de los recuerdos, ilustrado por B. Teckentrup; Una casa para el abuelo, por I. Ferrer; El último canto, por A. Díez; La abuela durmiente, por J. Vaz, entre otros.
Sáiz (2010, pp. 2-7) expone cuáles son los temas más utilizados por los autores de literatura infantil y juvenil (LIJ) para tratar la muerte. La mayor parte de los temas son situaciones reales, que pueden sucedernos a lo largo de nuestra vida. La autora considera que los temas o subtemas relacionados con la muerte, proporcionan al niño o al adolescente un apoyo comprensible de esa realidad, proporcionan ejemplos y experiencias que ayudan a resolver conflictos o muestran historias para sobrellevar las ausencias de los seres queridos. Algunos de los temas que señala son:
- Las enfermedades. Son procesos duros que nos preparan para recibir la muerte, tanto a los que inevitablemente van a fallecer, como a los miembros de su entorno. Saber que la finitud de la vida está cerca es un trance complicado y más para todos aquellos que te rodean, los cuales son conscientes de tu partida. En muchas ocasiones, los libros comparan la muerte con la libertad de la persona, “ahora ya no sufre, está en un lugar mejor, ha superado esta prueba”. En la obra de Carlos Puerto, “El niño que confundió a su prima con una manzana”, vemos un claro ejemplo de superación en todos los ámbitos tratados anteriormente. Muestra de ello, es el final, donde el niño sonríe por marcha de la persona amada, que ya es libre.
- Las muertes dramáticas. Las pérdidas nunca son agradables, sobre todo cuando sabemos que nuestro ser querido ausente ha sufrido durante este proceso. Accidentes de tráfico, asesinatos, ahogamientos, etc. Un ejemplo es el que se plantea en “La Sombra descalza”, obra por la que recibe el Premio Lazarillo 2005.
- Muerte en la juventud. La muerte siempre origina lamentaciones y más cuando la persona fallecida es joven. “Si estaba en la flor de la vida”, “que lástima, con toda la vida por delante”, son algunas de las frases hechas que la sociedad emplea para designar este tipo de muertes. En “Campos de fresas”, obra escrita por Jordi Sierra, vemos como una joven muere prematuramente como consecuencia del consumo de drogas. Todos estamos expuestos a morir en cualquier momento, no tenemos que ser ancianos necesariamente para fallecer. Es verdad que se rompería el proceso natural a través del cual, nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos, pero ¿quién ha dicho que tenga que seguir necesariamente este orden? Hay funciones que no son vitales para nuestra supervivencia, sino para prolongar la especie y mejorarla.
- Muerte de un progenitor: Los padres son durante nuestros primeros años de vida los pilares que sustentan nuestra existencia. En muchas ocasiones, como ya hemos expuesto anteriormente, los adultos ocultan a los niños la pérdida del ser querido para evitarles que sufran. Es muy complicado comunicarles a los niños que uno de sus progenitores o ambos ha muerto, puesto que en la mayoría de los casos, la persona que lo comunica está comenzado su propio duelo. Andreu Martín nos relata en “La mamá invisible” cómo Carlos, el protagonista del libro, pierde a su madre y su padre. Nadie es capaz de contarle la verdad pero éste comprende que su madre ha partido y no volverá jamás, aunque nadie se lo haya comunicado todavía. El personaje protagonista comienza a generar una imagen de su progenitora semejante a la expuesta en la teoría de la Silla de Gestalt.
- Personificación de la muerte. En muchas ocasiones, la muerte cobra vida y se transforma en un ser que viene a buscarnos a lo largo de nuestra existencia para recordarnos nuestra finitud. Habitualmente está representada en nuestras mentes, como un esqueleto con una capa negra y una hoz o algún elemento similar, como un ataúd. El símbolo de la tejedora que entreteje nuestra vida fue rescatado por Concha López en su libro “La tejedora de la muerte”, en el cual, en un atmósfera de misterio inquietante, nos cuenta la historia de una joven cuya vida está muy vinculada a la de una tejedora vecina suya, que tejía la vida y la muerte entre sus agujas.
- Suicidio. Fallecer por iniciativa propia es un tema muy poco tratado en la literatura. Suele estar ocasionado por desamores, problemas familiares o desequilibrios mentales. María Menéndez relata en “Maldita Adolescencia” el desamor y cómo por esta causa, Iván decide suicidarse como vía de salida a todos sus sentimientos atrapados.
