Importancia del desarrollo social y afectivo para el desarrollo del lenguaje

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Diversos modelos y teorías han intentado dar explicación al desarrollo del lenguaje en el ser humano, sin embargo, el tema que nos ocupa es la relación del desarrollo del lenguaje con el desarrollo social y afectivo.

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En este sentido, mencionamos a Vigotsky (1983) quien parte de la interacción social para dar respuesta al desarrollo del lenguaje. Para este psicólogo, pensamiento y lenguaje tienen un desarrollo común, no se da el uno sin el otro. De esta forma, propuso que todo lenguaje es social desde sus inicios, originándose como medio de comunicación, para después convertirse en lenguaje interior que proporciona el desarrollo del pensamiento. Y es que el ser humano es un ser social por naturaleza que necesita del contacto con otras personas para desarrollarse de manera plena en sociedad, desarrollo en el que se engloba el lenguaje.

Con frecuencia encontramos en las aulas alumnos con dificultades en lenguaje. Si bien es cierto que, en numerosas ocasiones, este aspecto va asociado a otras alteraciones, los profesionales de la educación nos enfrentamos a casos en los que el alumno no presenta discapacidad ni alteración aparente que dé explicación a la problemática. En esta línea, Monfort y Juárez (2018) expresan que no se puede hablar de dificultades en el lenguaje teniendo en cuenta solo al niño, sino que también habrá que prestar atención al contexto en el se desarrolla.

En algunos de estos casos, tras conocer en profundidad al niño, así como su contexto e historia familiar, tomamos consciencia de que ese déficit en el lenguaje puede tener su origen en el plano familiar. Pueden ser casos de negligencias, abandonos, maltratos, falta de estimulación del lenguaje, bajo nivel de afecto, ausencia de momentos o actividades en familia, bajo nivel de formación y/o lingüístico de los progenitores, un bilingüismo que impide a los padres comunicarse con sus hijos, entre otros factores.

La familia constituye el primer agente socializador, donde el niño, ya en su primer año de vida, comienza a comunicarse con su figura de apego para satisfacer sus necesidades o con una meta eminentemente social o afectiva. Esto se observa a través de la mirada, el llanto, la sonrisa, los gestos, vocalizaciones, el balbuceo y el laleo. Según Gallardo y Gallego (2003), en esta etapa, el niño empieza a entrenar para la actividad vocálica efectiva que se dará posteriormente. En esta línea, Serra (2013) señala que, si este proceso no se realiza en esta etapa de la vida, el niño verá limitadas sus posibilidades de mediación con la cultura, a través de la que se desarrollan las estructuras mentales. Resulta importante destacar que “la cultura en la que nacemos forma parte de nosotros, […] incluso el lenguaje materno que nos inserta en una forma de comprender y responder al mundo” (González Martín, 2020, p.316).

Al igual que el desarrollo del lenguaje depende del desarrollo social y afectivo, no podemos olvidar que, de forma paralela, el desarrollo social de la persona dependerá de su nivel de desarrollo lingüístico. Es común que aparezcan dificultades del lenguaje en la infancia relacionadas con la expresión verbal, la comprensión, la articulación, etc., lo que, de no tratarse a tiempo, puede concluir en problemas de socialización, académicos y funcionales de la vida diaria (Moya, 2024).

La retroalimentación que ofrece el adulto, motiva al niño a comunicar en mayor medida al observar que sus esfuerzos por comunicar tienen efectos en otros; por ejemplo, al llorar se da cuenta de que es alimentado; cuando sonríe, toma consciencia de que la madre le hace carantoñas y al emitir sus primeras palabras, los padres lo celebran. Por el contrario, existen padres que no otorgan este “feed-back”, por lo que el niño limita sus intentos de comunicar al darse cuenta de que no tienen repercusión alguna; esto es lo que Seligman (2014) denominó indefensión aprendida y que suele darse sobre todo en niños con discapacidad en los que los padres abandonan sus esfuerzos por comunicarse con él y motivarlo a expresarse debido a que este no evoluciona ni responde con la normalidad esperada para su edad cronológica. En estos casos, aunque el niño ya tenga una discapacidad que le limite en el desarrollo del lenguaje, la falta de estimulación hará que el pronóstico sea aún menos favorable.

