La educación lenta: una reacción a la educación “acelerada”

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Introducción

Restaurantes de comida rápida que apenas tardan 5 minutos en servirte un menú completo, trenes de alta velocidad, gestiones bancarias realizadas en segundos desde el propio móvil, compras online en cuestión de minutos, nuevos modelos de aparatos tecnológicos que se suceden uno tras otro haciendo que siempre estemos desfasados… Vivimos en una era de rapidez e inmediatez y, si bien muchos de estos adelantos suponen una ayuda y la posibilidad de dedicar menos tiempo a tareas más tediosas y más a otras que nos enriquezcan, es cierto que vivimos corriendo, con prisa.

Esta prisa y este afán por la rapidez han alcanzado, desgraciadamente, al sistema educativo. Contenidos que se deben impartir sí o sí en determinado curso, trimestre o incluso mes. El alumnado debe haber alcanzado determinados objetivos en determinado momento, porque sí, así lo dicta la ley.

La propia legislación educativa hace referencia al respeto de los ritmos individuales y a los principios del Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) al tiempo que exige la adquisición de unas habilidades y conocimientos para cada ciclo. Evidentemente la educación debe perseguir unos propósitos, unos objetivos, pero no está tan claro que estos deban alcanzarse en periodos de tiempo tan concretos e inflexibles.

La educación lenta

La educación lenta nace como respuesta a esa educación que no respeta el ritmo de cada niño y cada niña, que obliga a adquirir determinadas habilidades en un momento específico.

Esta corriente, también conocida como “pedagogía del caracol”, propone regresar a un ritmo más sosegado y prefiere la calidad a la cantidad. Entiende que cada alumno/a tiene un ritmo propio y no debemos forzarlo y rechaza la compartimentación de contenidos en asignaturas y horarios cerrados.

La mayoría de críticos de esta pedagogía esgrimen que no permiten sacar todo el potencial del niño, que nos les invita a esforzarse, que permite cierto “pachorrismo”. Por ello, autores como Carbonell (2016) proponen llamarla “escuela serena”, un término que da a entender que, en esencia, se abordan los mismos contenidos pero de forma más pausada, respetando los ritmos individuales (García, 2020).

IMAGEN 1. “Niños y niñas jugando en el aula”.

IMAGEN 1. “Niños y niñas jugando en el aula”.

Aunque esta corriente pueda parecernos algo moderno y novedoso, lo cierto es que tiene sus antecedentes en el movimiento de la Escuela Nueva y en los movimientos de renovación pedagógica del siglo XVIII. Por ejemplo, Rousseau invitó a despertar pronto la curiosidad del niño pero al mismo tiempo afirmó “pero para alimentarla no os deis prisa en satisfacerla” (Carbonell, 2016, p.149). Reconocía la importancia de la educación en los primeros años de vida pero se mostró en contra de forzar el ritmo de cada individuo.

Dentro de la Escuela Nueva, fueron muchos los autores que acusaron a la escuela de fomentar la competitividad, como John Dewey o María Montessori. Esta última defendía además un rescate del espíritu humanista.

En España, Giner de los Ríos, un gran referente y creador de la Institución Libre de Enseñanza, mostró su rechazo por el aprendizaje forzado para obtener resultados en un examen. Podría decirse que todas estas corrientes supusieron un punto de partida para muchas de las pedagogías actuales, incluida la educación lenta.

La educación lenta se rige por 15 principios, propuestos por Doménech (2009) para aproximarse a la educación de manera global, más allá del entorno puramente escolar. Los principios son:

  • La educación es una actividad lenta.
  • Las actividades educativas han de definir su tiempo y no al revés.
  • En educación, menos es más.
  • La educación es un proceso cualitativo.
  • El tiempo educativo es global e interrelacionado.
  • Las construcciones de un proceso educativo deben ser sostenibles.
  • Cada niño y cada persona necesita su tiempo para el aprendizaje.
  • Cada aprendizaje debe realizarse en su momento.
  • Para conseguir aprovechar mejor el tiempo, hay que priorizar y definir las finalidades de la educación.
  • La educación necesita tiempo sin tiempo.
  • Hay que devolver tiempo a la infancia.
  • Debemos repensar el tiempo de las relaciones entre adultos y niños.
  • El tiempo de los educadores debe definirse.
  • La escuela ha de educar el tiempo.
  • La educación lenta forma parte de la renovación pedagógica.

Conclusión

En definitiva, la educación lenta consiste en respetar los ritmos individuales, no solo por respeto al alumnado, sino porque con prisa, no se aprende de verdad. Trata de profundizar y relacionar los conocimientos, persiguiendo un aprendizaje significativo y rechazando los conocimientos superficiales, el memorizar datos para aprobar el examen sin comprender realmente lo que se está aprendiendo.

Como dijo García (2020), si a Newton se le hubiera presionado con fechas límite, no podría haber estado sentado tranquilamente en su jardín aquel día en que, al contemplar la caída de una manzana, se planteó la existencia de la gravedad. Dejemos que el alumnado se tome su tiempo, respetemos sus ritmos y dejemos que descubra los conocimientos por sí mismo.

 

Referencias

  • Carbonell, J. (2016). Pedagogías del siglo XXI: Alternativas para la innovación educativa. Octaedro.
  • Doménech, J. (2009). Elogio a la educación lenta. Graó.
  • García, A. (2020). Otra educación ya es posible. Una introducción a las pedagogías alternativas. Litera

IMAGEN:

  • Pavel Danilyuk. (2021). Foto jugando. [Fotografía]. Pexels.

https://images.pexels.com/photos/8422173/pexels-photo-8422173.jpeg

 

Saray Martínez Llano

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