- Apariciones. Los fantasmas o los espectros son personajes a los que se recurre habitualmente. La presencia de seres sobrenaturales, puede ser entendido como perturbador o sombrío, principalmente cuando no conocemos a los entes que han fallecido trágicamente. Pero en muchas otras ocasiones, nos resultan acogedoras y protectoras, como cuando es un ser querido el que emerge. Lo vemos en “Bel: amor más allá de la muerte”, de Care Santos.
- Muerte tratada en otras culturas: La muerte no deja de ser algo cultural, que dependiendo de dónde nos encontremos es vivida de un modo u otro. Los ritos conmemorativos, las concepciones sobre la misma son muy diversas, pero la esperanza se convierte en el motor central que mantiene vivas a todas las ideas sobre el fin. En “Una dulce historia de mariposas y libélulas”, Jordi Sierra nos narra de manera magistral cómo se vive la muerte en China.
El cuento
El género “cuento” es una pieza clave en la formación litería del nivel de Educación Primaria y una fuente esencial para gozar y explicarse la realidad (entre ellas la realidad de la muerte) porque en la realidad de la vida tiene sus fuentes.
Por lo general, se diferencia el cuento popular del cuento literario, por tener tradiciones de transmisión distintas, oral en el primer caso, y escrita, en el segundo, así como diferente autoría, desconocida, en el cuento popular, y conocida, en el cuento literario, o de autor. El cuento popular es tan antiguo como la humanidad y su forma sencilla es universal. Su lenguaje se mueve, varía, al contrario del literario (fijado).
Rodríguez Almodóvar (2004) refiriéndose al cuento popular, lo define como un relato de ficción, transmitido oralmente, de extensión breve, cuya temática única se encuentra dividida en dos secuencias y que pertenece al patrimonio de la cultura indoeuropea. En efecto, muchos cuentos que actualmente se encuentran en la tradición oral de España proceden de India por medio de árabes y judíos. Para este investigador y escritor de cuentos, los cuentos se relacionan con los problemas psicológicos, como consecuencia del crecimiento y acomodación de los niños al ámbito social, y desarrolla la primera visión global del mundo que les rodea.
Bruno Bettelheim utilizó los cuentos populares como terapia que ayudará a los niños y niñas traumatizados por su experiencia en los campos de concentración nazis. Considera el autor (Bettelheim, 1975) que los profundos conflictos internos deben estar presentes en la literatura infantil porque es modo de superarlos.
Para Bettelheim la literatura es quizá el instrumento que más información le aporta al niño, puesto que además de ser fuente de enriquecimiento cultural, también le permite comprender y clasificar sus propias emociones, desarrollar su inteligencia y ayudarle a adquirir una serie de experiencias, que le permiten resolver satisfactoriamente cualquier conflicto futuro. Los cuentos de hadas otorgan al niño la capacidad de desarrollar su imaginación, hasta alcanzar valores incalculables y un modo de organizar sus ilusiones, encaminando su vida.
Los cuentos de hadas plantean “problemas existenciales” de una forma simple y sencilla, facilitando la comprensión del niño (Bettelheim, 1975, p.12). El mal y el bien se encuentran enfrentados continuamente a lo largo de todo el cuento, a través de personajes bien definidos. Esta última característica es única de los cuentos de hadas, puesto que los cuentos actuales carecen de ella.
Las historias que no poseen ningún peligro, en ningún momento nombran la finitud de la vida, el envejecimiento, los límites de la vida o la esperanza de alcanzar la plenitud de la vida tras la muerte. Pero también, como hemos expuesto en el caso de La Cenicienta de los Grimm, en otras historias, el fallecimiento de uno de los dos progenitores marca el inicio de la obra, siendo el epicentro sobre el cual se construye la historia. Esta situación inicial de carencia, aparentemente negativa, es superada por el personaje por sus cualidades, su esfuerzo y tesón.
Los personajes están claramente definidos, no hay ambivalencias. Gracias a esto, los pequeños lectores pueden entender cómo pueden ser las personas y elegir la personalidad que más se adecúe a ellos. Habitualmente, cuanto más honestos y bondadosos son los personajes, más se ven reflejados en ellos.