Somos el resultado de esas relaciones primarias de nuestra infancia en las que, como niños, tenemos poca capacidad de margen o respuesta (González Martín, 2020). Toda relación social que el niño tenga desde sus inicios favorecerá la aparición y el posterior desarrollo del lenguaje: las protoconversaciones (conversaciones no verbales de los primeros meses de vida); las canciones que le canta su madre; la respuesta que da el adulto ante sus intentos de comunicar; el juego; el refuerzo positivo; y un largo etcétera.

Podemos afirmar entonces que el lenguaje del niño parte de una primera interacción con el adulto que le llevará a desarrollar una serie de estrategias para fomentar su lenguaje. Dos de estas estrategias son las expansiones sintácticas y las semánticas. En las sintácticas, el adulto ayuda al niño a fijar, corregir y ampliar su sintaxis, por ejemplo, si el niño dice “guau, guau” al ver un perro, el adulto podrá ampliar esta estructura expresando “un perro que dice guau, guau”. Mientras tanto, en las expansiones semánticas, el adulto amplía el enunciado para incrementar el vocabulario, por ejemplo, si el niño dice “agua” el adulto le podrá contestar “¿quieres agua o leche?” Juárez y Monfort (2018) llamaron a esto “feed-back correctivo”.

Este tipo de estrategias que el adulto ofrece al niño de forma consciente o inconsciente resultan fundamentales para el desarrollo de su lenguaje. En contextos favorecidos en los que los niños tienen mayores interacciones comunicativas, escuchan lenguaje correcto y en los que se benefician de ese feed-back, los alumnos alcanzarán un “lenguaje elaborado”, mientras que los menores que crezcan en un ambiente desfavorecido, en el que las interacciones son escasas y de un bajo nivel lingüístico, tendrán un “lenguaje restringido”, ambos términos acuñados por Bernstein (1988), para establecer que el lenguaje de un niño será más o menos elaborado en función de su contexto sociocultural.

Tal y como podemos observar, las figuras de apego van a ser determinantes en el desarrollo del niño, en general, y para la aparición y el desarrollo del lenguaje, en particular. Reforzando esta idea, Ajuriaguerra (2007) señala que la afectividad es el punto de partida del lenguaje infantil, por lo que, desde la escuela, debemos recordar a los padres la relevancia de los afectos, el reconocimiento de emociones, la expresión de las mismas y la respuesta que damos al experimentar una emoción, por parte de los padres y también de los niños, quienes aprenden, en mayor medida, de los primeros.

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Rojas (2021) defiende que existe una relación entre la aparición de enfermedades y las emociones negativas, al igual que las emociones positivas favorecen la curación de enfermedades. Sirviendo como aclaración, Bisquerra (2000), categoriza las emociones en función de su valencia afectiva. Este autor diferencia entre emociones negativas (ira, miedo, ansiedad, tristeza, vergüenza y aversión), emociones positivas (alegría, humor, amor y felicidad) y emociones ambiguas (sorpresa, esperanza y compasión). Siguiendo con la aportación de Rojas (2021) encontramos que el hecho de reprimir emociones puede repercutir en nuestra salud. Por todo ello, si desde la familia no se ofrece un clima de confianza y normalidad en el que se puedan expresar emociones porque se castiga; no se le da importancia o no se habla de ello; o, si el contexto familiar lleva a que el niño experimente de manera continuada emociones de índole negativa, se dará una clara repercusión en el desarrollo del menor a nivel afectivo-emocional (evitará expresar afectos, emociones y sentimientos), a nivel comunicativo-lingüístico (las interacciones serán menores por el temor a la respuesta o falta de ella) y a nivel de salud (el estado de salud no solo se refiere a lo físico y a la ausencia de enfermedad, sino que engloba el estado psicosocial del sujeto; además, estos estados de represión emocional o de frecuente  experimentación de emociones negativas pueden llegar a convertirse en enfermedades psicosomáticas y/o provocar patologías en el desarrollo del lenguaje y del aprendizaje).

