1. Introducción
“Profe, ¿hoy jugamos al fútbol?”. “¿Hoy toca deporte o toca ‘bailar’?”. Estas frases, tan comunes en cualquier colegio, revelan una concepción profundamente arraigada: la idea de que la Educación Física es, ante todo, actividad deportiva, y que la expresión corporal es una especie de actividad marginal, secundaria, casi anecdótica dentro del área. Sin embargo, cuando miramos el currículo actual, cuando escuchamos a los expertos en didáctica de la motricidad y, sobre todo, cuando observamos las necesidades reales del alumnado, descubrimos que esta visión es incompleta y empobrecedora.
La expresión corporal no es solo un contenido más: es una forma de alfabetización, un medio para que los alumnos descubran su cuerpo como herramienta de comunicación, creatividad, sensibilidad e identidad. Blázquez (2017) afirma que la Educación Física debe entenderse como un proceso para “descubrir y dominar el cuerpo como medio de relación con el mundo”, y dentro de este proceso, la expresión corporal ocupa un lugar central. Devís y Peiró (2021) subrayan que el movimiento no solo sirve para desplazarse, sino también para significar, para narrar, para mostrar emociones que el lenguaje verbal no alcanza.
Sin embargo, aún persiste en parte del profesorado el temor de que trabajar la expresión corporal provoque rechazo, incomodidad o falta de interés. A veces esta percepción nace de experiencias personales previas, otras de desconocimiento metodológico o de la presión de contenidos tradicionalmente deportivos. En este artículo proponemos una mirada diferente: la expresión corporal como camino para humanizar la Educación Física, hacerla más inclusiva y abrir oportunidades a todo tipo de alumnado, no solo al más habilidoso físicamente.
2. Expresión corporal como lenguaje y oportunidad educativa
Romper la idea de que la Educación Física es solo deporte implica, en primer lugar, reconocer que el cuerpo es mucho más que una máquina de ejecución motriz: es un espacio simbólico, emocional y artístico. En el aula conviven alumnos que disfrutan del juego competitivo con otros que encuentran en el movimiento expresivo un refugio para explorar emociones o comunicar sin palabras. Cuando el currículo se limita a deportes colectivos o habilidades tradicionales, muchos estudiantes —especialmente los más inseguros o quienes viven la motricidad con ansiedad— quedan invisibilizados. La expresión corporal abre una puerta para que también ellos participen, creen, narren y brillen.
Diversos estudios destacan la potencia de la expresión corporal para desarrollar competencia emocional, creatividad y comunicación no verbal (Lago & Blázquez, 2011). A través de dramatizaciones, movimiento libre, creación de secuencias o juegos rítmicos, los alumnos aprenden a leer gestos, negociar roles, expresar estados internos y construir relatos colectivos. A nivel cerebral, estas experiencias activan procesos de simbolización que enriquecen la empatía y el pensamiento divergente (Goldstein, 2019). Además, la expresión corporal es un terreno privilegiado para trabajar la inclusión. En estos contextos, el rendimiento motor deja de ser el centro y se valora la aportación creativa, la originalidad y la colaboración. Un alumno con dificultades motrices puede contribuir como creador de ideas; uno con TEA puede encontrar en las rutinas coreográficas una estructura segura; un alumno tímido puede descubrir que no necesita hablar para comunicar; y un estudiante habituado al deporte competitivo puede aprender a escuchar y a ceder.
3. Estrategias, progresiones y vínculos curriculares
Muchos maestros temen que este tipo de propuestas provoquen vergüenza o rechazo inicial. La clave está en empezar con dinámicas que minimicen la exposición personal: “la estatua”, “el espejo”, “las sombras”, o “movimiento guiado por imágenes”. Estas actividades permiten explorar la expresión sin sentirse observado. Con el tiempo, el alumnado desarrolla confianza y pasa a propuestas más complejas como pequeñas escenas, coreografías colectivas o poemas corporales. Una estrategia muy eficaz consiste en vincular la expresión corporal con cuentos, emociones o proyectos interdisciplinares. Representar fenómenos naturales, explorar emociones de un libro, crear secuencias relacionadas con ciencias o dramatizar conceptos astronómicos ayuda a integrar la expresión corporal en el aprendizaje global. Así deja de percibirse como algo “extraño” y se naturaliza en la vida del aula.
Por otra parte, la expresión corporal no se limita a la danza: abarca teatro físico, improvisación, narración, uso de objetos, música, ritmos y creación de imágenes grupales. Esta diversidad facilita que cada alumno encuentre su propio lenguaje, como señalan Devís y Peiró (2021).
Creatividad y expresión corporal están estrechamente unidas. Craft (2005) destaca que la creatividad cotidiana florece cuando se plantea al alumnado problemas abiertos y múltiples vías de resolución. Preguntas como “¿de cuántas formas se mueve la alegría?”, “¿cómo representamos una emoción colectiva?”, o “¿qué forma tendría una palabra si fuera un movimiento?” estimulan la imaginación. Además, el currículo de Madrid (Decreto 61/2022) incorpora de forma explícita la expresión corporal dentro de las manifestaciones de la cultura motriz, y la Orden 130/2023 apuesta por una evaluación basada en procesos, ideal para valorar la evolución creativa del alumnado. Esto sitúa la expresión corporal no como un añadido, sino como un contenido plenamente curricular.
Finalmente, el papel del docente es clave: más que instructor, se convierte en facilitador. La creatividad no florece en ambientes donde se teme el juicio. La expresión corporal crea cohesión, mejora la convivencia y ofrece un espacio seguro para canalizar emociones, reducir ansiedad y fortalecer vínculos.
Conclusión
La expresión corporal, a menudo situada en un segundo plano dentro de la Educación Física, es en realidad un espacio fundamental para que el alumnado explore emociones, comunique ideas y descubra nuevas formas de relacionarse con su propio cuerpo y con los demás. Al integrarla de manera natural en el aula, se amplía la visión limitada que reduce la EF al deporte y se ofrece un terreno inclusivo donde todos pueden participar y brillar, independientemente de su habilidad motriz.
Estas propuestas democratizan la participación, favorecen la creatividad y fortalecen los vínculos del grupo. En una escuela que aspira a ser más humana, más emocional y más inclusiva, la expresión corporal no es un complemento: es una necesidad. Potenciarla significa formar alumnos más sensibles, capaces de expresarse de múltiples maneras y de convivir desde la empatía y la escucha corporal. En definitiva, educar no solo a través del movimiento, sino también educar el movimiento como lenguaje y como encuentro.
Bibliografía
- Blázquez, D. (2017). La educación física: bases para una enseñanza comprensiva. INDE.
- Craft, A. (2005). Creativity in schools: Tensions and dilemmas.
- Devís, J., & Peiró, C. (2021). Didáctica de la Educación Física: una perspectiva crítica y plural. Graó.
- Goldstein, T. R. (2019). The science of creativity and the arts. Psychology of Aesthetics, Creativity, and the Arts, 13(4), 319–322.
- Lago, C., & Blázquez, D. (2011). Educación emocional y social en Educación Física. Tándem, 37, 6–15.
- Decreto 61/2022, de 13 de julio, por el que se establece el currículo de Educación Primaria en la Comunidad de Madrid.
- Orden 130/2023, de 26 de enero, por la que se regula la evaluación y la autonomía pedagógica en Educación Primaria.
Imágenes
- (2025). Ilustración de aula sobre expresión corporal y creatividad en el teatro (Imagen 1). https://www.canva.com
- (2025). Ilustración de niños y niñas en el gimnasio (Imagen 2). https://www.canva.com
Pedro Antonio García Serrano