Para Bettelheim (1975, p.14) los miedos existenciales, “el amor, el miedo y la muerte” son algunos de los temas más tratados en los cuentos. En lo que concierne a la muerte, vemos como el afán de vivir perpetuamente es uno de los propósitos más ansiados por los personajes. Pero no vivir de cualquier forma, sino vivir siendo felices para toda la eternidad. Esto no es una falacia que los cuentos quieren hacer creer a los niños, sino una forma de establecer un vínculo inquebrantable entre dos personas. Nuestra sociedad actual, nos ha transmitido que nunca morimos completamente si permanecemos en el recuerdo de aquellas personas que nos quieren. Es quizá esta afirmación la que nos impide tener miedo a la muerte. Bettelheim (1975, p.14) defiende, que en los cuentos hallar el amor verdadero, disipa cualquier miedo a la muerte.
Para que un cuento interese a un niño ha de producirle fascinación, pero no solo es suficiente con eso, ha de enfrentarse a los intereses de los padres. Los progenitores buscan proteger a sus vástagos, evitando que estos lean sobre temas que les pueda suscitar miedo o desconcierto. Habitualmente, los padres actuales defienden con tesón, encubrir la realidad, mostrando solo los aspectos positivos de la vida, dejando a un lado el sufrimiento o la muerte, entre otras características. Creemos que así impiden que sus hijos crezcan. Su comportamiento obstaculiza que la madurez personal de sus hijos se paralice y su madurez física se incremente, dando lugar a una descompensación. Olvidan que el proceso de maduración finaliza cuando niño, más bien joven, comprende quién es él realmente, cuando logra una “independencia psicológica y madurez moral” (Bettelheim, 1975, p.16) por lo que los libros son puentes que nos permiten formarnos como personas maduras y razonables.
Bettelheim (1975, p.147) defiende que los niños poseen la capacidad suficiente como para saber desechar las ideas fantásticas de las reales y que el propósito de los cuentos no es describir el mundo exterior sino simbolizarlo. Los niños reciben de forma inconsciente los mensajes de los símbolos, no se plantean la veracidad de la historia, tan solo van a cuestionarse si los personajes eran buenos y malos y, si como ellos, esforzándose pueden salir victoriosos. Por ejemplo, en “Hansel y Gretel”, donde dos niños deciden marcharse de casa y comenzar una aventura trepidante, logran salvar su vida cuando iban a ser devorados gracias a la astucia de la pequeña. Enfocándose desde el punto de vista de la muerte, vemos cómo estos niños que buscaban con ansia escapar del núcleo paterno, casi pierden la vida, si no hubieran sido rescatados por su progenitor. Durante su encierro en casa de la anciana, los niños sufren un proceso de “duelo”, en el que recuerdan la figura de sus padres y se culpabilizan por marcharse del hogar. Hansel, es el líder natural de toda la trama, él conduce a su hermana en todo momento y ella se comporta como una auténtica sumisa. Pero finalmente, es Gretel quien consigue la liberación de ambos, triunfando cuando se enfrenta a sus propios miedos.
La concepción de los niños sobre la muerte se reduce a comprender que nunca más van a estar con sus seres queridos. Por otro lado, interpretamos que aquellos que han muerto ya no pueden pensar ni sentir. En consecuencia, muchos cuentos, donde los protagonistas fallecen, pero cuyos pensamientos siguen estando presentes, pueden llevarnos a deducir dos posibles concepciones. En el primero de los casos, la persona está fallecida, como ocurre en la historia de La pequeña cerillera, de Andersen. La muchacha no participa en ninguna actividad, sólo está presente como un ente. Ella no es consciente de esta situación hasta que su abuelita viene a buscarla. Con gran carga religiosa, este ejemplo nos demuestra claramente, el límite entre la vida y la muerte y cómo los que no están presentes, no pueden participar en las actividades humanas. En el caso de Caperucita y su abuela, vemos cómo las dos sobreviven y lo sabemos, gracias al miedo que sienten durante su estancia en el interior del lobo. Si no hubieran sentido, ni dialogado con un personaje como el leñador, no estarían vivas. El miedo es considerado un atributo que solo sienten los seres terrenales y que debemos superar.
Hemos mostrado hasta aquí que los cuentos además de ampliar la visión que los niños tienen sobre la realidad, les ayuda a comprender y a elaborar respuestas ante los problemas vitales más relevantes, como, en este caso, la pérdida de un ser querido. La normalización nos distancia del miedo y de cualquier fatalismo que podamos sentir.