En consecuencia, la escuela debe actuar como agente compensador de las desigualdades. Debemos ofrecer una educación basada en lo afectivo y emocional, creando un clima relajado, respetuoso, agradable, de cariño y aceptación, en el que el niño se sienta cómodo para expresar, comunicar y aprender y, en todo caso, tenga a otros adultos como figuras enriquecedoras a nivel social, emocional y educativo, de las que pueda carecer en el hogar familiar. Todo ello con el objetivo de cumplir con el principio de equidad, calidad e inclusión educativa que establece en su preámbulo la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOMLOE).

Los esfuerzos educativos en la actualidad tienden a ofrecer una educación integral al alumnado; una formación de carácter global que aporte conocimientos, herramientas, habilidades y competencias de diversa índole para que el alumnado logre desenvolverse en diferentes contextos de su vida diaria. Es decir, a pesar de las dificultades, el gremio de docentes cada vez se inclina más a abandonar el antiguo modelo que consistía en el mero traspaso de conocimientos y aboga por una educación competencial, emocional y transversal en valores. La situación actual refleja que el campo de la educación emocional se encuentra en auge. Cada vez se le da más importancia en diversos ámbitos de la sociedad, especialmente en el educativo. La creciente importancia que se está dando, así como los numerosos beneficios que aporta, hace que se considere fundamental en todas las personas, en general, pero más aún en colectivos que sufren algún tipo de situación dañina que les pueda acarrear dificultades en su desarrollo vital o en su desarrollo del lenguaje, que es el tema que atañe a este artículo.

Siguiendo a Bisquerra y Pérez (2012, p.1), “la educación emocional es un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo humano, con objeto de capacitarle para la vida y con la finalidad de aumentar el bienestar personal y social”. Moraleda (2015), señala la importancia y la necesidad de una Educación Emocional, proponiendo el diseño de un programa de intervención psicopedagógica de educación emocional. Por ello, resulta interesante la puesta en práctica en las escuelas de programas de Educación Emocional, fomentando el autoconocimiento, la expresión de sentimientos, la comunicación asertiva, las habilidades inter e intrapersonales, formando a los niños como ciudadanos que puedan relacionarse de manera efectiva y actuar de manera libre y consciente para afrontar los retos que la sociedad del siglo XXI plantea.

 

Recomendaciones para familias y educadores

Una vez vista la importancia del desarrollo social y emocional con el desarrollo del lenguaje, pasamos a citar algunas recomendaciones para familias y profesionales de la educación, que favorezcan el óptimo desarrollo del lenguaje:

  • Hablar con el niño de manera continua y habitual utilizando un lenguaje rico que pueda comprender.
  • Narrar las actividades que vamos realizando con él a lo largo del día, por ejemplo: “Ahora vamos a hacer una tortilla para cenar”.
  • Evitar el uso de móviles, televisión, tabletas, etc., en presencia de los niños, puesto que rompe la conexión social y limita las interacciones del cara a cara.
  • Estimular el lenguaje oral del niño mediante canciones, rimas, adivinanzas, trabalenguas, cuentos, expansiones semánticas y sintácticas, juego compartido, trabajo de los prerrequisitos del lenguaje y de las cuatro dimensiones del mismo.
  • Fomentar el juego simbólico y el juego de roles como: jugar con la cocinita, jugar a las familias, a los médicos, etc.
  • Llevar a cabo juegos de palabras, de sonidos, de secuencias rítmicas, de campos semánticos… Como ejemplos destacamos el juego del veo-veo, las palabras encadenadas, crear palabras con las letras de las matrículas de los coches, memorizar de forma acumulativa palabras, …
  • Nombrar los elementos con los que nos vamos encontrando por la calle para aumentar su vocabulario.
  • Crear un clima de seguridad, confianza y aceptación donde el niño se sienta libre para hablar, compartir sus experiencias y expresar sentimientos.
  • Escuchar de forma activa. Dar tiempo al niño para que se exprese sin terminarle las frases, colmándonos de paciencia, intentando ser empáticos y haciéndole reflexionar.
  • Estimular la relación y conversación del niño con sus iguales, ampliando los contextos.
  • Validar sus emociones y reflexionar sobre las causas y las respuestas a las mismas.
  • Hablar sobre las emociones. Dibujarlas, ponerles nombre, pensar en situaciones o cosas que nos hacen sentir esa emoción.
  • Plantear preguntas abiertas al niño para que vaya ampliando sus enunciados con más complementos sintácticos.
  • Leer cuentos o historias con contenido emocional, reflexionando sobre los mismos y haciendo partícipe al niño en todo momento.
  • Buscar información y ayuda profesional desde temprana edad en casos de dificultades en el lenguaje para poder ofrecer una respuesta lo más ajustada posible a las necesidades del niño.

