Una aproximación al Coaching Educativo

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El coaching es un término que ha irrumpido con fuerza en el ámbito educativo. Pero, ¿sabemos en qué consiste realmente?

Si bien el término está en boga en los últimos años, no se trata de un fenómeno reciente. Leonardo Ravier, en Arte y ciencia del coaching: su historia, filosofía y esencia, aclara su curiosa etimología. En los siglos XV y XVI comenzó a hacerse muy famosa la ciudad húngara de Kocs, donde contaban con un vehículo tirado por animales que también servía para transportar personas. Esta misma idea continúa vigente, pues nos permite explicar, en forma de analogía, que el Coaching consiste en facilitar ese viaje, ese camino hacia el futuro.

No obstante, su aparición oficial como disciplina se produce en Estados Unidos, en el ámbito deportivo de finales del siglo XX, y posteriormente se instala en España a finales de los 90, ligado al mundo empresarial.

Entre las variadas definiciones que podemos encontrar acerca de este concepto, la Asociación Española de Coaching (AESCO) lo define del siguiente modo: “El coaching profesional es un proceso de entrenamiento personalizado y confidencial mediante un gran conjunto de herramientas que ayudan a cubrir el vacío existente entre donde la persona está ahora y donde se desea estar”.

Si lo extrapolamos al terreno de la educación, podemos decir, grosso modo, que se trata de una nueva modalidad de comunicación educativa, basada en una filosofía de enseñanza- aprendizaje abierta y flexible, la cual otorga al alumno el protagonismo en su proceso formativo (Malagón, 2011).

Asimismo, en palabras de Bou (2013), quien, por cierto, acuñó el término de Coaching Educativo en el año 2005, “el coaching es una técnica de crecimiento personal que tiene como objetivo principal ayudarte a conseguir las metas que te propones y facilitar mejoras en tus competencias, conductas, habilidades y actitudes, aportándote tanto una mejor calidad de vida como una mayor satisfacción con la práctica de tu actividad profesional diaria”.

 

(Fuente: https://pixabay.com)

Sin embargo, no debemos confundir el término de Coaching Educativo con el Coaching Académico. Este último se trata de una variedad del primero, que se aplica en el contexto formal y cuyo objetivo es que el alumno obtenga mejores calificaciones y sea competente en los aspectos curriculares (Pimentel y Rodríguez, 2016).

En líneas generales, el Coaching Educativo se sustenta en los siguientes pilares:

  • El lenguaje: se basa en un diálogo entre el coach (profesor) y el coachee (alumno en nuestro caso), a través de preguntas para que este último sea consciente de sus dificultades y consiga alcanzar sus objetivos. A su vez, esto tiene sus raíces en las teorías socráticas, con el empleo de los postulados mayéuticos y la dialéctica como vía de adquisición del conocimiento. De hecho, la mayéutica se sigue utilizando hoy en día como método educativo en el que se formulan preguntas al alumno para que este llegue, por sí solo, a las respuestas.
  • El aprendizaje: el coaching es el arte de aprender a aprender.
  • La flexibilidad: el coach intenta adaptarse a las características del coachee y a sus necesidades.
  • El feedback: la retroalimentación es fundamental para que los alumnos tomen conciencia de sus propias acciones y de ellos mismos.
  • La responsabilidad compartida: en un clima de respeto mutuo, los participantes colaboran para que la conversación sea lo más fructífera posible.
  • El cambio: cómo facilitar cambios en nosotros y en los demás para mejorar.

Y, más concretamente, esta disciplina puede actuar en tres niveles:

  • Dirección del centro: para dotarles de herramientas ejecutivas e incidir en la capacidad de liderazgo.
  • Docentes y claustro de profesores: para incidir en el proceso de enseñanza, el trabajo en equipo, adquirir habilidades de comunicación.
  • Alumnado: promover la metacognición, favorecer el trabajo en equipo, aprender a gestionar los conflictos y desarrollar la inteligencia emocional.

En cuanto a los aspectos educativos que pueden ser abordados desde la metodología del Coaching (Bou, 2007; Sánchez- Teruel, 2009), destacan los siguientes:

  • Acción tutorial: fomentar el desarrollo personal y social del alumno.
  • Mejorar las relaciones interpersonales en el aula.
  • Resolver los conflictos en el aula, así como problemas de convivencia o de fracaso escolar.
  • Fomentar el liderazgo y la gestión de los equipos docentes.
  • Mejorar la relación e implicación de las familias con la escuela.
  • Aumentar el autoconocimiento, motivación y autoestima de los docentes.