Basándonos en fuentes autorizadas, hemos argumentado que los cuentos nos ayudan a entender mejor el contexto social en el que vivimos y a comprender nuestra propia vida (Colomo, 2016). Que los cuentos aluden a los problemas universales, dándoles respuestas eficaces; luego son una herramienta que permite fomentar el desarrollo y aprendizaje de los niños (Bettelheim, 1997). Que los cuentos, nos permiten superar nuestros miedos, obstáculos que desarrollarnos como individuos y afrontar nuestros destinos: fallecer (Colomo y Oña, 2014, p.111).
El cuento como recurso didáctico. Decálogo de libros para conocer e interpretar la muerte
Los temas de los cuentos que traten la muerte deben «enseñar» que todo ser humano fallece, que la muerte está presente en todos los aspectos de la vida, y que aquellos que ya han fallecido, permanecen junto a nosotros a través de su recuerdo.
Todas las lecturas que los niños efectúen deben ser reflexionadas individualmente para después, exponer cuáles han sido sus impresiones. Algunos estudios, apoyan esta metodología y la utilizan en el aula. Nosotros consideramos que este aprendizaje no solo debe de ser empleado en la escuela. Los progenitores deberían saber que el cuento tiene un valor positivo por todo lo que hemos expuesto hasta aquí y acercar al niño obras que incluyan también este tema.
Para ayudar a maestros y padres, proporcionamos la selección de los diez títulos que nos permiten conocer la realidad de la muerte convirtiéndose herramienta que proporciona a los niños una experiencia lectora sobre este tema positiva y reconfortante. Los criterios que hemos manejado para elegir los libros más apropiados son: revisión de propuestas publicadas, edad cronológica de los posibles lectores (y nivel madurativo) y opiniones recogidas de profesionales con responsabilidad en centros de lectura.
No es fácil pequeña Ardilla
¿Cómo es posible??!: La historia de Elvis
Carmela y su duende
El árbol de los recuerdos
Cuando la muerte vino a nuestra casa
Jaime: Un libro sobre los que ya no están
Sadako y las mil grullas de papel
El mar sigue esperando
Guárdate de los Idus
Días de Reyes Magos.
Decálogo de obras para tratar el tema de la muerte en Educación Primaria
1.º No es fácil pequeña Ardilla. Elisa Ramón. 2003. Editorial Kalandraka: Ramón y Osuna narran la historia de una pequeña ardilla que ha perdido a su madre. No encuentra consuelo y su enfado nunca remite. Su padre y sus amigos del bosque intentan consolarla, pero no deja que nadie realice las tareas que su madre ejecutaba. Vemos por tanto reacciones normales, que cualquier niño puede sentir cuando un ser querido fallece: rabia, impotencia, enfado y lloros continuos. Está en pleno trabajo de duelo. Su padre intenta explicarle cómo se sintió cuando perdió a sus progenitores, ante la escucha atenta de la ardilla. Que los padres hablen con normalidad de estos temas con sus hijos, les ayuda a comprender la realidad y a conocer las medidas que deben tomar, cuando se les presenta una situación semejante. La pequeña ardilla estaba tan enfadada que no encontraba una estrella que simbolizaba la unión con su madre. El símbolo de la estrella es un elemento que tradicionalmente se ha empleado para localizar rápidamente a la persona ausente en el firmamento, puesto que nuestra cultura determina que todos aquellos que fallecen suben al cielo (Vara, 2016). Cuando veía como otros niños disfrutaban con sus madres se ponía celosa, estaba enfadada con mamá por haberse marchado. Pero el día que notó su presencia, todo ese dolor remitió, había superado el duelo, sabía que su mamá siempre la acompañaría. Ese día permitió a su padre que la arropara y leyera un cuento antes de dormir, acciones que realizaba su madre cuando vivía. En esta obra, vemos cómo un padre implicado y un entrañable Búho ayudan a la ardilla, otorgándole valiosos consejos1con el fin de que ésta supere la pérdida de su madre. Son animales personificados que hablan y se comportan como humanos, aunque poseen cualidades características de los animales. Las ilustraciones simbolizan la ausencia de la madre, para ello se utiliza la técnica de la silla vacía de Gestalt o una gama de colores más oscura, que representa el espacio que la madre debería ocupar si aún continuara viviendo. El lenguaje utilizado es directo y hablan de la muerte empleando recursos como la metonimia. Castañedo (1985), a partir de los estudios realizados por la Gestalt, aplicó la técnica de la “silla vacía” para trabajar con los niños. El objetivo principal de la misma es situar junto a la persona que sufre un proceso de duelo, una silla, donde se tiene que imaginar que la persona ausente está sentada. La técnica consiste en que la persona hable y comunique todas sus emociones y sentimientos, sobre cómo se siente tras su pérdida, qué significa la muerte para él, etc. Para Castañedo el niño tiene la necesidad imperiosa de comunicar y transmitir sus pensamientos aquí y ahora. Esta técnica les ayuda a superar duelos incompletos que dañan su personalidad día a día si no se actúa. Por otro lado, le sirve como ejercicio para que aprendan a tomar conciencia de sí mismos y de su entorno.
