Disciplina positiva

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Introducción

La Disciplina Positiva se trata de un modelo educativo que pretende entender el comportamiento de los niños, una manera de trabajar su actitud para guiarlos con positividad y amabilidad e intentar comprenderlos. Se basa en el afecto y la comunicación, aportando herramientas para reconducir los comportamientos no adecuados sin lucha Para llevar a cabo esta práctica ya sea en el aula o en casa es necesaria una firmeza en lo que se ejecuta, ya que no parte de la permisividad ni del control excesivo, sino de encontrar un equilibrio entre ambas.

Antecedentes

El modelo educativo de la Disciplina Positiva tuvo su aparición por primera vez en 1920 con la obra del psiquiatra Alfred Adler y posteriormente por su discípulo Rudolf Dreikurs. Ellos introdujeron los talleres para familias y docentes con el objetivo de formar a los educadores para conseguir mejorar la sociedad, por lo que tenía carácter preventivo y divulgativo. Estas charlas tuvieron gran repercusión, ya que por primera vez la educación de los niños era un proceso colaborativo entre profesores y padres, y más allá de eso, defendía un trato respetuoso a los niños a los que históricamente se les había tratado con autoritarismo. Su modelo no se trataba de carecer de límites ni de ser permisivos, sino de no imponer la autoridad. Por ello la llamaron “Educación democrática” y usaron como lema “Firm & Kind”, firme y amable. El eje fundamental de sus técnicas pedagógicas era el respeto mutuo.

Esta metodología volvió a tener protagonismo décadas después, en 1980, gracias a la obra publicada por Jane Nelsen y Lynn Lott llamada “Disciplina positiva”. Se trata de un manual para padres y educadores donde se acuñó este término por primera vez y que sigue teniendo gran repercusión en países de América y Europa.

Principios teóricos

Esta metodología educativa se trata de una actitud ante la infancia, considerando a los niños como personas que requieren la misma dignidad que los adultos. Tiene como base el respeto , la libertad, la empatía y la comunicación. Citando palabras de la doctora en Psicología Educativa Jane Nelsen, “la clave para la Disciplina Positiva no es el castigo, sino el respeto mutuo”. Como cocreadora de dicho programa apoya que cualquier niño puede aprender sin perder su dignidad. Por ello se trata de educar sin premios ni castigos, ni amenazas, ni gritos. Para ello debe existir una participación y colaboración de todas las personas que forman parte del sistema educativo, incluyendo los niños.

Este modelo se sustenta en varios principios que atienden a las necesidades infantiles. El primero es que los niños necesitan conexión, lo que ha sido sinónimo de supervivencia, la búsqueda de la pertenencia a un grupo. Además de ello precisan sentirse capaces y significativos, desarrollar relaciones de respeto mutuo desenvolviéndose y teniendo experiencias en las que haya firmeza y amabilidad. Es estas relaciones se desarrollan las habilidades emocionales, que se obtienen principalmente del aprendizaje que se obtiene no viendo ni escuchando, sino haciendo.

Otro de los aspectos a tener en cuenta es diferenciar la persona de los actos que realiza. Puede existir una acción reprobable, pero no tiene nada que ver con etiquetar a una persona utilizando calificativos.

Este modelo defiende que en la relación educativa son necesarias la confianza y el afecto del educador, ya que si los niños no ven sus habilidades y necesidades socioemocionales contempladas es muy complicado que aprendan bien o que quieran comportarse adecuadamente. Los niños necesitan ver sus sentimientos comprendidos, ya que el sentimiento es el motor de la conducta.

Aproximación práctica

Esta metodología intenta favorecer el aprendizaje y la vida de los niños, ayudándoles a sentirse importantes conectando con sus talentos. Para ello el primer paso es observar y entender el comportamiento del niño, descubriendo sus cualidades y localizando la actitud a valorar y afianzarla para que la siga desarrollando y él mismo la valore. Por lo tanto, se trata de ayudar a la persona a descubrir su propio valor, lo que facilita el proceso educativo, que es un aprendizaje que no se queda solo en conocimientos.

Existen muchas herramientas de Disciplina Positiva en la que existe una resolución conjunta de problemas, creando compromisos y búsqueda de acuerdos en los que los niños puedan estar involucrados cada vez más conforme vayan siendo más mayores. Se enseñan hábitos de respeto y responsabilidad, ya que sus actos tienen consecuencias positivas o negativas.

Una reflexión a tener en cuenta en la práctica se trata de no tener expectativas fuera de lo que su edad les permite, por lo que habría que conectar con sus necesidades, poderlas cubrir y comprenderles. Para ello es preciso validar sentimientos y comunicarse con afecto y escucha activa.

Hay que valorar que los niños cuentan con una energía expansiva natural de movimiento, necesita espacio libre, correr, saltar… Debemos cubrir esas necesidades que forman parte de su naturaleza si luego precisamos que en otros momentos su comportamiento sea más recogido.

En la Disciplina Positiva no hay lugar para la obediencia y el autoritarismo, sino que hay una construcción de normas que los niños van interiorizando conforme van teniendo sentido para su vida, en la que puedan comprender los sentimientos de los demás, intervenir en el grupo y sentirse útiles. Es preciso aprovechar la innata capacidad de los niños a colaborar y a pertenecer a su grupo de iguales, ya que son muy importantes la participación de todos los miembros.

De cara a los comportamientos conflictivos se debe observar que hay detrás de la conducta. Puede que exista una falta de pertenencia al grupo o una carencia de sentimiento de importancia que motiva a que el niño esté llamando la atención. También hay que analizar nuestro comportamiento como adultos, si estamos dando lugar al consenso para garantizar la necesidad de tomar decisiones y de sentirse valiosos.

Conclusiones

La Disciplina Positiva permite la revisión de la actitud ante los conflictos y la educación de los niños. Se trata de un punto de equilibrio entre la actitud tradicional de disciplina autoritaria y el control férreo al modelo presente de familias permisivas y relajación de todos los límites.

Esta metodología está basada en la colaboración y respeto mutuo y en enseñar al niño competencias básicas para la vida , como resolver conflictos de manera afectiva y asertiva.

En esta relación los límites han de ser marcados por el adulto, pero deben existir opciones para consensuar con los niños para que puedan sentirse valorados y responsables.

Por último, el mal comportamiento debe ser oportunidad de conciencia emocional, no de lucha. Porque como dijo el fundador de esta metodología Alfred Adler: “Una batalla con un niño es siempre una batalla perdida”.

Referencias bibliográficas

  • Franco, T. Vida afectiva y educación infantil. Narcea, Madrid, 1998.
  • Marchesi, A; Carretero, M y Palacios, J: Psicología evolutiva. Alianza Editorial, Madrid, 1991.
  • Nelsen, J. Disciplina positiva. Oniro, Barcelona, 2002.
  • Turiel, E; Enesco, L y Linaza, J. : El mundo social en la mente infantil. Alianza Psicología, Madrid, 1989.

Referencias de imágenes

Ana Palomo Blázquez

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