 

Conclusión

De acuerdo con Peña-Casanova (2013), la comunicación constituye la capacidad de transmisión de información. El ser humano transmite información de distinta naturaleza y a través de diferentes sistemas, siendo el lenguaje una forma particular de comunicación. Sin embargo, en ocasiones aparecen dificultades en la adquisición y desarrollo del lenguaje debido a diferentes causas, entre las que se encuentran un inadecuado desarrollo afectivo y/o social del niño. De una forma u otra, en la práctica educativa, debemos conseguir que el alumnado interactúe con su entorno y desarrolle una eficaz comunicación para satisfacer sus necesidades vitales, sociales, afectivas, personales, cognitivas y educativas.

Tal y como establece la Constitución Española de 27 de diciembre de 1978 todas las personas tienen derecho a la educación.  Asimismo, la LOMLOE surge con el objetivo de reforzar la equidad y la inclusión del sistema educativo, por lo que debemos contribuir al desarrollo óptimo del lenguaje en todo el alumnado con la finalidad de potenciar su inclusión en la mayor medida posible.

 

Referencias bibliográficas y legislativas

  • Constitución Española, de 27 de diciembre, de 1978.
  • Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOMLOE).
  • Ajuriaguerra, J. (2007). Psicopatología del niño. Masson.
  • Bernstein, B. (1988). Clases, códigos y control II. Hacia una teoría de las transmisiones educativas. Akal.
  • Bisquerra, R. (2000). Educación emocional y bienestar. Praxis.
  • Bisquerra, R. y Pérez, N. (2012). Educación emocional: estrategias para su puesta en práctica. Revista de la Asociación de Inspectores de España. (16).
  • Gallardo, J.R. y Gallego, J.L. (2003). Manual de Logopedia Escolar. Aljibe.
  • González Martín, M. R. (2020). Narración, resignificación y sentido: cuna y horizonte de la formación del carácter. En C. Naval, A. Bernal, G. Jover y J. L. Fuentes (coords.), Perspectivas actuales de la condición humana y de la acción educativa. Dykinson.
  • Juárez, A. y Monfort, M. (2018). El niño que habla. CEPE.
  • Kivaka, L. (2018). Mujer leyendo libro para niños pequeños. [Fotografía]. Pexels (https://www.pexels.com/es-es/foto/mujer-leyendo-libro-para-ninos-pequenos-1741231/)
  • Moraleda, A. (2015). Justificación de la necesidad de una educación emocional. Diseño de un programa de intervención psicopedagógica de educación emocional. [Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid]. https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=99868
  • Moya Arroyo, J. J. (2024). Desarrollo educativo e intervención psicopedagógica. CEF.
  • Peña-Casanova, J.  (2013). Manual de logopedia. Masson.
  • Rojas, M. (2021). Cómo hacer que te pasen cosas buenas. Espasa.
  • Seligman, M. (2014). Niños optimistas. Debolsillo.
  • Serra, M. (2013). Comunicación y lenguaje: la nueva neuropsicología cognitiva. Publicaciones Universidad de Barcelona.
  • Tankilevitch, P. (2020). Amor mujer besando mono [Fotografía]. Pexels (https://www.pexels.com/es-es/foto/amor-mujer-besando-mono-3875225/)
  • Vigotsky, L.S. (1983). Pensamiento y lenguaje. Pléyade.
  • Imagen 1: Kivaka, L. (2018). Mujer leyendo libro para niños pequeños. [Fotografía]. Pexels (https://www.pexels.com/es-es/foto/mujer-leyendo-libro-para-ninos-pequenos-1741231/)
  • Imagen 2: Tankilevitch, P. (2020). Amor mujer besando mono [Fotografía]. Pexels (https://www.pexels.com/es-es/foto/amor-mujer-besando-mono-3875225/)

María Dolores Ayuso Solano

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