2.º ¿Cómo es posible??!: La historia de Elvis. Peter Schössow. 2006. Editorial Lóguez: En el parque todos observan cómo una niña grita desconsolada: “¿Cómo es posible?” Su pajarito, Elvis, ha muerto lo que le causa mucho dolor, está muy enfada porque nunca más lo podrá oír cantar ni ver bailar. En esta obra premiada en 2006 en Alemania, vemos una reacción normal ante una pérdida. El miedo y la incredulidad a vivir sin su presencia suelen causar ese descontrol emocional. Los amigos de la niña deciden realizar un entierro para honrar la memoria del animal fallecido y así ayudar a su amiga a superar el proceso. Tradicionalmente en la cultura europea todos estos ritos que se realizan tras la muerte de un ser querido, han marcado el inicio de un proceso para asimilar y superar la pérdida. Finalmente, deciden pensar en cosas divertidas y se imaginan al mismo Elvis Presley recibiendo en el cielo al pequeño pajarito. Recordar al fallecido feliz, reconforta a la persona que sufre el duelo.
3.º El árbol de los recuerdos. Britta Teckentrup. 2013. Editorial Nubeocho: Este cuento narra la historia de un zorro muy anciano, que fallece en la claridad del bosque. Su muerte fue tranquila, no sufrió. Rápidamente sus amigos los animales del bosque acuden al lugar donde reposa el cuerpo de Zorro ya sin vida. Todos y cada uno de ellos comienzan a recodar con nostalgia y mucho cariño todos los momentos bonitos que vivieron junto al animal. En el mismo lugar en el que Zorro decidió morir, comenzó a crecer un vegetal, que aumentaba de tamaño con cada recuerdo que narraban los amigos del animal. Ese vegetal continuó creciendo hasta que se convirtió en un árbol tan robusto que permitió dar cobijo a sus muchos amigos. Gracias a esto, el recuerdo de Zorro siempre permaneció en la mente y en los corazones de todos aquellos que lo estimaban. En un primer momento, vemos cómo la muerte no tiene por qué ser dolorosa. El zorro decide morir en el lugar predilecto del bosque donde fue muy feliz. Todos los animales expresan la tristeza que sienten como consecuencia de la muerte de Zorro, pero rápidamente recuerdan los momentos vividos con él. El árbol simboliza la continuidad de la vida después de la muerte y cómo a través de su recuerdo, podemos permanecer junto a los seres queridos perdidos. Al igual que en otras ocasiones, en este cuento, los animales adoptan roles propios de seres humanos. La ternura de la historia y su ilustración conmueve y el lector se deleita tanto de las palabras como de las imágenes (álbum ilustrado finalista en los premios del Gremio de Libreros de Madrid, en 2014).
4.º Carmela y su duende. Gustavo Marín Banzo. 2011. Editorial Oxford: Puede considerarse este cuento una obra maestra de la literatura infantil. Trata sin tapujos la muerte, algo desconocido y triste y que, sin embargo, ante ella cabe el alivio, porque el espíritu de las personas que amamos y que ya no están siempre permanece a nuestro lado, como Carmela. La muerte de la protagonista de la obra es algo poco habitual en los cuentos infantiles. Bajo su apariencia de cuento de hadas, se esconde un relato que refleja la realidad tal y como es, sin dobles sentidos. A través de un lenguaje que se adapta al nivel de comprensión de los niños, los pequeños lectores pueden disfrutar de la tristeza y melancolía de la historia, acorde con la oscuridad de las bellas ilustraciones.