Pero, para su implementación, se requiere que el docente -ahora coach– reúna una serie de cualidades.

Y es que, como sabemos, además de la capacitación técnica, se necesita una serie de habilidades sociales y personales para construir adecuadamente la relación con los alumnos y alcanzar una mayor capacidad de liderazgo.

En este caso, el docente o coach experimenta un cambio de rol: pasa a un segundo plano y se convierte en guía que acompaña durante el proceso de aprendizaje; mientras que el alumno es el protagonista de su aprendizaje.

Así, el coach es aquel profesional con capacidad docente que acompaña al alumno en su proceso de aprendizaje. Dicho acompañamiento se puede realizar desde diferentes perspectivas: asesoramiento, entrenamiento, tutorización… Es decir, es un acompañamiento a medida.

Hablamos, por tanto, y siguiendo la clasificación de Bou (2013), de competencias aptitudinales (capacidad de visión), competencias de personalidad (flexibilidad, seguridad en uno mismo, paciencia, convicción o proactividad), competencias relacionales (inteligencia emocional) y competencias técnicas.

Por tanto, ¿qué beneficios nos aporta el Coaching Educativo?

Como hemos mencionado, esta disciplina nos aproxima al logro de nuestros objetivos, nos ayuda a identificar nuestras auténticas necesidades y facilita la potenciación de nuestros recursos. Por eso, la principal ventaja es que se incide en la individualidad del alumno. De hecho, su finalidad no es enseñar, sino buscar la mejora del rendimiento, respetando así el potencial de cada alumno. Por este motivo, implantar la figura del coach en el centro educativo contribuirá a mejorar y optimizar los recursos con los que ya cuentan los alumnos para obtener los máximos resultados posibles.

Por otro lado, también cabe destacar que la independencia y responsabilidad del alumno aumentan. Además, se fomenta la reflexión y la observación, es decir, la conciencia en los alumnos. De este modo tendrán un mayor grado de decisión, lo cual revertirá en una mejor resolución de problemas, al mismo tiempo que mejora su autoconcepto y se fortalece su autoestima.

En definitiva, si el Coaching ha adquirido tal importancia en la última década es por la actual demanda social, fundamentalmente destinada a que el potencial humano sea sencillo, práctico y útil. De hecho, podemos calificarlo de un nuevo método de mediación. En palabras de Malagón: “El coaching puede ser considerado como una de esas nuevas mediaciones sociales que, recurriendo a la información y a determinados usos de comunicación interpersonal, persiguen lograr mejores ajustes entre los sujetos y la dinámica de cambios de la sociedad en la que viven” (2011: 55).

Como vemos, el Coaching no tiene otro objeto que el crecimiento personal continuo. Para ello, se ofrece el mayor número de facilidades para que la persona orientada sea capaz de aprender por sí misma. Si las nuevas tecnologías ponen a nuestro alcance el conocimiento, el reto al que nos enfrentamos los docentes es cómo ayudar a nuestros alumnos a utilizar dichos conocimientos para que mejore su rendimiento y alcancen los objetivos por sí solos. Como J. Withmore, pionero de esta disciplina, señala:

“El coaching no consiste en enseñar, sino en crear las condiciones necesarias para aprender y crecer”.

Referencias bibliográficas

  • Asociación Española de Coaching (ASESCO). http://www.asescoaching.org
  • Bayón, F. (2010). Coaching hoy: teoría general del coaching. Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces.
  • Bou, J.F. (2013). Coaching educativo. Madrid: Ed. LID.
  • Malagón, F.J. (2011). Coaching educativo y académico: un nuevo reto de enseñar y aprender”. Educación y Futuro, 24, pp. 49-66.
  • Pimentel, L. y Rodríguez, A.M. (2016). El coaching educativo para mejorar la motivación de los docentes. EDUNOVATIC 2016, I Congreso Virtual Internacional de Educación, Innovación y TIC, 324- 333.
  • Ravier, L. (2005). Arte y ciencia del coaching: su historia, filosofía y esencia. Argentina: Unión Editorial.
  • Sánchez- Teruel, D. (2013). El coaching pedagógico dentro del sistema educativo: innovando procesos. Revista Intercontinental de Psicología y Educación, vol. 15, núm. 2, 171- 191.

 

Paula Gómez Tarancón

 

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