5.º Cuando la Muerte vino a nuestra casa. Jürg Schubiger. 2013. Editorial Lóguez: Los niños de este cuento no conocen el significado de la muerte. En su tierra todo era vida, nadie envejecía y lo que crecía permanecía per secula seculorum. Un buen día, un hombre cansado y hastiado llamado Muerte, se paró delante de la casa de los niños, quienes junto a su familia le invitaron a pasar la noche. Fumador empedernido, en un descuido, incendió la casa y las consecuencias fueron fatales. Uno de los dos niños, el más pequeño, pereció. Muerte sintió mucha pena porque siempre moría la gente que estaba a su alrededor. Decidieron construir un féretro, en el que depositar al niño para después enterrarlo. Finalmente, Muerte se despidió y partió. Pero la vida en ese lugar cambió radicalmente, la gente ya conocía el significado de la palabra muerte y el dolor que producía la pérdida de un ser querido. Esta obra personifica la figura de la muerte, dejando a un lado cualquier concepción tétrica sobre la misma. Por otro lado, la muerte es una persona de edad avanza muy cansada, tanto que se tropieza con un caracol, el animal más lento y uno de los más inofensivos de nuestra naturaleza. Nos encontramos por tanto con una metáfora, la muerte está cansada de arrebatarle la vida a la gente. A través del humor, y quizá de forma caricaturesca, en algunas ocasiones, el autor pretende desmitificar el miedo que tenemos a la muerte. Por su forma magistral de hacerlo, fue galardonada esta obra con numerosos premios («Los 7 mejores libros de Deutschalandfunk», «LesePeter del mes de Agosto”, «Mención especial del Premio Alemán de Diseño 2014» y «Uno de los libros más bellos de 2012» de la SriftungBuchkunst).
6.º Jaime: Un libro sobre los que ya no están .Gianni Padoan. 1987. Editorial Plaza Joven: Este libro busca dar recomendaciones a los niños sobre qué deben hacer o cómo deben comportarse cuando un familiar fallece. Su propósito inicial es dar consejos y exponer casos para que los niños reaccionen cuando pierdan a un ser querido. Se convierte en un libro de autoayuda centrado en una temática, la muerte del abuelo de Jaime. Este fallecimiento provoca las lágrimas de los demás niños, ya que esta muerte les hace rememorar la tristeza que sintieron cuando perdieron a un ser querido, una situación habitual que se produce aunque el duelo ya esté superado. Jaime parece estar aturdido, no es consciente de lo que ha ocurrido; aún no ha comenzado el trabajo de duelo. El padre de Isabel, la amiga de Jaime, decide llevarlo hasta la casa de sus abuelos para que estos le hagan compañía. La muerte está en las hojas de los árboles cuando en otoño caen al suelo, lo que simboliza que nadie muere si permanece en el recuerdo de las personas que lo aman. Jaime buscaba objetos que le recordasen a su abuelo, como fotografías etc. Está feliz cuando lo recuerda, sus amigos y familiares le habían ayudado a superar la ausencia de su abuelo. Este libro ayuda a comprender que cualquier muerte ocasiona un trabajo de duelo y hace reflexionar a los padres sobre lo importante que es hablarles a los niños con normalidad del tema, porque ellos ejecutan las mismas acciones que los adultos ponen en práctica. Por otro lado, el cuento hace una pequeña alusión al comportamiento de la maestra, cuando el niño es sorprendido mirando por la ventana. Ante esta situación, la profesora le deja actuar observando atentamente su comportamiento. Durante los primeros momentos del duelo, estos comportamientos son habituales en el alumno, pero si estos hábitos se convierten en costumbre deberíamos recurrir a la ayuda de profesionales que le faciliten superar su proceso de duelo.
7.º Sadako y las mil grullas de papel. Eleonor Coerr. 2001. Editorial Everest: Sadako es una niña japonesa que sobrevivió a la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima en 1945. Falleció diez años después de leucemia, como consecuencia de las radiaciones emitidas por la bomba. Esta historia nos relata cómo la esperanza de una niña por sobrevivir le conduce a elaborar casi mil grullas siguiendo una tradición de su región. La muerte «no espera» y puede aparecer en cualquier momento. Sadako, una niña sana y vital, fallece como consecuencia de una enfermedad. Pero el amor de toda su familia y amigos le ayudan a superar este trance. Durante su padecimiento, uno de los amigos que conoce en el hospital con la misma enfermedad que ella, fallece. Esta situación permite a Sadako comprender que ella también puede perecer, pero aún guarda la esperanza de poder confeccionar las mil grullas. Por otro lado, son numerosas las alusiones a tradiciones japonesas que evocan el alma de los seres queridos fallecidos, como la fiesta de O bon. También nos muestra diferentes ritos para recordar a los seres queridos, incluso, cuando Sadako fallece, la autora nos describe su ritual fúnebre. El propósito de la niña era crear mil grullas de papel siguiendo una tradición japonesa. Si conseguías elaborarlas los dioses te escuchaban otorgándote la salvación. Su grulla dorada se convirtió en su talismán, objeto que le acompañó durante toda su enfermedad, brindándole esperanza. Sadako fallece antes de lograr hacer las mil grullas y sus compañeros de clase deciden hacérselas para que le acompañen, depositándolas junto a ella en su féretro. Desde entonces, las grullas de papel se convirtieron en un símbolo de paz a escala mundial. Los niños han de entender que ellos también pueden fallecer, pero también recogen de sus páginas que se puede superar el trance. La obra proporciona claves favorables para superar lo, porque no tiene por qué llegar a término.
8.º El mar sigue esperando. Carlos Murciano. 1982. Editorial Noguer y Caralt: Obra galardonada con el Premio Nacional de Literatura Infantil en 1982. Narra la historia de Néstor y cómo tras la muerte de su padre, su vida cambia radicalmente. A lo largo de toda la obra vemos un proceso de superación del duelo a través de sueños y añoranzas. El mar simboliza para Néstor toda su existencia y un vínculo muy especial que le unía a su padre. Una enfermedad hace que su padre parta para el «otro mundo», como él mismo lo define, aunque no sabe muy bien qué significa ese término. Inicialmente, para Néstor viajar a Madrid (durante la recuperación de su madre que, sumida en una gran depresión consecuencia de la muerte de su marido, decide internarse para recibir el apoyo de profesionales) es viajar al «otro mundo». Su llegada a la capital tiene un sabor agridulce. Está apartado del mar, pero junto a sus tíos y prima, se siente querido. Por las noches, Néstor sueña que vuelve al mar, pero cada día se encuentra una peripecia diferente. Es su padre quien en forma de delfín o con su apariencia habitual lo salva de las dificultades que se le presentan durante los sueños, sueños que finalizan todos ellos de la misma manera: llegan a casa, la puerta está abierta y todo oscuro en el interior, como si estuviera vacía. En la primera ocasión, su padre es un delfín agonizante, consecuencia de estar fuera del mar; en la segunda, su padre desaparece tras surgir un rayo de luz y, en la tercera, es el sonido de los pájaros, lo que hace que se despierte. Néstor está superando el dolor por la muerte de su padre en todos y cada de estos sueños. Es la recuperación definitiva de su madre lo que le permite regresar al pueblo donde nació, y así, subir el último eslabón y asimilar al muerte de su padre. El delfín desaparece y la visión de su padre no es tan real como en los anteriores sueños, ahora está prácticamente distorsionada, sabe que será la última vez que sueñe con él. Su casa ya está alegre, ha vuelto su madre, la vida continúa y es Néstor quien se encarga de la barca de sus antepasados. Gracias esta obra, podemos ejemplificar el proceso de duelo llevado a cabo por las personas que acaban de perder a un ser querido. Inicialmente Néstor se encuentra enfadado y confundido, tiene que partir de su pueblo y no comprende la ausencia de su padre. El recuerdo del mar es constante a través de los sueños y de los objetos que le permiten evocarlo, como el poster de su prima, el pisapapeles de su tío y la melodía interpretada por el vecino. El olvido selectivo se hace patente al finalizar la obra. Néstor deja de recordar con claridad la figura de su padre. Finalmente, tanto su madre como él aprende a vivir sin el padre. Ambos toman nuevos rumbos y aceptan los roles que el padre ejecutaba. Ahora Néstor saldrá con la barca. En la obra, por tanto, aparecen dos tipos de muerte: la muerte personificada, cuando Martín el padre Néstor adquiere la forma de un delfín, y la muerte de uno de los progenitores.
9.º Guárdate de los Idus. Lola Gándara. 1998. Editorial SM: Su trama se sitúa en el año 44 a.C, tras la conjura y posterior asesinato de Julio César. La muerte del caudillo es el detonante de toda la trama. Druso, sobrino de Mario Dimito, guarda el documento en el que se incriminaba a Cinna, uno de los autores de la muerte del César. La tenencia de este documento (una lista de casi doscientos hombres que participaron en la conjura “obliga” a Mario Dimito a suicidarse, entregándolo antes de ejecutar esta acción. La muerte se encuentra presente en todas y cada una de las acciones ejecutadas por los protagonistas. Es el detonante de la muerte de Mario Dimito, de la huida de Druso y del odio que Valeria siente hacia Cinna, el asesino de su abuelo. Nos encontramos con tres tipos de muerte en esta obra: por causas políticas, por suicidio y en otras culturas.
- Julio César, uno de los hombres más ambiciosos de la historia. Su asesinato fue perpetrado con el fin de evitar que éste impusiera una monarquía autoritaria en tiempos de República. Una señal de Metelo le indica a Bruto, su hijo adoptivo, que lo asesine.
- El padre de Druso había fallecido años atrás. En la cultura romana, las familias estaban dirigidas por el pater familias. Ante la ausencia del progenitor, es el tío de Druso quién se encarga de la familia. Como miembro colaborador y partícipe de la conjura, Mario Dimito posee una lista con los nombres de todos los conspiradores. Con el fin de salvarle la vida a los miembros de su familia y no perder el honor decide suicidarse.
- Finalmente, leemos como se desarrolló la ceremonia fúnebre llevada a cabo para honrar al tío de Druso. Los sirvientes del hogar cubrieron a Mario con una toga picta recubierta de oro, vestimenta propia de los triunfadores. En el altar consagrado a los dioses protectores de la vivienda también se conmemoraba a los antepasados fallecidos. En ese mismo lugar, Mario leyó su testamento dónde además de establecer quiénes eran los beneficiarios de sus pertenencias, se establecieron sus últimas voluntades y los esclavos fueron liberados, como era tradición. Finalmente, Mario Dimitio falleció. La ceremonia terminó con todos los habitantes de la casa frente al altar dedicado a los manes, tras extender una especie de ungüento sobre el fallecido que le permitía acceder a lo que ellos conocían como el reino de las sombras. Sabemos que también era necesario depositar una moneda bajo la lengua de los fallecidos. La tradición romana determina que Caronte reclamaba un peaje a los muertos para que sus almas cruzaran la laguna.
Las enseñanzas que nos aporta la obra durante su lectura fueron los detonantes que determinamos para su elección. Vemos que siglos atrás también se honraba a los muertos a través de diferentes actos funerarios, y, asimismo, cómo el fallecimiento de un familiar suponía un cambio radical para toda la familia.
10.º Días de Reyes Magos. Emilio Pascual.1999. Editorial Anaya: Premio Lazarillo 1998 y Premio Nacional de Literatura infantil y Juvenil 2000. Días de Reyes Magos narra la historia de Ulises, un joven en plena adolescencia, rebelde y con ansias de libertad. La literatura y el primer amor son los que le permiten sobrevivir a esta amalgama de sentimientos encontrados. El padre de Ulises, actor de profesión, decide ayudar a su hijo. Junto con el apoyo de su esposa y la maestra de Ulises le enseñan la realidad de la vida a través de la lectura de libros. Para ello, Ulises acude al metro, metáfora que nos recuerda al descenso de Dante a los infiernos. Ahí se reúne con su padre, quien disfrazado de mendigo le pide que le lea una novela todos los días, puesto que su ceguera se lo impide. Así es como finalmente Ulises consigue encauzar su vida. El proceso de duelo que sufre Ulises no es latente hasta el final de la obra, cuando nos confirman que su padre, el mendigo, ha fallecido. Inicialmente éste abandona el hogar, y es en este momento cuando Ulises comienza a desarrollar su duelo de forma insana. Su padre conoce su destino, quiere suicidarse, y decide ayudar a su hijo para que a través de la literatura, fuente inagotable de «enseñanzas vitales», le prepare para sobrevivir tras su ausencia. Continúa la alabanza a la vida a través de símbolos. Gracias al apéndice ofrecido por el autor al final de su novela, podemos extraer más información sobre la misma. Culturalmente, los fallecidos permanecen bajo tierra y son sus almas las que ascienden al cielo. Pero la obra no quiere reflejarnos este simbolismo, sino hacernos ver que, si en el subsuelo los sueños mueren, la vida también. Ulises es rescatado de esta oscuridad gracias a la luz que le ofrecen Calipso, su madre, la maestra y la literatura, superando así su duelo y, por ende, aceptando la muerte de su padre. Ulises deja de ser un niño inmaduro y comienza a ver la vida con ojos de adulto, señal que nos indica que su duelo ha finalizado y que es capaz de continuar su vida sabiendo que su padre siempre estará ausente. Leída con atención en repetidas ocasiones, siempre nos sorprende por la belleza y delicadeza con la que trata el tema de la muerte y otros temas actuales (como el conflicto generacional suscitado entre padres y adolescentes).
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Isabel Sánchez Castro